𝟺𝟻. 𝙼𝚊́𝚜 𝚊𝚕𝚖𝚊 𝚚𝚞𝚎 𝚌𝚞𝚎𝚛𝚙𝚘

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Mis pies estaban inquietos, llevaba casi una hora dando idas y vueltas por el living de mi hogar.
Estaba a la deriva, ansiando la llegada de alguna noticia sobre Venable o la llegada de ella propiamente dicho.

— Eli me envió un mensaje. — Dijo papá y lo mire de inmediato.

Camine hacia él y me senté a su lado.

— Están al llegar. — Me informó.

Suspire aliviada y volví a ponerme de pie, camine hacia la puerta de la casa y salí afuera, a los pocos minutos llego papá y me envolvió en una chaqueta, estaba bastante frío.
Pasamos unos minutos allí afuera hasta que por fin el auto empezó a acercarse a la casa.

Ansiosa espere a que Venable baje de el y corrí a sus brazos, pegue su cuerpo al mío y así fue como el frío que inundaba en mi ser hasta hace segundos, desapareció por completo.
Inhale su aroma hasta que esté lleno mis pulmones, entonces sólo ahí le dije adiós a su cuerpo.

— ¿Estas bien? — Dije mientras tomaba su rostro entre mis manos.

Bese su mejilla cariñosamente.

— Si, ahora lo estoy. — Respondió con una sonrisa a medias.

— Madi, será mejor que vayamos dentro, tenemos que hablar. — Dijo mamá.

Asentí y tome de la mano a Venable para conducirnos dentro a la casa.
Todos nos dirigimos al living de esta y por mi parte me senté junto a Wilhemina en el gran sofá.

— ¿Que pasará? — Pregunte odiando la llegada de una mala noticia.

— Bueno, primero que todo el hecho de que Harry yo apoyemos vuestra relación tiene mucho a favor, que seas mayor de edad también, pero Wilhemina sigue siendo tu profesora. — Explicó mamá.

— No lo es, de hecho. — Respondí. — Me transfirió antes de comenzar a salir.

— ¡Oh, no lo sabía! Bueno pues, si buscamos los papeles que respalden eso, será mucho mejor. — Continuó mi madre.

Observe a Wilhemina y estaba muy callada, eso me asustaba.
Acurrucó su cuerpo con el mío, escondiendo su cabeza entre mi cuello y mi hombro. La rodee entre mis brazos, apretándola más a mi.

— Yo tengo todos los papeles. — Musito Venable.

— Creí que todo era un tema más ético que legal. — Confesé.

— Lo es pero cuando se trata de una menor no, y tú la conociste con diecisiete años pero de igual manera apelaremos que nada sucedió hasta tu mayoría de edad. — Me informó mamá.

— De hecho... — Intente decir pero ella hizo un gesto para que me detenga.

— No quiero saberlo o matare a Wilhemina ahora mismo. — Me interrumpió.

Sentí como Venable carcajeó en mi cuello. Malditas mariposas, volaron alborotadas otra vez.
Cerré los ojos y disfruté de aquel éxtasis que me producía su risa para luego soltar un suspiro.

— Me caen mal, ambas. — Reprochó mi madre.

Abrí los ojos de inmediato y la mire confundida.

— ¿Por que? — Pregunte ilusa.

— ¿Por que? Las envidio maldita sea, tienen una historia de amor maravillosa. — Respondió obvia.

Reí livianamente y Venable imito mi acción, pero ella seguía pegada a mi con los ojos cerrados y respirando mi aroma.

— Debes estar agotaba, vamos te llevaré a la cama. — Musite para mi amada.

Me puse de pie y la ayude a recomponerse a mi lado, ella parecía carecer de fuerzas, realmente estaba cansada.
Caminamos lentamente hasta la habitación y la recosté sobre la cama.

— Tengo que ponerme la crema en el tatuaje. — Dijo frotando sus ojos.

— Yo me encargo, tu recuéstate tranquila. — Respondí.

Volví al salón a por las cremas y les indiqué a mis padres que volvería en unos minutos.
Entre al cuarto otra vez y ella ya estaba sin su blusa.

— Me pesa más el alma que el cuerpo. — Dijo mientras cerraba sus ojos y se echaba para atrás.

Me senté sobre sus piernas y destape el recipiente que contenía el transparentozo gel.

— Pues aquí me tienes, comparte el peso conmigo que te aseguro que juntas, podremos caminar. — Dije mientras esparcía la crema sobre el espacio entre sus pechos.

Ella sonrió y mi mundo entero se iluminó.

— Jamás he amado a alguien como a ti. — Musito. — Y el destino se empeña en alejarnos.

— Lo tienes en la piel amor, nuestro hilo rojo jamás se cortará. — Respondí restándole importancia a lo sucedía pero en realidad estaba aterrada.

— ¿Puedes abrazarme toda la noche? — Suplicó.

Se veía como una pequeña niña que solo quería llorar y ser protegía.

— Con el mayor de mis placeres. — Respondí. — Despediré a mis padres, vuelvo en un segundo.

Tal y como dije, hablé por unos minutos con mamá y papá, luego ellos partieron hacia su hogar y yo, a pesar de está en propia casa, volví a mi hogar, ese que llevaba nombre y apellido.
Wilhemina Venable.

Al entrar al cuarto la vi recostada en la cama, tenía una de mis camisetas y no dejaba nada a la imaginación. Pero hoy, ella no necesitaba aquel tipo de cariño, solo rogaba por un inocente abrazo.

Me acosté a su lado en la cama y no tardó en acurrucarse contra mi, puso su cabeza en mi pecho como si eso fuese a tranquilizarla y cerró sus ojos.
Mis brazos respondieron por si solos, la abrazaron en un intento de sanar su pena, aquella que la estaba carcomiendo por dentro.

— Te amo Mad. — Dijo rompiendo aquellos largos minutos en silencio.

— También te amo Mina. — Musite mientras acaricié suavemente su cabello.

Cerré los ojos y cedí a caer en la perdición de un sueño profundo, bendita fui al soñar con una hermoso futuro al lado de Venable.

Pero quizás sólo fue eso, un sueño.

Desperté a media noche, tenía hambre. Mire a mi al rededor y Venable no estaba, eso fue alarmante.
Me levante rápidamente pero mi corazón volvió a latir al verla entrar con una bandeja y sobre ella nuestra cena.

— Diablos, iba a despertarte. — Dijo con una sonrisa.

Yo de verdad vivía por aquella mujer

— Acabó de hacerlo, tranquila. — Les reste importancia.

— Espero que tengas hambre porque esto está delicioso. — Respondió sentándose en la cama.

— No lo dudo. — Dije mientras relamí mis labios para luego volver a sentarme a su lado.

Una de sus manos me extendió una copa de vino y la tome.

— Por nosotras y nuestra maldita costumbre de ganarle al destino. — Bromeó.

Sonreí e hice resonar el recipiente de cristal contra el de ella.

— Gracias Mina. — Musite.

— Es comida cariño, no debes agradecerme por ello. — Soltó mientras tomaba un ramen en sus manos para luego, con los palillos, llevar un poco de fideos a su boca.

— No, por quedarte esta vez. — Respondí mientras imite su acción anterior.

Ella se acercó y beso mi mejilla.

— Ya no quiero huir de ti, nunca más. — Respondió y continuó comiendo.

Apuesto que mi cena de graduación no era la más lujosa, de hecho comer ramen instantáneo a las tantas de la mañana no era lo más romántico pero les aseguro que ningún otro graduado tenía lo que yo.

Ninguno tenía a una Wilhemina Venable profesando su amor.

𝑷𝒖𝒏𝒕𝒐 𝒚 𝒄𝒐𝒎𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora