Capítulo doce

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—¡Agathe! ¡Jonhyuck! Estáis radiantes a pesar de toda la mierda que se os ha caído encima estas últimas horas —gritó Paulette Gallagher, la mujer de Graham y mi... Hermanastra.

—Gracias, supongo —respondió mi compañero, arrugando ligeramente la nariz.

Me quité el pesado abrigo de pelo sintético y se lo lancé a los brazos de mi amiga, quien no se lo había visto venir.

—Gran recibimiento, Pau —le dije con una falsa sonrisa.

Habíamos sido mejores amigas desde los cinco o seis años y, a pesar de que en mi libro la había descrito como una mala arpía... No, la verdad es que lo era. Y yo también, a quién vamos a engañar. Dios los cría...

—Llevas pintalabios en los dientes —respondió ella.

Jon me agarró del rostro, apretando mis mejillas para que mis labios se separaran y pudiera mostrarle mis supuestas manchas rojas.

Frunció el ceño y luego me soltó.

—No es verdad.

Paulette se alejó, sin más, con mi chaqueta en sus manos, pasando de largo del burro en el que debía de haberla dejado.

Suspiré. No esperaba que me la devolviera, por cómo era ella, aunque me dolía que no fuera a hacerlo. Fue una de las primeras prendas que se confeccionaron en el taller de Jagg's.

—Sigue siendo estúpida —mencionó Jonhyuck, viendo cómo desaparecía del plató tan rápido como había entrado.

—Al menos no va a quedarse junto a Graham durante la entrevista como la última vez —gruñí entre dientes.

Jon se encogió de hombros y empezó a andar en dirección a donde se encontraba el periodista escocés.

Le seguí, aunque no era tan sencillo hacerlo a la misma velocidad que él con aquellas sandalias de diez centímetros de tacón.

Acabé por colgarme de su brazo y dejar que me arrastrara con él al centro del plató, donde se encontraban los sillones en los que Graham Gallagher iba a entrevistarnos en poco tiempo.

El pelirrojo, que estaba hablando con algún miembro de su equipo de cámaras, se dio cuenta de nuestra presencia con rapidez, pues no dudó en darse la vuelta y abandonar al pobre hombre con la palabra en la boca tan solo para acercarse a nosotros con una falsa y radiante sonrisa.

—Llevaba demasiado esperando este espectacular reencuentro —dijo a modo de saludo, mientras repasaba mi cuerpo entero con su mirada, algo obscena.

—Se nota —susurró Jonhyuck, aunque Graham pareció oírle, pues borró su sonrisa de pronto antes de dirigirse a él.

—¿Os parece si empezamos ya? Está todo preparado.

Asentí con la cabeza a la vez que Jon se encogía de hombros, indiferente.

Colocó su mano sobre la mía, que rodeaba su brazo en busca de equilibrio y, así, anduvo junto a mí hacia el sofá que nos ofrecía Graham con otra de sus indescifrables sonrisas.

Me senté en la parte izquierda, más cercana al sillón en el que iba a estar Graham y, rápidamente, un hombre y dos mujeres se acercaron a mí. Él me aplicó polvos matificantes en el rostro y retocó mi pintalabios mientras una de las chicas ahuecaba mi cabello con laca y sus propios dedos y la otra colocaba mi vestido para que se viera sin ninguna arruga en la cámara.

A Jonhyuck, que se había cruzado de piernas a mi lado, le echaron una bruma en el rostro que le hizo estornudar varias veces, enrojeciendo su nariz al instante. El maquillador hizo una mueca al darse cuenta de ello, pero, tras recibir un solo aviso por parte de Graham, acabó por alejarse.

Tu querida AgatheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora