Capítulo cincuenta y tres

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2/2 porque no doy a más pero soy vuestra ídola igualmente 🖤

Vi cómo las puertas del ascensor se cerraban y Narciso, de pie en medio del pasillo, desaparecía ante mí con un terrible gesto de satisfacción.

Me había acostado con él y estaba seguro de que volvería a hacerlo, tanto como de que le había llamado por el nombre de su hermano y no por el suyo.

Sin embargo, lo que Narciso desconocía era que aquello lo había hecho a propósito.

Jonhyuck era quien me había observado, quien, con su sola mirada y aquella placentera sonrisa, me había hecho pronunciar su nombre.

Él había provocado lo que había sucedido el aquel despacho porque sabía perfectamente que, aun estando con Narciso, seguiría pensando en él.

El ascensor descendió los once pisos hacia la planta baja, donde me descubrí ante los que entraban a las ocho y media por el vestíbulo, con el cabello algo alborotado y con el maquillaje muy probablemente donde no debía.

Alcé la barbilla y, dando un paso al frente, hice tronar mis tacones de escándalo contra el suelo de mármol.

La placentera sensación de que todos me estaban observando recorrió mi cuerpo entero mientras avanzaba, haciendo ondear mi cabello y dejando que mi perfume embriagara a todo el que se cruzara conmigo.

El ascensor que llevaba al taller de los Selectos estaba justo al otro lado del vestíbulo, así que estuve varios segundos avanzando con la cabeza alta y firme sobre mis tacones de aguja, tan concentrada en mi destino que ni siquiera vi al hombre que se detenía frente a mí y contra el que choqué, casi cayendo al suelo, quedando en vergüenza de todos los que me estaban observando.

—¡Vete al infierno! —grité, aunque pronto me di cuenta de que lo único que había caído al suelo era mi bolso.

Él me estaba sujetando de los hombros, evitando con su heroica fuerza que me hubiera tambaleado sobre mis stiletto.

—Creía que tú me habías llevado ya a él.

—Guste —susurré, levantando la mirada hacia mi obstáculo en el camino.

Me soltó, permitiéndome dar un paso atrás.

—Gathe —respondió él, haciendo una pequeña reverencia con la cabeza, como si fuera un caballero.

—¿Qué quieres? —gruñí, recogiendo mi bolso del suelo. Era carísimo para seguir ahí tirado.

—A ti —dijo con convicción.

Abrí tanto los ojos que estuve segura de que se me iban a salir de las órbitas.

—¿A mí? —repetí, lejos de creérmelo.

—Bueno, más bien tu confesión. Quiero que le digas a la prensa que me besaste por despecho y no por amor.

Oh, sí. El beso.

Ni siquiera me acordaba de eso después de todo lo que había ocurrido.

—Ese es el menor de mis problemas. Tengo mejores cosas que hacer.

Intenté esquivarle, pero él fue más rápido y se colocó frente a mí de nuevo.

—Me parece que no. Acostarse con tus superiores no es una tarea con la que puedas excusarte.

¿Y él cómo sabía lo que yo hacía?

—Como tengo que explicarle a todos, por lo visto, puedo acostarme con quien yo quiera sin tener que dar explicaciones. Ni a ti, ni a tu hermano, ni a ninguno de los Laboureche.

Tu querida AgatheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora