Caricias como arma mortal.

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Sus dedos parecían

una escopeta cargada

de caricias

que, la piel, erizaban

aún más que el propio frío.

Parecían,

pues solo eran

perdigones

que concurrieron

en el punto central

de mi corazón,

minimizando su pulso

hasta que, éste,

pareció un lejano recuerdo

de aquellos tiempos

felices en los que tú estabas

a mi lado rompiendo la rutina

de las tempestades diarias.

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