19 - Viciosa.

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Me volví una adicta.

Cuando no estaba con Mark, estaba pensando en él, cuando leía para descansarlo un poco, entonces todos los personajes masculinos me lo recordaban. Era imposible olvidarlo, lo tenía impregnado en mi piel. Y recodarlo a cada hora era exasperante, porque no dejaba de mirar las manecillas del reloj para que ya anocheciera.

Tal y como dije, él apareció al otro día. Con él no hacían falta las palabras, supuse que se debía a mí, ya que le había dejado bien en claro cuáles eran mis propósitos con él. Apenas llegaba, él me besaba tocando todo mi cuerpo. Al otro día lo hicimos en el pasillo donde se desenfrenó esa locura de nuestro primer beso. Yo estaba de frente hacia la pared mientras él besaba mi nuca y me penetraba lentamente. No sé por qué, pero en esa posición me pareció que pude sentirlo mucho más dentro de mí.

—¿Te gusta de este modo? —preguntó, su voz suave y erótica me erizaba la piel.

—Sí —jadeé—. No te veo, y eso no me gusta, pero... pero te siento mejor.

—De todos modos, siempre cierras los ojos —me dijo en un retintín.

Yo sonreí colocando mis ojos en blanco.

—No te preocupes, quiero que pruebes nuevas cosas. Tenemos bastante tiempo por delante —susurró después contra mi cuello para empezar a moverse, deslizando sus manos por mis curvas y pegando la piel de su pecho en toda mi espalda cada vez que se clavaba hasta lo profundo.

Y al diablo con no verlo, porque él dijo la verdad: cerré los ojos, pensando en lo que él había dicho, en que teníamos tiempo por delante. Lo grabé en mi mente como una promesa.

Y en los días que pasaron probamos en cualquier sitio. En un principio nos vimos casi todas las noches, pero luego los encuentros empezaron a escasear, y eso estaba bien, porque entendía que él, a diferencia de mí, tenía otros asuntos que atender.

El día que lo hicimos a las orillas de la piscina nos quedamos tendidos de espaldas contra el suelo por un largo rato, con los pies inmersos en el agua. Y la pregunta que tanto había estado martilleando en mi cabeza, salió:

—¿Por qué... esto?

Mark ladeó su cabeza hacia mí, entornando los ojos.

—Eres un hombre muy bueno en todos los sentidos. Tu cuerpo está de infarto, besas de maravilla, coges como los dioses, y te preocupas porque ambos lo disfrutemos. Así que no entiendo cómo tu esposa..., ya sabes, te engañó.

Él me miró detenidamente.

—Yo tampoco entiendo algo, Alondra, ¿cómo te diste cuenta tú de eso?

Me sentí enrojecer, desvié mi vista hacia el techo, viendo el cielo nocturno. Esa noche no había estrellas.

—Pasaba por ahí y los vi besarse en la puerta, eso fue todo.

Mark inspiró y luego exhaló, fuerte, el airé lo sentí impactando en mis hombros. De reojo lo vi mirar también hacia el techo.

—No es como tú lo piensas, Amanda no es una mala persona. Entre los dos acordamos que lo hiciera —dijo, y con eso todo cobró sentido. «No es engaño si lo sabes».

—Pero... ¿por qué?

—Teníamos estos problemas en nuestro matrimonio que no se resolvían con nada. Al mudarnos aquí ella empezó a sentirse atraída hacia Matías, así se llama el muchacho, y eso pareció ser una esperanza para que la palabra divorcio no saltara a la vista.

—No entiendo, ¿qué tipo de problemas podrían ser tan fuertes como para permitir eso?

—No me juzgues, por favor. Estoy cansado de que lo hagan. Yo... Nadie puede entender la forma en que la amo, no quiero perderla y eso es todo.

Sexo A Medianoche [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora