Poseía un escudo,
antibalas, de hierro.
Y, supuestamente, ese muro
la protegía del dolor.
Pero, ¿existe mayor dolor
que ahogarse acompañado
por la soledad tan solo?
Poseía
un bloque que a las flechas
impedía
atravesarla.
Pero, lo que no sabía,
era que esa capa protectora
solo estaba ayudando al mar
a llevarla al naufragio,
ese que era su peor enemigo,
ese al que ella tanto temía.
Pues, su propio peso
era el que la empujaba
a seguir cayendo
sin encontrar
un fondo
en el que darse por vencida
y dejar que el vaivén de las olas
la lleve tan lejos
como pueda.
Estaba totalmente cubierta
de un hielo que la aislaba
completamente del dolor
que podía
traer consigo
un te quiero.
Bueno, aunque eso
no era del todo cierto,
pues, como dirían,
había una vez...Había
una vez
un chico
con sonrisa
de fuego.
Había una vez
una chica
hiceberg,
cuyo corazón,
luchaba contra
cualquier sonrisa
que fuera capaz
de descongelarlo.
El destino, supongo,
quiso
que se cruzaran sus caminos
por imprevisto.
El destino
causo el deshielo
de aquel corazón
todo hecho
de retales que tapaban
sus mil y una
batallas libradas
sin éxito en ninguna.
El destino
quiso
dejar totalmente expuesto
aquel pequeño órgano
a cualquier bala
que atravesarlo quisiera,
con tan mala fortuna
que él se transformó
en una de ellas,
en la más mortal,
en la que a ella
llevó
a naufragar.
Dicen que de los errores
se aprende,
pero, es que,
él
es el error que
desearía
cometer
el resto de su vida.
Y, bueno,
aunque
ahora se protege
con hierro,
sigue deseando
volver a ver
a su sonrisa
incendiando
todas sus ruinas.
ESTÁS LEYENDO
Desolación.
RandomPlasmando pedacitos de su alma en hojas de papel, libera lágrimas que la ayudaban a dejar de naufragar durante el tiempo en que su dolor se fundía en tinta.