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Toda la noche nos quedamos acostados, platicando un poco sobre lo que ha sucedido este tiempo y sobre nuestro futuro.

Ambos queremos un futuro juntos y eso es tan notorio.

Después de las guerras y al terminar la maldición, hemos decidido avanzar un poco más.

Mi sueño siempre ha sido el casarme y formar una hermosa familia a la que podría cuidar y proteger con mi vida.

Aunque muchos pensarán que estoy loca por querer estar en matrimonio con un chico que llevo conociendo casi un año, pero pienso que, para el amor, los años no existen.

Aunque mi mente esté envuelta en muchas cosas que pasan a mi alrededor, Alexander es mi salida a todo lo malo.

Él es mi vida.

Una mano se posó en mi pecho, justo donde se encontraba el lindo collar que me dio Meg, aunque no sabía si conservarlo porque pertenecía a mi madre, la cual no había muerto, sino que, prefirió esconderse junto con más sujetos como ella, aunque había algo que no entendía...

Si ella se encuentra con Nephilims y es la líder, significa que ella es Nephilim... lo que me haría a mi como ellos.

O quizá no...

No conocía del todo esa historia, el que sabía más era Kyle, pero en estos momentos, no me apetecía tener una charla con él y quizá... en un buen tiempo no la tendría.

Unos labios en mi cuello me sacaron de mis pensamientos.

Comenzaba a disfrutar de las caricias que me proporcionaba mi novio, haciéndome olvidar de todo lo malo que ocurría.

Quizá en estos momentos se encontraba leyendo mis pensamientos, los cuales comenzaban a volverse locos por la calentura que comenzaba a tener en estos momentos.

Abrí mis ojos y vi como Alexander posaba su mirada en mí.

Sus ojos se encontraban oscuros, llenos de deseo, el deseo de besarme hasta morir.

Ambos compartíamos el mismo deseo.

Nuestros pensamientos no nos daban la opción de detenernos, era tan fuerte el deseo que nada podía detenerlo.

Él volvió a posar sus labios en mi cuello mientras que tomaba mi cintura con fuerza, con su mano libre comenzó a recorrer mi piel desnuda por debajo del pijama.

Su mano fría me hizo soltar un jadeo que, al parecer, fue música para sus oídos, porque no detenía sus caricias.

Poco a poco fue subiéndola hasta llegar a unos de mis pechos y ahora, agradecía el no tener puesto un sostén, porque sería incómodo.

Era la primera vez que nos encontrábamos de este modo, aunque, para mí era la primera vez de todo y me encontraba tan nerviosa.

Pero me tranquilizaba un poco sabiendo que se encontraba de Alexander, el hermoso arcángel que llegó a mi vida para darme lo mejor del mundo.

Sus labios bajaron hasta mi estómago sin despegar su mano de mi pezón que, en estos momentos, se encontraba endurecido.

Sus besos comenzaron a subir por mi estómago, sus besos eran húmedos, lo que lo hacía mejor.

El aire helado que se encontraba en la habitación lo hacía más placentero, porque a pesar del frío, ambos nos encontrábamos sumergidos en un aura tan caliente y excitante.

Los besos en mis pechos fueron lo que me sacaron de mi cordura, haciéndome jadear una y otra vez, dándole a entender que realmente disfrutaba de esta apasionada noche.

Poco a poco fue quitándome la camisa y él hizo lo mismo con la suya, dejando nuestros torsos al descubierto.

Se acercó a mí, uniendo nuestros cuerpos y besando mi cuello, mi punto débil, lo que hacía que mis vellos se erizaran tanto.

Su mano comenzó a descender su trayectoria, justo en mi zona intima, por encima de mi pijama.

Sus dedos comenzaron a moverse con lentitud, lo que hacía que me sintiera en la gloria.

Pero fue hasta que metió su mano, por encima de las bragas para poder tocar mejor, lo que hizo que gimiera con tanto placer.

Él me producía tanto placer inimaginable.

   —Estás tan mojada. – murmuró, con su voz ronca y bastante masculina.

Pero yo no podía responder, disfrutaba tanto su tacto tan... inquietante y perfecto.

Abrí mis ojos y de nuevo, conectaron con los suyos.

Él comenzó a retirar mi pijama y posteriormente, su pantalón.

De un momento a otro, ambos cambiamos la posición y ahora, me encontraba a horcajadas, encima de él.

Sus manos tocaron mi cintura y poco a poco comenzó a moverme encima de él, por encima de su bóxer, en el cual se podía ver su enorme erección, la cual sentía tan bien en mi zona intima.

Él tomó mis manos sin dejar los movimientos que poco a poco se volvían tan intensos y las puso en su espalda, justo donde se encontraban sus cicatrices.

Y aunque estas no fueran la razón por la que entraría a sus pensamientos, de algún modo me transportó a una realidad alterna, en la cual nos encontrábamos de la misma forma, pero ahora hizo lo que más deseábamos en este momento.

Me besó.

El beso parecía tan real que, me producía tantos escalofríos.

Era como si estuviésemos en el baile, cuando lo besé por primera vez, cuando él respondió mi beso y al final nos dijimos lo que sentíamos el uno por el otro.

Aunque solo fuese un pensamiento, todo era tan real.

Los movimientos fueron tan rápidos que, sin darme cuenta, él comenzaba a besarme desde mis labios hasta mis pechos, lo que hacía que me excitara aún más.

Él volvió a mis labios y posó sus manos en mi trasero, haciéndome mover más, haciéndome disfrutar de esto tan mágico.

Y al parecer también lo disfrutaba él, porque de vez en cuando jadeaba un poco y soltaba uno que otro gemido bajo.

Alexander me pegó aún más a él y de pronto lo sentí.

Sentí esa paz, esa tranquilidad.

Sentí como todo el estrés se iba de mí.

Sentí como me estremecía encima de él, mientras me abrazaba con fuerza y respiraba con dificultad.

Al parecer, ambos habíamos llegado al clímax, juntos, y eso me gustaba, de hecho, me encantaba.

Comencé a sentir aún más húmedo abajo, por lo que me bajó de sus piernas y me acostó a su lado.

Poco a poco fui cayendo en la realidad, en la cual había sucedido lo mismo, solo que sin nuestros labios juntándose.

Era lo que odiaba, el que no pudiésemos besarnos por la estúpida maldición.

Pero lo increíble era que Alexander podía llevarme a otra realidad en la cual no existía nada horrible, en la cual no nos encontrábamos maldecidos por unos estúpidos arcángeles o demonios.

O lo que sea que nos arruinó la vida.

Él me acercó a su pecho y me hizo posar mi cabeza en él, para luego acariciar mi cabello y así, hacerme quedar dormida.

Después de nuestro mágico momento.

Por fin, puedo descansar tan tranquilamente en sus brazos, en su pecho, en él.

Y es lo que más amo.

 

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[COMPLETA] ✓ARCÁNGEL: La Maldición de los Reinos II [SAGA: ARCÁNGEL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora