𝟺𝟹. 𝙴𝚕 𝚑𝚒𝚕𝚘 𝚛𝚘𝚓𝚘

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Cuando Wilhemina termino de hablar me mantuve unos segundos en silencio, jamás se me hubiese ocurrido una cosa como tal.
Todo lo que había narrado mi amada hacía que odie a Michael Langdon, él es y será un completo imbecil para toda su vida.

— No quiero que pierdas todo por mi. — Dije retomando el control de mi mente.

— Tranquila, mi madre ya se ha enterado de todo. Lo ha solucionado. — Confesó.

Venable me regalo una sonrisa para luego besar suavemente mis labios.

— Me gusta dormir contigo. — Dijo removiéndose en la cama hasta sentarse sobre mi.

— ¿Por que? — Pregunte mientras intentaba mirar sus ojos y no su torso desnudo.

— Porque jamás me sentí tan deseada... tan amada. — Confesó.

Sonreí ante sus palabras y morí por un instante, benditas sean sus manos y el poder que tienen de revivirme.

— Cordelia se había llevado mis ganas de vivir, y tú las trajiste de vuelta. — Dije mientras apoyaba mis manos en su cintura. — Me gustaría decir que muero por ti, sin embargo considero que la vida es mucho más difícil. — Venable recostó su cuerpo sobre el mío. — Vivo por ti, mi amor. — Musite en sus labios.

— Tu me has llenado de vida. — Dijo para luego besarme delicadamente.

Pegue su cuerpo al mío en un intento de abrazo pero aquello no era más que otro intento de fundirla junto a mi. Para así, poder estar juntas toda una eternidad.
Entonces es en ese momento cuando sientes el vértigo, llegas la cima del abismo y estás a un paso de la felicidad, sin embargo siempre está el maldito barranco con el que intentas no tropezar y aunque Michael Langdon había intentado destruirnos, no lo había conseguido. En su lugar, incrementó el amor hacia la otra.
Él olvidó un detalle y es esa maldita costumbre que tenemos los humanos de querer lo imposible, aquello que no está a nuestro alcance.
Entonces, cuando Venable fue mi fruto prohibido y yo el suyo, nos morimos por probar de la otra.
Aquel amor que creíamos indefenso, luchó contra el huracán hasta hacerlo trizas.

— Tengo una cita programada para hoy ¿Me acompañas? — Dijo Venable cuando consiguió levantarse de la cama.

Inmediatamente rodeó su cuerpo desnudo con la sábana blanca y tomó el bastón entre sus manos.

— Claro, me ducho y vamos. — Respondí mientras corría hacia el baño.

Abrí la ducha y dejé caer el agua hasta que tomó la temperatura perfecta, puse un par de velas al rededor de la bañera y sumergí mi cuerpo desnudo en el líquido tibio.
La puerta se abrió y dejó al descubierto la mujer más hermosa que habitaba en el universo.

— Debemos ser consideradas con el planeta ¿Por que gastar agua doble cuando podemos ducharnos juntas? — Dijo mientras se sumergía junto a mi.

Fue imposible no relamer mi labio inferior ante la belleza que derrochaba Venable.
Comenzó a jugar con sus manos por debajo del agua y se robó toda mi cordura.
Me abalancé sobre ella para besarla, volví a la vida entre sus labios.

Maldito veneno con sabor a fresa.

Entre besos y caricias terminamos de ducharnos, fuimos al cuarto y le preste algo de ropa, rogando que su aroma quede impregnada en ella.
Una vez listas subimos al auto y dejé que Venable conduzca, unos largos minutos de viaje nos esperaban.

— ¿Que cita tienes? — Pregunte mientras sintonizaba una estación de radio.

— Una muy especial. — Respondió ella.

La mire confundida.

— ¿Con quien? — Intente obtener más información.

— Mad no seas ansiosa, ya casi llegamos. — Dijo restándole importancia.

Bufe molesta y ella carcajeó.

— Solo te dire que es la mayor locura que he hecho. — Confesó. — Bueno, aparte de enamorarme de ti.

No me dio tiempo a contestar porque ya había aparcado frente a una gran galería, en ella había todo tipo de tiendas, comercios, pequeñas cafeterías y todo aquel extenso pasillo desembocaba en un cine.

— ¿Es aquí? — Mire a mi alrededor y ella asintió.

Bajo del auto y yo también lo hice, me tomó de la mano mientras me conducía por aquel pasillo antes mencionado.
Caminamos por un rato hasta que su cuerpo se detuvo frente a una sala de tatuajes.

— ¿Es broma no? — Dije arqueando una ceja.

— ¡Shh! Vamos. — Alcanzó a decir antes de abrir la puerta, sin soltarme la mano nos adentramos al diminuto consultorio.

— Buenos días, usted debe ser Wilhemina Venable. — Dijo un joven mientras extendía su mano para estrecharla con mi amada, él tenía tantos tatuajes que ni siquiera le cabía el sello del after.

— En efecto. — Respondió Venable correspondiendo la acción del chico.

— Bien, pase por aquí. — Dijo el muchacho mientras abría una puerta que daba con una camilla.

— ¿Estas segura? — Musite al oído de Venable.

— Sabes que nunca hago algo si estoy insegura. — Respondió ella.

No volví a decir una palabra.
Wilhemina y el joven estaban frente a una computadora haciendo el diseño del tatuaje, mientras yo incursionaba en el mundo de las redes sociales.

— ¿Resultado final? — Pregunto Josh, el tatuador.

— Si, es perfecto. — Respondió Venable.

Me acerqué para poder verlo pero Wilhemina lo tapó enseguida.

— Mina, no seas infantil. — Carcajee.

— Lo veras cuando esté terminado y en mi piel. — Dijo sería.

Asentí y volví a mi asiento anterior.

Ella se recostó en la camilla y se quitó la remera, la mire con asombro y aclare la garganta.

— Iré por la tinta. — Hablo el joven y se esfumó del pequeño cuarto.

Me acerqué a Venable.

— ¿Me dejas ver? — Pregunte mientras señalaba la mano que ella había puesto para cubrir el diseño entre sus pechos.

— No. — Dijo muy segura.

Rodee los ojos y volví al asiento, casi de inmediato el muchacho volvió con una pequeña botella entre sus manos.
Cargo la tinta en un recipiente mucho más diminuto y preparó la máquina.
Cuando Venable le indicó que estaba lista, este comenzó a tatuar.
Por mi parte me limité a mirarla, hasta algunas veces reírme de sus caras de dolor. Tome su mano y ella, a veces apretaba la mía con fuerza. Aun así, no estaba lo suficientemente cerca como para ver el tatuaje, Venable me lo había prohibido.

Por último, Josh colocó una espuma sobre la zona tatuada y me entregó una servilleta de papel.

— Hazlo. — Dijo el joven.

Él salió del cuarto y lentamente me acerque a Venable, baje mi mirada hasta sus pechos y entre medio de ellos comencé a limpiar la espuma.
Dejé de respirar y mis latidos fueron en honor a la mujer que tenía en frente.
Mis ojos cayeron en la perdición al ver aquel par de pointe shoes envueltas en un ligero hilo rojo.
Aquel tatuaje no tenía otro nombre más que el mío.
Caso omiso una gran sonrisa se dibujó en mi rostro.

— Estas loca. — Afirme.

— Por ti. — Musito ella.

𝑷𝒖𝒏𝒕𝒐 𝒚 𝒄𝒐𝒎𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora