Capítulo dieciocho

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"Agathe Tailler, Narciso y Narcisse Laboureche, lo que nadie os había contado antes de la trágica historia de amor"

—¿Pero qué mierda es eso, Agathe? Yo no estaba enterado de esto y cabe mencionar que soy el mayor fan de las relaciones en el trabajo. Wattpad, querida —soltó Rémi en un audio en mi Instagram, tras enviarme una publicación de la Haute Runway, la revista digital que competía en el mercado con la de Graham Gallagher.

Bloqueé la pantalla de mi teléfono y lo metí en el bolso.

Hacía apenas unas tres horas de mi llegada a París y, mientras que Jonhyuck se quedaba en el nuevo apartamento acordando arreglos con los decoradores del taller, yo había decidido darme una vuelta. Claro que no le había informado de a dónde me dirigía realmente.

Bajé del taxi después de darle una generosa propina al conductor, haciendo sonar mis Louboutin contra el suelo, siendo esa la primera razón por la que las cuatro personas que se encontraban sobre la acera se giraran a observarme.

Mi traje blanco, mis labios rojos y mis grandiosas gafas de sol fueron, probablemente, lo que provocó que se quedaran observándome, embobados por mi sola presencia.

Sin dudarlo ni un segundo, di un paso hacia delante, alejándome de la carretera.

La grandiosa escalinata del edificio que se erguía ante mí era, a partes iguales, imponente y familiar, como si fuera la entrada al cielo, a donde yo ya había conseguido llegar.

Colgué mi LouLou de mi hombro y, sin titubear, empecé a ascender hacia la entrada del edificio, tan segura de lo que iba a hacer como de que aquella no era ni la primera ni la última vez que lo hacía.

Un hombre salió cuando llegué al porche de la entrada, activando las puertas automáticas, sin que tuviera que hacerlo yo llamando al timbre que había pegado a una de las cristaleras.

Me adentré en el vestíbulo, sin detenerme a admirar su grandiosa estructura, y me dirigí directamente al mostrador de recepción, donde un hombre pelirrojo de sonrisa contagiosa me atendió rápidamente.

Se levantó para recibirme, aunque, cuando me quité las gafas y me coloqué el cabello para descubrir por completo mi rostro, volvió a sentarse.

—Se-Señorita Tailler —dijo, borrando su sonrisa casi de inmediato.

Arqueé una ceja, sorprendida por su reacción, aunque no extrañada.

—Hola, Dion —dije, leyendo el nombre en su placa.

Él carraspeó.

—¿Puedo ayudarla?

El teléfono sonó a su lado, pero no lo cogió. Ni siquiera separó sus manos, con las que jugueteaba para ocultar su nerviosismo. Parecía que estuviera hablando con una celebridad o, tal vez, con una villana de Disney. El papel de Cruella De Vil no me quedaba tan mal, después de todo.

—Sí, claro. Supongo que ya estás al tanto de la situación, como toda Francia y, probablemente, gran parte de Europa, así que será más sencillo explicarlo —dije, sonriendo, mostrando mis dientes recién blanqueados.

Asintió con la cabeza, algo tembloroso. Así que sí que le daba miedo. Tal vez allí sí que fuera reconocida como una gran enemiga pública.

—Claro, señorita... ¿Señora? —soltó, casi ahogándose.

—Necesito entrar en su despacho —dije, sin más, apoyándome en el mostrador.

Dion me miró como un cordero degollado.

—Pero él no está aquí ahora.

—Lo sé, me conozco su agenda. Lo compartimos todo, incluso horarios. Solo quiero darle una bonita bienvenida —le informé al pobre recepcionista, que no sabía dónde meterse.

Tu querida AgatheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora