𝟸𝟿. 𝚂𝚒𝚗 𝚛𝚎𝚖𝚒𝚝𝚎𝚗𝚝𝚎

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Papel y boli otra vez, se me está haciendo costumbre escribir cartas sin remitente.

" Recuerdos esas discusiones tontas que teníamos luego de hacerme tuya. Yo juraba que mi amor por ti sobrepasaba el que tú sentías por mi, entonces refutabas lo contrario, diciendo que nunca te amare como tú lo haces.
Al parecer siempre tuve la razón, yo te amaba mas.
Duele aceptar que tu corazón no me pertenece, más cuando yo te entregue el mío sin cuestionar nada.
Me aleje de ti y no corriste a buscarme, en su lugar, lo elegiste y aún no entiendo el porqué. Si creo que nadie es digno de merecerte, él muchísimo menos.
Te resuelto tan fácil remplazarme, creí que era yo el amor de tu vida, intento creer que tú me extrañas también. Pero el verbo creer afirma cosas sin una certeza absoluta.
Y la realidad es que ahora duermes con alguien más, ese alguien es tan dichoso de verte despertar y sobre todo no tiene que ocultarse. Puede salir y gritarle al mundo cuanto te ama... Ojalá hubiera podido hacerlo yo.
Te rendiste tan fácil y eso hace que el dolor no desaparezca de mi, en su lugar incrementa hasta ahogarme.
Me abandonaste, sin piedad decidiste irte llevándote contigo mi vida entera. Te dejé hacerlo y ahora es el peor de mis lamentos.
Me pesa la vida, el cuerpo y el alma, es duro seguir sin tu mano, aquella que me sostenía cuando tropezaba.
Estoy cayendo a lo más profundo del océano, en mis extremidades amarre nuestros recuerdos y pesan demasiado. No sobreviviré con ellos ahí.
Quiero borrarlos de una vez, quiero volver a ser feliz, quiero elegirme antes que a ti, quiero que me ames un poco de lo que yo te amo.
Siento tanto que me da miedo, significas tanto que me da miedo, dueles tanto que me da miedo. Tengo miedo porque no estás a mi lado.
Me niego a aceptar que eres permanente, porque sé que algún día, aquellas caricias que tatuaste con entusiasmo en mi cuerpo serán borradas con la llegada de alguien más.
Espero ya no amarte para entonces.
Lo sé o tal vez busco convencerme de ello."

La introduzco en su sobre violeta, dando por sentado quien es mi musa inspiradora. La caja espera ansiosa para guardar aquella carta sin remitente, pero ella sabe de quien es este corazón insurgente.

Camino por mi cuarto, buscándole un lugar fijo a mis secretos, bajo la cama me parece perfecto.
Entro a la ducha, me despojo de mi ropa y dejo mis lagrimas caer hasta que se funden con el agua de la bañadera.
Aún sigo llorando, no me he deshidratado.
Por las noches, cuando creo que no me quedan mas lagrimas por derramar, otras nuevas llegan y entonces entiendo que ella sigue clavada en mi corazón. Retorciendo de dolor consigo caer en la perdición de un sueño profundo, y así.
Con los ojos rojos e hinchados empiezo un nuevo día, esperanzada de que algún día vuelva o simplemente deje de amarla.

— ¿No vas a ir? Es el aniversario de la institución. — Dijo mamá mientras bajaba las escaleras.

— No quiero verla. — Musite.

— Volveremos cerca de las ocho. — Soltó papa para luego besar mi frente.

Asentí y me dirigí a la cocina, busqué helado de vainilla y volví a subir a mi cuarto.
Dejé caer mi cuerpo pesado en la cama, puse la laptop sobre mis piernas y me dispuse a elegir algo en Netflix.

Y así pasaron un par de horas, mientras comía helado a más no poder me incursionaba en el mundo de "Dark" , no es que entendiera mucho así que termine por aburrirme.

Mi teléfono fue aludido con la llegada de un mensaje, llevaba días sin escucharlo sonar.
Mire la pantalla y Olivia resaltaba por todo lo grande.

"ADIVINA QUIEN ESTÁ COMO LOCA PREGUNTANDO POR TI Y PORQUÉ HAS FALTADO."

Bueno, ya me imagino quien... pero tal vez mi amiga había escuchado mal, yo ya no existía para Venable.

"¿Te lo pregunto a ti?" Envíe.

"No exactamente pero ven ahora mismo, de verdad está como loca." Respondió Olivia.

¿Debía ir?
No.
¿Iba a ir?
Si.

Es que tengo tan poco respeto por mi misma que llega a sorprenderme, de repente saqué fuerzas que olvide que tenia, me puse el primer vestido que encontré y ya estaba lista para ir a suplicar migajas de amor.

Subí a mi auto y conduje a toda velocidad hasta el instituto.

Tendría que haber escuchado a mi subconsciente, aquel que gritaba que me quede comiendo helado deprimida, ojalá lo hubiese hecho.

Baje del coche y camine por el estacionamiento, atravesé la institución hasta llegar a la sala de teatro. Todos estaban allí reunidos, viendo Romeo y Julieta.
Visualicé una Venable enojada, cansada y algo tensa. Y como era de esperarse, su mascota detrás, Michael maldito Langdon.

Él me vio y yo lo vi, quite la mirada y opté por sentarme en una de las bancas finales, perdiéndome así del campo de visión de aquella nueva pareja.

Olivia, quien había remplazado mi puesto, estaba haciendo una actuación de Óscar. Para cuando cayó al suelo, fingiendo su muerte una fuerte presión entró en mi pecho.
Estremeciéndome y haciendo que mi piel se erice.
Los llantos de Romeo al ver a Julieta en su lecho de muerte fue algo de otro mundo, tomó un pequeño frasco con un líquido dentro. Lo bebió provocándose así la muerte, su cuerpo sin vida cayó al lado de su amada.
Aquel acto fue amor en su máxima expresión, y ahí fue cuando recordé una frase
"Me gustaba estar solo, hasta que compartí la vida contigo"
Quizás eso sentía Romeo, ¿Que sentido tenía seguir viviendo si tu razón de existir se fue?

Julieta despertó, se encontró con su amado y la locura que aquel había hecho, caso omiso ella también amo.
Tomó una espada y la atravesó en su pecho dándole fin a su vida terrenal.
Y así, aquel amor prohibido que tenían estos jóvenes, se convierto en eterno.

Me puse de pie para aplaudir, las cortinas rojas se cerraron dándole fin a la obra.
Lentamente la gente empezó a salir de la sala, encaminándose hasta el gimnasio de la institución.
Donde Venable había preparado un banquete para todos los invitados.

También fui así allí, ojalá no lo hubiera hecho.

Camine entre la gente hasta que de frente, en el escenario ocurrió mi muerte.
Vi sus labios rojos juntarse con los de alguien más, mi alma se desintegró en un abrir y cerrar de ojos, me ardía el pecho.
Trague saliva y me sostuve de una pequeña banca que estaba por allí, mi vida estaba desplomándose frente a mis ojos y caí en el abismo de aquellas bocas unidas en un beso.
Ella lo separó rápidamente de sus labios, como si lo que el hombre de pelos rubios acababa de hacer le provoca dolor.
Me vio, sus ojos se conectaron con los míos y entre sedada en un transe inhibitorio.
Mi visión se volvió borrosa, las lagrimas obstruían el camino que me conducían hasta aquel infierno. Dejé que se esparzan por mi rostro.
Creí que correría hacia a mi, la esperé, lo hice por mucho tiempo y más aún lo deseé, pero no llego.
En su lugar, se dio media vuelta dándome la espalda. Sentí como mi corazón volvió romperse al igual que un bloque de hielo lanzado desde un quinto piso.

Giré sobre mis talones esperanzada de escuchar un grito que me devuelva la vida entera, la que me arrebataron con un beso. Pero no pasó, yo sola tuve que recoger mis piezas, si lo que pretendía era volver a armarme, entonces tome entre mis manos lo que me quedaba de vida para salir de ahí, camine en línea recta hasta la salida.

Sabiendo, que el huracán había destruido mi refugio apocalíptico.

𝑷𝒖𝒏𝒕𝒐 𝒚 𝒄𝒐𝒎𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora