𝟹𝟸. 𝙻𝚊 𝚟𝚒𝚍𝚊 𝚜𝚒𝚗 𝚝𝚒

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Antes de terminar de empacar todo me encerré en mi cuarto y decido comenzar otra carta, para que caiga en el olvido en la pequeña caja violeta.

Hoy volviste a ausentarte, no solo en el instituto sino en mi vida también. Otro día de suma a la lista, formando así, tres meses desde que te vi por última vez.
La lluvia me hace recordarte, y me es inevitable no escribirte cuando divagas en mi mente.
Aún sigues siendo mi musa inspiradora, la vida a tu lado era tan grandiosa que no soy capaz de darle fin a esta historia.
Me gusta decir que te he superado, pero lamentablemente no es verdad.
Cuando me preguntan sobre ti, con mi voz de que todo está bien unas sencillas palabras salen de mi boca "la superé" pero el dilema llega cuando me encuentro frente al espejo. Sé que a mi misma no podré engañarme, aún así lo digo "la supere" caso omiso, una voz en mi cabeza responde "no lo has hecho" y ella no miente.
Te pienso desde que abro los ojos hasta que vuelvo a cerrarlos, te adueñas de mi existencia todo el maldito día. He ido al fin del mundo muchas veces en todo este tiempo y puedo afirmar que tus lugares aún siguen doliendo, y que tu risa sigue siendo mi sonido favorito.
A veces solo quiero caer a lo más profundo para conocer la tristeza definitivamente y superarte de una vez pero debo de admitir que tengo miedo.
Tengo miedo a dejar de quererte, tengo miedo a soltarte y morir en el camino, tengo miedo a perderte entre líneas.

Finalice y limpie las lagrimas que caían en mi rostro.
Guarde el papel repleto de letras en un sobre lila, para luego introducirlo en la caja del mismo color.
Con mis sentimientos a flor de piel la puse bajo la cama, busqué un libro y me recosté a leerlo.

— Iremos de compras ahora, venga. — Dijo mamá mientras entraba sin ningún permiso a mi cuerpo.

— No tengo ganas. — Respondí sin quitar la vista del libro que sostenía entre mis manos.

— ¿Acaso se oyó como pregunta? — preguntó arqueando una ceja.

Rodee los ojos y cerré el libro para luego dejarlo sobre la mesita de noche, aquella que sostenía un florero con lirios violetas.

Mamá me obligo a cambiarme de ropa, disque ir en pijama no era adecuado.
Tomándome mi debido tiempo elegí un outfit presentable y luego baje al living.

— Estoy lista. — Balbucee para luego mirar mi teléfono.

— Perfecto, vámonos. — Dijo efusivamente mamá.

La seguí mientras ella caminaba hacia el auto, nos adentramos a el y poco tiempo después ya nos encontrábamos en la carretera.

Condujo por un par de minutos hasta el centro de la ciudad.
Pase todo el viaje con los audífonos y música a un elevado volumen. Por si a ella se le ocurría hacerme preguntas.

La música se detuvo bruscamente, mamá me había sacado los auriculares para que le preste atención.

— Ya hemos llegado. — Dijo.

Asentí y abrí la puerta, baje del auto y seguí a mamá, ya que ella aprecia conocer el camino de memoria.
La lluvia nos mojaba un poco pero esto acabó cuando Eli abrió el paraguas.
Recorrimos todo el centro comercial hasta que ella frenó frente a una tienda de ropa.

— En un mes es tu graduación, debemos empezar a elegir el vestido. — Dijo mamá mientras me guiaba tomada del brazo.

— No iré, da igual. — Me encogí de hombros.

— Claro que iras, te pondrás guapísima y le mostrarás a Venable lo que esta perdiéndose. — Respondió mamá.

Asentí ya que no pretendía discutir, ni siquiera para eso tenía ganas.
Vimos varios vestidos y todos eran de mi desagrado.
Estuve a punto de decirle a chica de la tienda que me muestre trajes pero vi un uno, era lila, Victoriano y antiguo. Aquel vestido era tan Venable que daba miedo.

𝑷𝒖𝒏𝒕𝒐 𝒚 𝒄𝒐𝒎𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora