Metáfora.

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Eras ese chaleco antibalas que paraba las que llegaban a mí para, después, dispararme allí donde no estaba protegida, pues Cupido clavó la flecha y tú el puñal solo para verme desangrar como antes jamás, pues no solo mi corazón lloraba, también lo hacían las heridas profundizadas y mis ojos. Todo mi ser lloraba siguiendo los pasos de esa tormenta que se había hecho con la ciudad queriendo imitar mis lloros en gotas calladas que resbalan por las ventanas hasta caer en el precipicio de sus repisas. Y, si miras la metáfora, me verás a mí resbalándome de tu mano hasta caer a un abismo donde nadie me espera al fondo para reconstruir mis trozos, para sanar todas esas heridas que, en minúsculas y cursiva, llevan tu nombre grabado.

Desolación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora