Cierras los ojos de golpe
como si, así,
pudieras recrear
aquellos abrazos inesperados
que te regalaba a cada momento
haciéndote sentir
a salvo de tempestades
como las que te asolaban
día sí, y día también,
antes de que él entrara en tu vida
como por arte de magia,
como la más bonita casualidad
que tropezó en tu vida
aquel día en que, cómo no,
llovía a mares
y tú, sin paraguas,
caminabas con rapidez
por las aceras queriendo esconderte,
en tus sábanas frías,
del miedo a los relámpagos,
al naufragio sin más compañía
que la soledad.
Aquel día, en vez de caer
al tropezarte,
te pareció ver
la superficie
a escasos metros de ti
cuando aquellas dos estrellas
brillaron frente a ti
apaciguando la soledad que te rodeaba,
Luna,
dejando en segundo plano los truenos
que, el cielo, parecían partir en dos,
pues aquella sonrisa hizo de pararrayos
y disipó la tormenta
que, tu interior,
estaba arrasando como si fuera el peor
de los tornados.
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Desolación.
RandomPlasmando pedacitos de su alma en hojas de papel, libera lágrimas que la ayudaban a dejar de naufragar durante el tiempo en que su dolor se fundía en tinta.