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Miré de nuevo mi anillo en mi dedo.

Había pasado dos días desde la hermosa propuesta de matrimonio de mi querido novio, Alexander, o, mejor dicho, mi prometido.

Mi tía lo había tomado bien, de hecho, lo tomó excelente.

Aún recuerdo el momento en el que le di la increíble noticia que cambiaría mi vida por completo.

Llegué a mi casa después de la increíble propuesta y por suerte, Meg se encontraba en casa.

Aunque no sola.

Roy también se encontraba aquí y pues, después de sus planes de boda, él pasaría más tiempo en mi casa, junto a ella, lo que me hacía tan feliz.

Al verla feliz, yo siempre sería feliz.

Ella no dudó en acercarse al ver mi rostro de felicidad y es que emanaba felicidad pura que estoy segura de que nadie me la quitaría.

   —¿Qué ha sucedido? – preguntó Meg, con una sonrisa en su rostro.
   —Sé que es pronto, pero... no planeamos hacerlo ahora. – dije, mordiéndome el labio.
   —Ella, dime que sucede. – dijo y la tomé de las manos.
   —Estoy comprometida. – dije, sonriente.

Ella soltó mis manos con algo de sorpresa, lo que me hizo sentir aún más nerviosa por su reacción o por la reacción que podría tener después.

Pero me sorprendió más al sentir sus brazos rodearme y comenzar a sonreír con lágrimas recorriendo su mejilla.

   —Oh por dios. – dijo, separándose y mirándome a los ojos. – Estoy tan... tan contenta. – dijo, secando sus lágrimas. – Ahora lloro como una magdalena. – rio un poco, contagiándome su risa y sus lágrimas. – Esto es tan... hermoso, mi niña. – sonrió, acariciando mi mejilla.
   —Te quiero, Meg. – sonreí y la abracé.
   También te quiero, Arella. – dijo, correspondiendo mi abrazo.

Ahora ella se ocupa por su boda y justo en este momento me espera para que podamos ir a escoger su lindo vestido de novia.

Me terminé de arreglar y salí de mi habitación, encontrándome con Elizabeth, la cual también iría con nosotras, así que juntas salimos de la casa y nos montamos en el auto, en el cual ya se encontraba Meg, lista para conducir.

Ella encendió el auto y comenzó a conducir hacia aquel local en el cual nos esperaba Gabriella, al parecer ella había hecho la cita en el mejor lugar que se podría encontrar, lo que Meg agradecía.

Al llegar nos bajamos y entramos, saludando efusivamente a Gabriella, la cual correspondió nuestro saludo y posteriormente llevó a Meg hacia los vestidores, en los cuales tendría vestidos para elegir.

Las chicas y yo nos sentamos en unos sillones de espera, esperando a que mi tía salga con un vestido puesto.

Ella comenzó a salir con diferentes vestidos, los cuales, realmente, le quedan hermosos.

Su felicidad se notaba tanto, su sonrisa es tan resplandeciente y en sus ojos se podía ver el brillo que siempre deseé ver desde que la conozco.

Al final, salió con un hermoso vestido que, como pude ver, le encantó y ambas sabíamos que ese vestido es el correcto.

Pero su mirada de pronto me preocupó.

Decidí seguir su mirada, la cual guiaba hacia la calle, pero ahí no hay nadie, realmente no se encuentra nadie fuera, lo que me confundió.

Meg salió corriendo de la tienda, por lo que la seguimos, pero ella se quedó parada y su mirada se veía como si estuviese buscando a alguien.

   —Meg... – me acerqué a ella y me volteó a ver de prisa.
   —Debemos irnos. – dijo, regresando a la tienda para poder cambiarse.

Miré a las chicas, las cuales no comprendían nada sobre lo que acaba de suceder, de hecho, nadie entendía nada.

Todo es demasiado confuso.

Minutos después nos encontrábamos encima del auto, mientras Gabriella lo encendía, pero Meg de prisa se vio sorprendida.

   —Oh por dios. – dijo y la miramos.
   —¿Qué sucede? – dijo Gabriella.
   —Ve hacia la derecha. – dijo Meg, sin dejar ver hacia un punto ciego.
   —Pero...
   —¡Hazlo! – gritó Meg, haciéndonos sobresaltar.
   —Bueno... bueno. – murmuró Gabriella y condujo hacia donde Meg le indicaba.

Al final, después de tantas vueltas y recorrido por todo el pueblo, terminamos llegando al panteón, pero no cualquiera, uno que, al parecer, se encontraba abandonado desde hace años y que nunca decidieron renovarlo o cambiar los cuerpos de lugar.

Simplemente lo abandonaron.

Meg, sin pensarlo, salió del auto y corrió hacia algún punto fijo, mientras que nosotras nos quedamos en el auto, sin saber que hacer realmente.

Por lo que decidimos bajarnos y caminar sin siquiera separarnos.

La noche comenzaba a llegar y Meg se encontraba perdida en este inmenso lugar, al igual que nosotras.

Pero una luz nos hizo reaccionar.

Al parecer se trataba de fuego, lo que es realmente extraño, sobre todo en un lugar como este.

Las tres caminamos con valor hasta llegar a ese lugar, en el cual, tan solo se encuentra Meg, mirando hacia la oscuridad.

Al llegar a su lado, puse mi mano en su brazo y ella reaccionó.

Me miró y después volvió a su vista al mismo lugar.

Seguí su mirada hasta ver una silueta humana, la cual comenzaba a acercarse a nosotros hasta llegar frente y así ver que se trata de una mujer.

Pero no cualquier mujer.

   —Hola, chicas. – dijo la mujer que conocí hace poco.
   —Alycia. – murmuró Meg, viendo a su hermana y madre mía frente a nosotras.

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[COMPLETA] ✓ARCÁNGEL: La Maldición de los Reinos II [SAGA: ARCÁNGEL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora