𝟻𝟸. 𝙻𝚎𝚓𝚘𝚜 𝚍𝚎 𝚌𝚊𝚜𝚊

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Ha pasado un mes desde que llegue a New Haven, mi vida aquí es bastante monótona.
Despierto temprano por la mañana, y voy a la universidad. Vuelvo de ella cuando el sol comienza a bajar, y de camino a casa paso por la cafeteria de Louis para hacer mis deberes, el wifi del lugar es realmente bueno... o al menos es mejor que el que tengo en mi apartamento.

— Jones, Madison. — Me llamo el profesor de Ética. Camine hacia el y me detuve cuando lo tuve de frente. — Su examen.

— Gracias, hasta luego. — Dije con amabilidad.

Un diez relucía en la hoja, era mi primer examen de la carrera y supongo que era buena forma de empezar.

No disfrutaba estar mucho en casa, no se desde cuando la soledad se había vuelto mi verdugo pero era asfixiante, más cuando me había acostumbrado a volver y que ella esté esperándome.
La primera noche que dormí sin Venable fue de lo más horrible, llore tanto que creí que me deshidrataría y fue entonces cuando mi mente comenzó a engañarme, pues sentí sus manos envolver mi cintura, su respiración chocar contra mi cuello. Pero al abrir los ojos, estaba sola en la habitación... sola en la ciudad.
Luego de la discusión que tuve aquel día en la playa con ella, me hizo el amor cada noche hasta la llegada del amanecer... sin parar siquiera un segundo, como si no pudiese saciarse de mi.
Y es que hasta  yo me he quedado con sed de ella, con sed de compartir una vida entera a su lado.

He pensado en escribirle, en decirle que las cartas son de lo más cliché que existe, pero que no deje de enviarlas, porque me gusta leerla.
Sin embargo, me da miedo a que jamás responda, a que ya tenga alguien más y yo sólo sea una molestia.
Aunque no solo es una inseguridad mía... las primeras noches no conseguía dormir, lloraba demasiado y como no tengo ni un poco de amor propio la llame, marque su número, sonó varias veces hasta que por fin atendió. Pero no hablo, sentí como mi "hola" retumbó al otro lado y luego de eso, colgó.
Ya no me necesita y eso es lo que más me aterra. Porque yo sigo aquí, yo sigo llorando por ella, la sigo amando y ya me soltó.
Aún así, mis planes de ir a San Francisco en vacaciones, sigue en pie.

Salí de la universidad e hice el recorrido de siempre hasta la cafetería.
Esta vez me senté en una mesa y saqué mis libros junto con mi laptop.
Jane Austen había sido quien me enamoro de la literatura inglesa, esa hermosa manera que tenia de pasmar un mundo sobre las líneas era algo realmente fascinante de leer. Y justamente, de ella se trata el trabajo práctico que debo terminar.

— Ya deja de acosarme, no vengas tanto por aquí. — Dijo irónicamente Louis mientras se acercaba a mi con su libreta.

— Mas quisieras... me queda de camino a casa tonto, no vengo por ti. — Respondí obvia. — Venga tráeme un latte.

El castaño carcajeó y salió de mi vista, continué con mi tarea hasta que el chico apareció otra vez, con el café.

— Orgullo y prejuicio es una mierda. — Dijo mientras señalaba el libro que yo tenía entre manos.

— ¿Como te atreves? Claro que no lo es— Lo mire ofendida.

— ¡Ay por dios! ¿Que eres? ¿Una niña hetero que acaba de descubrir un clásico? — Dijo el entre risas, ofendiéndome aún más.

— ¿y tu? ¿Un fuck boy tatuado que se cree superior y ama las motos? — Bromee.

— De hecho si me gustan las motos. — Respondió.

Carcajeamos un rato y bromeo con algunas otras cosas para luego dejar rápidamente el pedido sobre la mesa y alejarse de mi.

— Oye Louis... — Dije en un tono elevado y el castaño volteó a verme. — No te pedí bombones. — Señale a los dos bocadillos de chocolate que estaba junto a mi latte.

— Oh... si, son una disculpa por insultar tu libro. — Respondió con una sonrisa y se perdió por la puerta de la cocina.

Termine mi merienda, hice los últimos ajustes del trabajo práctico y se lo envié a la profesora vía mail.
Guarde mis libros junto a la laptop y me acerqué a barra para pegar la cuenta.

— Diez dólares. — Dijo una joven rubia, no la conocía... tal vez era nueva.

— No, los bombones ponlos a mi cuenta. — Se acercó Louis. — Son solo cuatro dólares por el latte.

— Está bien. — Sonreí y le di el dinero a la chica.

Giré para salir del lugar y en menos de un segundo, Louis estaba a mi lado.

— Espera... esta noche celebraré mi cumpleaños y me preguntaba si quisieras venir a la fiesta, es algo sencillo y de paso podrías conocer a más personas. — Me propuso el castaño.

— Claro, me parece fantástico... te daré mi número así me mandas la ubicación. — Dije sonriente.

Intercambiamos números y el chico se fue atrás de la barra nada más despedirse de mi.

— Y... feliz cumpleaños Louis. — Solté antes de irme del lugar.

Camine a casa, al llegar me di una buena ducha y aproveché para dormir un poco.
Al rededor de las 10:00 p.m. recibí un mensaje, era el chico del café dándome la dirección de la fiesta.
Yo estaba lista, el dijo que era algo sencillo así que sólo me puse un vestido negro ceñido al cuerpo que llegaba hasta poco más arriba de mis rodillas, unos borceguíes también opacos que combinaban a la perfección con el vestido.
Un poco de maquillaje, anillos y una linda campera de cuero negro para cubrirme del frío.

Llegue al lugar de la fiesta en minutos, el taxi me dejó frente a la puerta y se marchó. El barrio era de alto nivel, llame al timbre y en minutos Louis apareció.

— Miren a quien tenemos aquí. — Dijo con una sonrisa y me dio un pequeño abrazo.

— Te traído un presente. — Solté para luego entregarle la pequeña bolsa que contenía un reloj, lo compré de camino.

— No te hubieses molestado, ven pasa. — Me abrió paso y atravesé la puerta.

La casa era realmente hermosa y enorme, moderna por donde la mires.
Cuando Louis dijo que era una fiesta sencilla, no creí que hablaba de algo tan grande, en aquel lugar había al menos cien personas.
No entiendo como la gente puede llegar a tener tantos amigos.

— Tu casa es jodidamente increíble. — Dije con asombro.

El carcajeó y comenzó a caminar, lo seguí por detrás.

— Gracias, ven te presentare a mis amigos. — respondió mientras colocaba su mano en mi espalda para guiarme entre las personas.

Llegamos hasta un grupo de jóvenes que estaban al rededor de una mesa jugando beer pong.

— Chicos... ella es Madison, la del café. — Dijo Louis y todos me miraron de inmediato.

¿Él les había hablado a sus amigos de mi?

— Hola. — Dije tímidamente.

— Hola, soy Lola. — Se presento una chica que se destacó entre el resto por su pelo rosa. — Ven, vamos a buscarte algo para tomar.

La chica, amablemente me tomó de la mano para luego comenzar a caminar.

— Oye Madison, no tardes mucho que quiero hablar una cosa contigo. — Escuché que me dijo Louis antes de perderlo entre la multitud.

¿Que querrá decirme?

𝑷𝒖𝒏𝒕𝒐 𝒚 𝒄𝒐𝒎𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora