7 - Amanda. (Parte I)

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Después de que... Cuando empezaron los problemas entre nosotros, Mark y yo decidimos ir a terapia.

El punto culmen que nos llevó a tomar la decisión fue después de una discusión muy fuerte que en realidad empezó como algo de muy poca importancia.

Recuerdo que el tono de ambos se elevó hasta que, prácticamente, le aventé toda la vajilla mientras él se escudaba con sus brazos. Por suerte, nada pasó a mayores, al menos no físicamente, pero la mirada de Mark...

Ahí fue cuando realmente me di cuenta de que el problema lo tenía yo. De alguna forma ya lo sabía, pero no quería ahondar en el tema.

Las discusiones se fueron acabando a medida que avanzábamos con ayuda profesional, pero el problema de intimar con él seguía latente. Así que, por esa parte, estábamos realmente perdidos. No sabíamos qué hacer.

Mark dijo en una de las secciones que me amaba y que podía vivir sin el sexo, pero que de verdad esperaba que no fuera para siempre; aunque, si así fuera, no pasaría nada determinante entre los dos porque no quería perderme.

La terapeuta nos aconsejó que un cambio nos vendría bien. Habían... cosas en nuestra antigua casa que provocaban que el problema en mí se tensara al punto de romperme en llantos.

Así que nos mudamos. No mentiré, Mark y yo seguíamos extremadamente mal. Anteriormente nuestros problemas los resolvíamos en la cama, pero ahora, sin esa parte fundamental, no sabíamos cómo acortar el espacio entre los dos: dormíamos en habitaciones separadas y el silencio reinaba cuando compartíamos la sala, el comedor y cualquier otro lugar.

Por ello, cuando yo salía a correr, Mark se iba a nadar en la piscina colectiva. Ya ni eso lográbamos hacer juntos. Entonces fue cuando la primera oleada de excitación me inundó las venas al verlo a él.

Yo corría tan fuerte que en un momento dado los pulmones empezaron a quemarme y me detuve, recobrando la respiración afianzada en mis rodillas. Al levantar la cabeza, el hijo de mis vecinos se encontraba a un metro de mí, respirando de la misma manera.

Me miraba con la boca entreabierta y las gotas de sudor recorriéndole el rostro enrojecido. Jadeaba, porque también se encontraba cansado, y todos esos ruiditos llegaban a mis oídos. Se incorporó desviando la mirada para quitarse la camiseta, dejando ver su lampiño pecho brillando por el sol, y con ella limpió las perlas que ya estaba imaginando saborear.

Joder, sentí la electrizada subiendo por mis piernas ocasionar un estallido en el vértice que hacía tiempo ya no sentía nada. Era un muchacho grande, sabía por sus padres que estaba a punto de cumplir sus veinte, y yo tenía veintisiete. No estábamos tan distanciados por los años como para que fuéramos un escándalo social. Pero yo no podía con eso, no podía con el hecho de querer llevármelo a los montes escondidos de nuestro alrededor para que me follara. No podía con la traición que ya sentía hacía a Mark.

Salí corriendo de vuelta a casa aun cuando todavía no me hubiera recuperado de la fatiga. Al llegar, subí directa hacia mi habitación. Cerré la puerta, apoyándome de espaldas contra ella. El calor era sofocante, por lo que me quité la camiseta quedándome en crop top.

Quise controlarme. Quise volver a ese tiempo en que no sentía nada, porque era mejor a sentirme excitada por alguien que no fuera Mark. Quise, pero no pude, la imagen seguía pasando por mi mente como una pulsación que se extendía a todo mi cuerpo.

Mis estrógenos despertaron de su hibernación. Desde la última vez que los sentí revoloteando en toda mi piel distaban meses, de manera que, ese primer día, todos colisionaron con cada fibra de mi ser.

Ya ni recordaba cómo se sentía ser mujer, pero me dejé llevar por el deseo que me incitaba a tocarme con mis dedos. Tracé espirales con ellos, palpando un mapa que hacía tiempo había dejado de explorar, y no necesitaba mi memoria, tampoco la quería, porque ahora todo era tan nuevo.

Sexo A Medianoche [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora