Sin ella, con nada.

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Ella era vacío, como el que provocaban los silencios escritos en un pentagrama.

Ella era algo inexistente, como el espacio entre cada letra de una palabra del verso de un poeta.

Ella era desolación, como los poemas de Bécquer.

Ella era tristeza, como un cielo gris en pleno verano.

Ella era dolor, como el que sintió cuando la abandonó.

Ella era soledad, como la que existía en un punto y final.

Ella era ruinas, como las de un edificio arrasado por el fuego.

Ella era oscuridad, como la gama de grises de un pintor.

Ella era ella. Una chica que, tan solo, quería ser valiente por una vez en su vida.

Por ello bajó del tren en plena marcha.

Por ello se tiró a las vías.

Por ello tiró la toalla.

Pero, lo que ella no sabía, es que eso solo era un acto de cobardía.

Pues, ahora, hay gente que la llora.

Pues, ahora, hay gente que la añora.

Como yo.

Un chico suicida en el final de cada verso para ella.

Ojalá hubiera podido demostrarle que la vida es bonita, o no,

Tan solo dependiendo de cómo la miras.

Ojalá le hubiera hecho ver el lado oculto de lo que ella llamaba defectos.

Porque, a mí, aquellas cosas de sí misma que ella odiaba,

Me llenaban como nada,

Anulaban el vacío existente en mi interior.

Ojalá hubiese visto que no era inexistente,

Pues era quien movía mi mundo.

Ojalá le hubiera enseñado que, incluso en la mayor de las desolaciones,

Puede volver a renacer un latir,

Pues eso es lo que ella hizo en mí.

Ojalá hubiera podido ver cada sonrisa que creaba en mi rostro

Sin necesidad de que fueran forzadas,

Pues así, hubiera visto que no era tristeza,

Sino que era lo único que me hacía sentir vivo.

Ojalá hubiera podido apreciar cómo, mi dolor,

Se calmaba al verla aparecer cada mañana

Con esa sonrisa que, aunque falsa, era mi mejor antídoto.

Ojalá le hubiera protegido de aquel tipo que solo la trató como a un títere,

Al que, al final, se le rompieron las cuerdas,

Y no tuvo fuerzas para volver a ponerse en pie.

Ojalá hubiera podido acabar con la soledad

Que a ella tanto le gustaba, pues, ésta,

Fue quien acabó con ella.

Ojalá le hubiera podido abrir los ojos para que viera

Como sus ruinas eran más bonitas

Que las de Roma, tan conocidas.

Ojalá hubiera podido girarla para hacerle ver

Que no era oscuridad, ni mucho menos,

Pues era la vela que guiaba a mi ser

Por aquel laberinto que, ojalá, hubiera sido el de su cuerpo

En vez de este en el que ahora me hayo perdido

Sin ella.

Solo con las ganas de ir tras ella,

Aunque eso sea abandonar como si nada,

Que no lo es, pues la tendré.

Con nada,

Con tan solo las ganas de haberle dicho

Lo que tanto miedo siempre me dio:

Te quiero.

Desolación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora