20 - Mark. (Parte I)

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Cuando Amanda y yo nos comprometimos, lo hicimos con una ilusión mucho mayor que declarar nuestros votos en un juramento de amor eterno. Nosotros queríamos un hijo, uno que fuera legítimo.

Ambos fuimos creados en un ambiente insano, con dramas familiares que nos unían: mi madre, al engañar a mi padre, él la engañó con una mujer, y esa mujer era la madre de Amanda. El padre de Amanda, por otra parte, al enterarse bebió hasta el punto en que la cordura se le fue de la cabeza y salió de casa ebrio hasta los huesos, y, como no pudo ser de otro modo, tuvo un accidente mortal en la carretera. Pero no sin antes llegar a nuestra casa y dispararle a mi padre directo en su corazón.

Así pues, huérfanos de padres, Amanda y yo, lejos de odiarnos y echarnos la culpa, nos unimos más. Ya estábamos enamorados, y no podíamos hacer nada contra eso. Ella pudo superarlo más fácil, pero yo no: mi padre había muerto frente a mis ojos mientras el padre de Amanda le gritaba que no debió haberse metido con su esposa, ¡maldito infiel!

Estábamos solos en casa, porque mi madre estaría seguramente con su amante, así que cuando vi la sangre borboteando de su pecho me lancé contra él para detener el sangrado. En sus últimos suspiros, él me dijo:

—No cometan lo mismo que nosotros, hijo. Los he visto, y... y su amor es real y fuerte. No... no... —Sus ojos empezaron a dar vueltas.

—¡Papá! —exclamé.

—No le seas infiel —recalcó, y expiró su último aliento de vida.

Los vecinos se habían aglomerado en la puerta, escuchaba voces indistintas llamando a emergencias mientras yo me encontraba presionando la herida. Vi la sangre cubriendo mi cuerpo y empecé a llorar. Los ojos de mi padre me veían fijamente pero ya sin vida. «No le seas infiel», me dijo, y lo grabé en mi mente como un mandamiento hasta que... hasta que empezaron los problemas entre nosotros.

No vi a Amanda por un mes entero, ambos teníamos que guardar el luto, pero después me atreví a ir a buscarla. Pensé que me rechazaría, pero ella hizo todo lo contrario, ella se lanzó en mis brazos a llorar. Y yo también lloré, compartiendo mis penas con ella.

—Papá me dijo que no te fuera infiel —le dije agarrándola de las mejillas—. Y no lo haré, pero júrame que tú tampoco lo harás.

Ella me besó toda la cara.

—No, Mark, no lo haré. Sabes que no soy como ella.

Y era cierto, Amanda no se la llevaba bien con su madre. Ella más bien se parecía a su padre, que, debo admitir, era un buen hombre, al igual que mi padre. Ambos obligados a cometer cosas impunes en nombre de la venganza y el amor.

Así que ese mismo día nos prometimos ser mejores que ellos, y lo fuimos, hasta que se nos dio por tener un hijo. No planificamos nada, ella solo dejó de tomar sus anticonceptivos tres meses antes de la boda mientras yo me cuidaba con preservativos.

El día de nuestra luna de miel por fin volvimos a hacerlo sin ningún tipo de protección, y en cuestión de semanas ella había quedado encinta. Una prueba de sangre nos lo confirmó, y eso nos hizo más felices de lo que ya éramos.

Hicimos una pequeña reunión con nuestros amigos más íntimos, Alicia y su esposo Eric, para celebrarlo. No le dijimos a nadie más, ya que desde que nos fuimos de casa no teníamos buena relación con nuestras madres. De hecho, ansiábamos el día en que por fin pudiéramos salir de allí.

Los primeros seis meses de embarazo estuvieron bien, hasta que Amanda empezó a sangrar, ya nos habían advertido que era un embarazo riesgoso, pero que con los cuidados necesarios el bebé tendría la oportunidad de salir con vida. El sangrado fue tan solo una advertencia, así que nos enviaron a casa, pero en la madrugada Amanda empezó a gritar: tenía dolores de parto; había roto fuente y esta salía de sus piernas con sangre..., demasiada sangre.

Sexo A Medianoche [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora