En la pantalla de la portátil, una mujer con los ojos parecidos a los de Alicia, pero más brillantes, me miraban con emoción. Era Amanda, llamándome como era ya típico los domingos por la tarde para darme sus nuevas impresiones sobre el manuscrito que con su ayuda iba puliendo cada día.
Nos quedaba muy poco para presentarlo a la editorial, y ella cada vez más me contagiaba con sus sonrisas fangirl sobre lo muy bien que sería recibido por el público. Claro que no todo era así de fácil como parecía, pues hasta los momentos yo era un escritor novato que ni siquiera se había procurado abrirse cuentas en todas las redes sociales posibles.
La editorial para la que trabajaba Amanda era una de las más potentes a nivel hispanohablante, siendo también una de las que tenían mayor colaboración con otras editoriales del mercado americano, por ello eran exigentes con los escritores a los que les extendía un contrato de publicación tradicional en donde costeaban todos los gastos. Para ello el escritor debía de contar con un número de seguidores que le apoyaran, algunos escritos ya sido publicados por otras editoriales, y, por supuesto, un manuscrito impoluto y atrapante.
Al menos ya eso lo teníamos, con la ayuda de Amanda el enredo que tenía en mi cabeza, y ahora plasmado en letras, iba tomando cada vez más forma, en donde no cupiera ni un solo pensamiento de duda sobre si me gustaba el capítulo o no. Ella me había hecho borrar capítulos enteros, a otros me les hizo replantear si eso era exactamente lo que quería transmitir. Y ahora estaba como leyéndome los pensamientos que tuviese tiempo atrás cuando quería, pero no me atrevía a escribir, sobre dos hombres que se aman.
—¿Qué te parece? —me preguntó.
Anteriormente me había dicho que Asger, el hermano de Grimdino, no estaba enamorado de la vikinga, sino de su hermano. Me había pillado, quizá fue por esa tención palpable que surgía sin que yo quisiera cuando estos dos se encontraban en una misma habitación. Escribir era así, muchas veces los personajes se creaban por sí solos. En cuanto a sus conductas, sobre todo, me refiero.
—Sabes que tendré que cambiar todo el libro, ¿no?
—Ay, David... —Hizo mohines como una niña—, desde ya te digo que valdrá la pena. Si hasta mi lado lectora ya le ha pedido a Matías que hiciera una ilustración. Muéstrale.
El chico a su lado alzó las cejas, insinuantes. Y colocó frente a la cámara un boceto de un escenario en donde yo sabía muy bien lo que pasaba. Por Dios, se me aceleró el pulso. Las mejillas me ardieron. Ese escenario era bastante obvio. Si pudiera elegir otro para poder dar a conocer la tensión que había, ninguno le haría justicia.
Eran Asger y Ragnar, los dos en los aposentos posteriores que los abrigarían cuando después de las bodas fueran a consumar sus respectivos matrimonios.
Eran tiempos míticos y costumbres paganas, así que se compartieron las habitaciones. Dos camas por habitación. Una de ellas la ocupaba Asger con la hermana de Ragnar, y la otra era ocupada por él y su reciente esposa. Matías se enfocó en los hombres, dibujándolos por completo a diferencia de las mujeres, a las que solo les dibujó las colas levantadas mientras eran tomadas por detrás.
La esencia del dibujo lo transmitía las miradas, esas que se dedicaban el uno al otro y que una de ellas, la de Ragnar, quedaba inmortalizada en el único espejo de la habitación. Las pieles brillantes y sudorosas, los pelos revueltos, los músculos tensionados, la espalda de Ragnar vista desde atrás repleta de runas vikingas... Joder, me la puso dura.
Matías era muy bueno ilustrando, mierda, casi quise sacarlo de la pantalla para besarle en agradecimiento.
—Tendré los cambios hechos en un mes... Mejor dos, porque quiero hacerlo bastante bien.
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Sexo A Medianoche [+21]
Romance¿A qué tanto se atrevería una pareja para mantener a flote su matrimonio? ¿Qué estarían dispuestos a hacer un par de jóvenes por ayudarlos? ¿Podrá una profesora no ser juzgada por su alumno al confesarle su verdad? Y ¿un chico logrará hacer realidad...