49 - Ser Suyo.

974 65 30
                                    

Hugo confesó sus crímenes.

Lo hizo cuando declaró que yo era hermano de Lucas y que no estaba viviendo en casa el día del accidente porque él me había echado luego de que discutiéramos al enterarse que a mí me gustaban los hombres. Dijo que haber hecho eso fue la razón de que ocurriera la tragedia, puesto que yo era quien los cuidaba.

Pensé que la había cagado, pero la trabajadora social no tuvo ningún problema con mi orientación sexual. Así que Eric tuvo que acompañarme a las citaciones, tomando en cuenta que era mi pareja y Lucas viviría con él y conmigo. Nos consideró aptos para empezar los procesos pertinentes. Y la tutela de Lucas pasó a ser mía.

No lo podía creer.

Cuando la jueza dio su veredicto, besé a Eric, delante de Hugo y de todo el jurado. La trabajadora social, llamada Lorena, dio unas pequeñas palmaditas en celebración detrás de nosotros, en los bancos dispuestos para testigos y familiares que la involucraban apenas a ella y a doña María y, sí, a Alicia, que se presentó como familiar de Eric. Ellas también celebraron aplaudiendo.

Me separé, sintiéndome avergonzado, pero al ver que la mayoría nos sonreían, todo eso se difuminó. Y yo que creía que eso sería un tropiezo.

Era tonto, definitivamente, porque hasta Hugo podía ver las posibilidades que se habrían en mi camino al tener a mi lado a alguien como Eric.

Un par de policías se encontraban en el salón, cuando el veredicto fue sentenciado, se llevaron a Hugo esposado. Le darían sus buenos años en prisión por encubrir un abuso sexual y por intento de homicidio.

A pesar de insistirle que no debía hacerlo, él siguió con sus determinaciones. Necesitaba flagelarse por la muerte de Sofía. Su cara seguía en el mismo estado de destrucción, con los ojos hinchados y el rostro enjuto, pusilánime, acabado.

—Dile que me he ido lejos, por favor —me pidió antes de que lo encarcelaran—. Y cuídalo, David. Prométeme que no serás como yo.

Quizá nadie entendería sus palabras, porque legalmente yo sería toda mi vida hijo de él. En mi partida de nacimiento seguía estando su nombre. Pero Eric y yo sabíamos la razón. Sentí su mano estrechando la mía, apoyándome, y yo asentí a Hugo.

—Nunca seré como tú —le prometí, y se lo llevaron por unas puertas abatibles de madera.

Si bien los presentes que eran ajenos al tema no sabían el trasfondo de lo que eso implicaba, lograron entenderlo por lo que significa. Por sus mentes no pasó que yo pudiera odiar a Lucas como él hizo conmigo porque en realidad no éramos familia. No tenían que preocuparse, de igual modo, porque yo quería a ese niño como si fuera mío, algo a lo que Hugo se negó.

Todavía no me lo habían dejado ver, pasó una semana antes de que ocurriera esto. Pero ahora que ya era legalmente mío, me llevaron a una habitación en la que me lo entregarían. Allí me quedé a solas con Eric, que era la única persona autorizada para acompañarme.

Al abrirse la puerta, lo vi al lado de la doctora Lorena. Tenía la cabeza gacha, mirando el suelo. Estaba... apagado. Me dolió el corazón y me entraron unas terribles ganas de abrazarlo. Me incliné en el suelo, esperando que lo acercaran.

Lorena no me lo trajo, sino que lo alentó para que fuera él quien decidiera acercarse.

—Mira quien está aquí —le dijo.

Lucas no sabía qué hacía allí, no podían explicárselo hasta que no hubieran dado el veredicto. Así que cuando me vio, el rostro le mudó en sorpresa. Se acomodó las gafas, boquiabierto. Esperé que corriera para abrazarme, pero no lo hizo. Al menos no al instante. Pero cuando por su cabeza cruzaron los recuerdos, empezó a llorar, y corrió hacia mí, furioso.

Sexo A Medianoche [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora