—Joder, no me lo puedo creer— grité en cuanto llegué a la moto. La rabia me ardía por las venas y estaba entrando en pánico sabiendo que Kaleb estaba cerca, pero es que eso era lo que me estaba provocando el malestar. Dedrik me pisaba los talones, era la responsable de llevarlo a casa y le noté muy preocupado por la situación en general.—¿Debería preguntar o...? — me miraba con su rostro inexpresivo y los brazos cruzados sobre su pecho hasta que la primera lágrima cayó por mi mejilla— Oye, oye, oye, ¿Qué está pasando? No llores, nunca sé cómo actuar cuando alguien llora y me estás metiendo en un compromiso del que no sé si sabré salir.
Las lágrimas caían con rapidez por mis mejillas como una cascada. Me llegaban a la boca y estaban saladas. Me alejé todo lo que fui capaz de allí y di un grito, como consecuencia de reprimirme a no ir y golpearle la cara hasta que me saciara. A veces pensaba que ni con eso me quedaría tranquila, no era suficiente para lo que me había hecho pasar.
— Escúchame.
Dedrik me tiró del brazo obligándome a frenar. Estábamos lo suficientemente lejos de cualquier persona para que pudiera respirar tranquila, pero era incapaz.
Continué llorando y el pecho me empezó a arder de una manera dolorosa, sentía que me desvanecería en cualquier momento.
Las manos de Dedrik acabaron en mis mejillas obligándome a mirarle. Mi respiración era tan errática que me estaba empezando a doler también la garganta — Tranquilízate, tienes que respirar normal o terminarás en un ataque de pánico de verdad.Y tú que sabrás, quise decirle.
En más de una ocasión intenté hablar, pero el nudo en la garganta y esa estupida forma de respirar como si no hubiera ni una pizca de aire en la tierra me lo impedía.
Dedrik se estaba empezando a poner nervioso por no saber manejar la situación. Se sobó la cara un par de veces y tenía el pelo despeinado.
A los pocos segundos sonrió y una bombilla imaginaria apareció iluminada en lo alto de su cabeza. Al parecer se le había ocurrido algo.— Me dijiste que cuando pasaba esto solías leer, pero no traigo ningún tipo de libro conmigo y tú seguramente no tengas tus pastillas, ni quieras tomarlas — explicó desenredando los auriculares que traía en la chaqueta — Sabes que yo me suelo poner Cds, pero a falta de ellos tenemos Spotify — sonreí sin darme cuenta entre los llantos y acepté el auricular que me ofreció — Y también tenemos el cielo, no se ven tan bien las estrellas como desde mi habitación pero hoy hay una luna enorme. Nos podemos sentar... estuve investigando y tengo curiosidades que contarte sobre una lluvia de meteoritos en la constelación de draco.
Moví la cabeza hacia arriba fijando los ojos en el cielo completamente negro con diminutos puntos decorándolo y una luna amarillenta. Seguí sonriendo a pesar de ver el cielo borroso, no podía frenar las lagrimas.
Dedrik buscó en su lista de reproducción favorita y tiró de mí para estrecharme entre sus brazos mientras las voces de The Neighbourhood lograban calmarme. O tan solo fue él.— No sé si quiero que me pongas en contexto de todo, tiene pinta de ser una trama demasiado compleja para estas horas de la mañana.
Aún había oscuridad rodeando el barrio pero estaba apunto de amanecer. Hacían pocos minutos desde que Matthew, con la furgoneta con remolque de sus madres, nos dejó a ambos junto a mi moto sanos y salvos en mi casa.
Las cosas durante las horas antes se habían ido un poco de nuestras manos y digamos que ninguno de los dos estaba en condiciones de caminar perfectamente en línea recta.— Estoy demasiado borracha como para contarte todo con detalles sin ponerme a divagar — balbuceé intentando mantener los ojos abiertos.— Estábamos sentados enfrente de la puerta principal, en el pequeño espacio de mármol que sobresalía. Mi casa no tenía porche y nos estábamos llenando las zapatillas del barro que se había acumulado por lloviznar horas antes.
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El precio de los excesos
Teen FictionLos hermanos Jhreskov tienen pocas cosas en común aparte del apellido. Desde la muerte de sus padres han sobrevivido gracias a su banda, los Sabuesos y a una única regla: no mentirse entre ellos. Pueden llegar a parecer una familia ejemplar llena...