Cuando tenía ocho años conocí a un niño que se llamaba Mark. Era rubio con los ojos más impresionantes que había visto en mi vida. Hasta ese momento había odiado la idea de vivir en pisos, ya que, hasta la llegada de Mark, tan solo había dos niños en el edificio: mi primo y yo. Los demás eran muy peques como para que los dejaran jugar con nosotros.
En ese entonces desconocía el concepto de que te gustara alguien, yo solo quería pasar mis días junto a él corriendo por todos los pasillos. Y así lo hicimos, en un principio fuimos tres, pero cuando las preferencias fueron tomando su lugar, Leo, mi primo, se puso celoso y dejó de jugar con nosotros. Igual Leo era un poco más grande, así que no nos hizo falta, él no nos entendía de la misma forma en que Mark y yo lo hacíamos.
Y así fuimos creciendo, siendo Mark y yo para todos lados. Mark era bienvenido en el apartamento cada vez que se pasaba por allí. Nunca sospechó nada de mis dos madres, hasta que, con la edad, vinieron también las preguntas.
—¿Por qué le dices mamá a las dos? —Para esa fecha cumplíamos los once años.
—Porque las dos son mis madres —le respondí, como si fuera lo más obvio.
—¿Y tu papá? ¿Dónde lo dejan?
Mi padre, claro. Mark lo había conocido en varias ocasiones; pero él no lo sabía.
—Mark, el papá de Leo es mi tío, cierto. Pero es también mi padre.
A él se le ensancharon los ojos.
—Sé que es raro —le dije—, pero... Mira, mamá Ester no se enamoró de tío Raúl. Ella se enamoró de mamá Rosa, ¿entiendes? ¿Tus padres ya te han dicho cómo vienen los niños al mundo...? —Él asintió—... Bueno, pues mamá Ester no podía tener un hijo con mamá Rosa porque ninguna de ellas botaba... —Susurré la palabra—, semen. Así que tío Raúl prestó su semillita, ya entiendes lo que quiero decir, ¿no? Así compartiríamos sangre, qué sé yo.
—Eso creo.
—Pero no... —Me acerqué para susurrar otra vez las palabras—..., ellos no tuvieron sexo.
—¿Y entonces?
—Ya va que no recuerdo cómo se dice... —Me rasqué la mejilla, pensando. Como la palabra no vino a mi mente, llamé a mamá Rosa.
—¿Dime, hijo?
—¿Cómo es que se llama eso por el que ustedes me trajeron al mundo?
—Inseminación artificial —contestó ella, viniendo hacia mi habitación.
Al verla, Mark se enrojeció.
—Eso —le dije a él—, ellas me inseminaron. Lo que quiere decir que un doctor tomó una inyectadora con... la semillita y se la clavó a mamá Ester en el estómago.
Mamá Rosa soltó una risita.
—¿Y a qué viene esa pregunta?
—A Mark se le hace raro que tenga dos madres.
Ella se nos acercó, inclinándose para tocarle la mejilla a Mark.
—Cariño, hay ciertas cosas que debería ser tus padres quienes te las dijeran. Pero es evidente que ellos no lo harán. En el mundo hay muchos hombres y mujeres que deciden unirse para... vivir juntos. ¿Sabes por qué lo hacen?
—Porque se enamoran —contestó Mark.
—Exacto, así que también hay muchas mujeres que se enamoran de otras mujeres y deciden irse a vivir juntas. Al igual que muchos hombres que se enamoran de otros hombres. ¿Entiendes?
ESTÁS LEYENDO
Sexo A Medianoche [+21]
Romance¿A qué tanto se atrevería una pareja para mantener a flote su matrimonio? ¿Qué estarían dispuestos a hacer un par de jóvenes por ayudarlos? ¿Podrá una profesora no ser juzgada por su alumno al confesarle su verdad? Y ¿un chico logrará hacer realidad...