𝟸𝟹. ¿𝚀𝚞𝚒𝚎𝚗 𝚎𝚜 𝚎𝚕 𝚖𝚘𝚗𝚜𝚝𝚛𝚞𝚘?

1.2K 142 62
                                    

Venable me mando un mensaje indicándome que ya estaba afuera, baje las escaleras con rapidez, busqué mis llames y guardé el teléfono en la mochila.
Mis padres estaban charlando en la oficina de mamá y me habían pedido que no los interrumpa.
Así que salí de casa y me subí al auto de Wilhemina.

— Hola cariño. — Dijo muy sonriente.

— Hola Mina. — Respondí feliz de verla.

Me acerqué hasta ella para besar sus labios, estaban muy suaves y derrochaban aquel sabor a fresa que los caracteriza.

— Mi madre ansia con verte, eso es raro. — Dijo mientras encendía el auto.

— Ya me lo imaginaba, no me creyó lo de mi edad, estoy segura. — Musité.

— Ya lo sabe Mad, sabe que tienes 17. — Soltó como si nada.

— ¿Qué? ¿Y que ha dicho? — Pregunte exaltada.

— Nada, simplemente asintió y ya. — Respondió Venable. — Y eso es lo más miedo me da.

— Pase lo que pase, lo solucionaremos. — Dije besando su mejilla mientras ella conducía.

Continuamos el trayecto envueltas en un silencio cómodo, Venable aparco en una enorme mansión que claramente no era la de ella, de su madre quizá.
Para cuando entramos a la mansión una joven ama de llaves estaba esperándonos, nos condujo hasta una habitación y pude observar que toda la casa tenía aquel arte Victoriano como decoración.

— Este vestido escogí para ti. — Dijo Venable y depositó un beso en mis labios.

— Es muy... tú. — Respondí sonriente.

— ¿Eso es malo? — Pregunto.

— No, es como tener una parte de ti. — Tome el vestido que mi hermosa novia sostenía entre sus manos. — Me lo probare.

Me indicó donde estaba el probador, por más que insistí en que se quedara ahí dentro conmigo se negó, disque no aguantaría la tentación de hacerme suya.
Si supiera que cada parte de mi cuerpo ya es de su pertenencia.

— ¿Que tal? — Dije parándome frente a ella.

Se quedó en silencio, me miraba de arriba abajo, no hubo una parte de mi que aquellos ojos no visitaran. Me hice pequeña en un santiamén.

— Eres la mujer más hermosa de todas. — Musitó.

Sonreí al igual que mi corazón.

— ¿Que he hecho de bien cómo para merecerte? — Dijo mientras me abrazaba con fuerza.

— Yo soy la que no merece ni una pizca de tu amor. — Susurre en su oído.

La puerta se abrió dejando a Enrica del otro lado, está nos miraba sin disimulo así que poco a poco Venable se separó de mi.
Dejándome débil y llevándose mi alma consigo, tal vez la necesitaría más que yo.

— Veo que ya estás aquí Madison. — Soltó la mujer de pelos rubios algo blanquecinos por la pérdida de pigmentación.

— Efectivamente. — Respondí.

— Yo ayudaré a Wilhemina, puedes continuar tranquila. — Exclamo tomando del brazo a mi novia, la mire extrañada.

— ¿Está bien, no? — Le dije a Venable.

— Si cariño. — Respondió no muy convencida Venable.

Ellas se perdieron por el extenso pasillo, continué vistiéndome y probándome zapatos con la ayuda de la ama de llaves.
Una vez lista, le pedí que me indicara donde estaba Venable, me encamine hasta aquella habitación y noté que la puerta estaba entre abierta. Estuve a punto de atravesarla cuando algo me lo impidió.

— Está jugando contigo Wilhemina. — Escuché decir a Enrica.

— Me ama, madre. — Respondió por su parte Wilhemina.

— ¿Te ama? — Soltó sarcástica la rubia. — Eres el premio difícil, seguro que está apostando con sus amigos por ti.

— ¿Tan difícil es para ti creer que puedo ser amada? — Dijo Venable al borde del llanto.

No es difícil, te amo amor mío.

— ¿Acaso te has visto? Pequeña, tienes que aceptar que tu enfermedad es un problema... no eres normal. — Arremetió Enrica contra Venable.

¿Qué clase de madre le dice eso a su hija?
Ahí fue cuando entendí que Enrica Venable era el diablo, y Wilhemina, mi Wilhemina una simple víctima que se transformó en demonio.

Abrí la puerta haciendo que esta chille, un rotundo silencio invadió la habitación, mis tacones contra el suelo y los sollozos de Wilhemina era lo único que se escuchaba.
Venable estaba al borde del abismo, su madre no dudaría en empujarla así que cual príncipe llegue a rescatarla del dragón.
Me acerque hasta mi novia y le sonreí, inmediatamente limpie la pequeña lagrima que se deslizaba por su rostro.
Con la yema de mis dedos recorrí su columna, recorriendo lentamente su escoliosis.

— Eres hermosa. — Musite muy cerca de ella.

Dibujo una sonrisa cargada de dolor en su rostro, haría lo que fuese para que ella sea feliz. Giró su cuerpo para quedar frente a mi y me abrazo, intentando cerrar las heridas que su madre le provocó.

— No la engañes, sabemos que un día la dejarás. — Me habló fríamente Enrica.

— No entendería la naturaleza de nuestro amor ni en siete reencarnaciones. — Respondí mientras separaba mi cuerpo de él de Venable.

— ¡Oh claro que lo entiendo! Eres una cría que busca enamorar a mi hija para luego colgarte la medalla y contarle a tus amigos.

— Amo a Mina mucho más de lo que usted lo hace. — Mascullé.

— ¿Tú le crees eso? — Volvió a decir Enrica, pero esta vez hablándole a Venable.

— No tienes que meterte, es mi vida. — Soltó Wilhemina que hasta el momento había permanecido callada.

— Intentó cuidarte. — Se justificó la mujer rubia.

— No tienes que protegerme de ella, tú eres el monstruo madre. — Sentenció Venable.

Me tomó de la mano y nos sacó de aquel cuarto, caminamos hasta el patio trasero de la casa donde sería le pequeña fiesta, que ya les digo yo que de pequeña no tenía nada.

— Wilhemina. — Soltó un hombre de pelos largos y rubios detrás nuestro.

— ¿Michael? — Musitó Venable.

El se acercó hasta mi novia y juré que iba a besar su labios pero, ella echó un paso para atrás, haciendo que esto se evite.

— Ella es Madison, mi novia. — Me presentó Venable.

— ¿Novia? — Pregunto el tal Michael arqueando una ceja.

— Efectivamente ¿Tú eres? — Dije imitando su cara.

— ¿No le has hablado de mi? — Carcajeó el hombre.

𝑷𝒖𝒏𝒕𝒐 𝒚 𝒄𝒐𝒎𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora