𝟻𝟷. 𝙽𝚎𝚠 𝙷𝚊𝚟𝚎𝚗

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Tal como dijo, no vino a despedirse de mi.
Mire todos y cada uno de los rostros de las personas al mi alrededor, pero ninguno era el suyo.
Sin mirar atrás subí al avión, escuché los gritos de mamá despidiéndose de mi pero no voltee, no quería que me vea llorar.

Siempre intenté convencerme de que Venable era solo un capítulo en mi vida pero resulta que ella es la historia completa. ¿Y como se lucha contra eso?
Es aterrador estar frente a un mundo sola, con miedo al fracaso, al olvido.
Toda mi vida me la pase odiándome a mi misma pero cuando estaba con ella no lo hacía, me sentía completa. Y es por eso que me duele la puta existencia, me pesa la vida y el cuerpo.

La música en mis audífonos no ayudaba, quizás suene un poco masoquista pero escuchar música triste cuando estás al borde de tocar fondo, es algo sensacional.
Las turbulencias del despegue me sacaron de mi burbuja, mire a mi alrededor y ahí estaba la azafata dando las instrucciones en caso de que el avión se caiga, y en este momento la idea no me parecía nada mal.

Aparte la mirada de la joven y observé por la ventana, el cielo estaba completamente oscuro, apenas algunos destellos de luz provenientes de las estrellas se asomaban por la nubosidad.
Mis ojos se cerraron y algunas lagrimas se escaparon por mis pestañas.

•••

Luego de aterrizar en New Haven busque mi maleta, observé por las ventanas del aeropuerto y fue cuando noté que llovía.
Camine hasta un vendedor ambulante y compre un paragua.
Salí del lugar y me resguarde de la lluvia bajo mi nueva adquisición mientras esperaba un taxi.
A los pocos minutos llegó un auto, cargue mi maleta y al subir le indiqué la dirección en la cual me hospedaría.

Yale siempre había sido mi sueño, y ahora estaba a pasos de ella. Sin embargo, no estaba entusiasmada, lo único que quería era terminar todo de una maldita vez y volver a casa.
Y quizás, apresurarme era un error.

El taxista muy amablemente estacionó frente al edificio donde estaba ubicado mi apartamento y me ayudó con el equipaje.
El campus de Yale quedaba a un par de cuadras, y recorrerlo era mi plan de mañana.
Le di el dinero al chofer y en minutos se perdió por la carretera.
El portero del edificio no tardó en abrirme la puerta, lo saludé amablemente y le informé quien era.
Me entrego la llave del apartamento que mis padres alquilaron para mi y subí al ascensor.

En minutos me encontré frente a la puerta de mi nuevo hogar, al menos por estos cuatro años.
Quite el cerrojo y me adentre por fin al acogedor apartamento.
Prendí las luces y dejé mi equipaje, para luego tirarme sobre el hermoso sofá que había en el living.
Las ventanas estaban cubiertas con papel de diario, lo cual me parecio molesto así que me volví a poner de pie para quitarlo.
Las luces de los edificios vecinos acompañados por la tenue luz de la luna era realmente hermoso, desde el quinto piso, todo se veía pequeño.

Busque mi teléfono para ubicar una cafetería cerca y cuando lo encendí, su foto en mi pantalla hizo que la extrañé un poco más.
Se veía tan tierna durmiendo, tan inocente, tan santa. Sin embargo, tenia a una chica dependiendo del vaivén de sus caderas. Y por supuesto, esa chica era yo.
Entre a maps y marqué un café cerca, tome el paragua y salí a recorrer las calles de New Haven.
Bajo la lluvia de un frío otoño que desencadenaba una eterna noche, llegue a la cafetería.
Se senté en la barra y esperé a ser atendida, mire a mi alrededor y en las mesas de atrás vi a algunos, supongo, estudiantes rodeados de libros limitándose a existir.

— Hola. — Escuché que dijeron y volví a mirar hacia el frente.
Un joven castaño me observaba sonriente.

— Hola. — Respondí amablemente.

— ¿Que deseas pedir? — Pregunto.

— Un café, descafeinado.

— Acabas de ofenderme ¿Quien rayos toma eso? ¡Es horrible! — Respondió el chico haciéndome reír.

Creo que Sandy era la única que lo tomaba porque realmente le gustaba.

— Lo se pero pretendo dormir esta noche. — Respondí entre risas.

— Esta bien, ahora te lo traigo. — Dijo con una gran sonrisa de dientes.

Revise mi teléfono mientras esperaba al café, y no había ni rastros de Venable.
Quizás tengo que dejar de pretender que los demás actúen como yo lo haría y aceptar de una maldita vez, que ella era pasado.

— Aquí tienes tu veneno, digo... cafe. — Dijo sonriente el chico castaño.

Volví a reír y tomé la taza entre mis manos.

— Gracias. — Respondí mientras guardaba mi teléfono.

— Soy Louis por cierto.

— Un gusto Louis, yo soy Madison. — Dije antes de perderme dentro de la taza.

Vertí el líquido caliente en mi boca y su sabor vacío recorrió mi garganta.
El chico se fue a atender a otros clientes y yo continué con mi descafeinado.
Di un par de sorbos más pero era inútil, sabía realmente mal.

— Oye Louis, puedes darme la cuenta. — Le pedí.

El asintió, pero estaba ocupado con otras personas, lo cual me hizo mirarlo detenidamente mientras esperaba que me cobrara.
Sus brazos parecían fuertes, estaban repletos de tatuajes.
Su piel era algo pálida y su pelo castaño era algo largo, estaba ligeramente acomodado hacia atrás.

— Son solo tres dólares. — Dijo cuando volvió a mi.

Le extendí el dinero y me despedí de él.

Volví a casa, pedí sushi y me di una ducha caliente.
Al salir del baño escuché el timbre sonar, busque en mi equipaje rápidamente mi pijama, al abrir la maleta lo primero que vi fue un sobre lila. ¿Cómo llegó ahí?
El tiemble volvió a soñar así que termine de vestirme.
Baje a por la comida y al subir camine otra vez hacia el cuarto a tomar la carta.

Tenía su olor, y mientras este viajaba desde mis fosas nasales hasta mi corazón sentí como me quemaba por dentro.
Suavemente le quite el pegamento y saque de él, el papel blanco repleto de letras. Estaba escrita a su puño y letra.
La acerque a mi pecho y la apreté un poco, pero no era igual, no la sentí cerca.

"Aún recuerdo la primera vez que te vi, tan curiosa como siempre.
Recuerdo que nada más ver tus ojos, entendí que podría perderme en ellos.
Te vi ruborizarte y esconderte en el deportivo blanco.
Apareciste en mi instituto y se sintió como volver a respirar, aunque también me robabas el aire cuando te acercabas a mi.
Tus preguntas me ponían el mundo de cabeza, era fascinante escucharte hablar. Esa falsa seguridad que intentabas tener frente a mi, me enloquecía por completo.
Y besarte... besarte fue mi mayor pecado pero lo haría un millón de veces más.
Poco a poco me enamoré de ti y tu me dejaste amarte, créeme que soy dichosa de hacerlo.
Hiciste de mi vida lo vas increíble que jamás creí que sería, por eso mismo quiero que seas libre y por supuesto, feliz... es lo mínimo que puedo devolverte. Pero no me olvides, porque yo no lo haré. En su lugar, te guardo en mi corazón y tatuó tu nombre en el.
Prometo no amar a alguien tanto como te amo a ti.
Te destruí tantas veces y tu pedías perdón por ambas.
Y más veces te dejé en la oscuridad cargada de mis demonios, siento que lo estoy haciendo otra vez, incluso sabiendo que jamás comprenderás que fue el mayor acto de amor.
Dueña de mi corazón, dolor de mis días y noches, fuente de felicidad, amor de estaciones. Aquí, ahora, mañana, en esta o en otra vida, siempre serás tú mi historia de amor favorita.
Juntas, separadas, llorando o riendo, incluso ardiendo siempre seremos nosotras, y aunque decidí soltarnos, no dejes de sonreír, ni mucho menos de vivir con esa forma única que tienes de hacerlo.
Te dejé con mis demonios, esos que pones de rodillas con una mirada. No creo que lo entiendas, pero lo hice por ambas.

De esta forma, con el mayor de mis lamentos, te digo hasta luego, ojalá la vida nos vuelva a cruzar.

Te amo para siempre.

Wilhemina Venable.

Pd: Sé cuando odias lo cliché pero aún no me has dicho si las cartas lo son."

𝑷𝒖𝒏𝒕𝒐 𝒚 𝒄𝒐𝒎𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora