Los hermanos Jhreskov tienen pocas cosas en común aparte del apellido.
Desde la muerte de sus padres han sobrevivido gracias a su banda, los Sabuesos y a una única regla: no mentirse entre ellos.
Pueden llegar a parecer una familia ejemplar llena...
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Nunca había sido muy partidaria de las conglomeraciones desmesuradas de personas. Cuando era pequeña prefería celebrar mis cumpleaños de una forma familiar, sin veinte niños correteando por el jardín, que aunque fueran mis compañeros de clase, no los conocía de nada. Quizás todo era consecuencia de mi desconfianza hacia las personas. Una vez le oí decir a mi padre que no había que confiar ni en la sombra de uno mismo, pues en la oscuridad todo desaparecía y solo quedabas tú.
Me incomodaban demasiado las miradas que estaba recibiendo al bajarme de mi moto una vez llegué a OBK. Aparqué detrás de lo que creía que era el coche de Alexander y di las gracias en silencio porque no estuviera lloviendo.
La calle estaba a rebosar de coches y de personas. El jardín delantero estaba plagado de universitarios y universitarias demasiado bien vestidos, pero algunos en mejor estado que otros. Había un par vomitando en los arbustos que separaban la fraternidad de al lado y otros simplemente estaban allí bebiendo, riendo y bailando. La música era estridente, tanto, que se oía a varias calles de distancia, pero es que salía música de varias fraternidades a la vez en todo el recorrido.
Yo miraba hacia los lados con cautela mientras caminaba por las baldosas que conducían a la entrada. Estaba intentando reconocer rostros, pero sólo pude distinguir a un par de sabuesos. Parecía ser la única que estaba sola.
En un intento de analizar el lugar, alcé la mirada y me sorprendí al encontrarme con dos pares de ojos mirándome desde el tejado. Ambos chicos estaban sentados al borde de una ventana y parecían estar fumando. Uno de ellos era Dedrik Schneider y al otro no le había visto nunca. Sus piernas estaban dobladas y mantenían ambos los pies quietos en las tejas de color oscuro. Quité la mirada de ellos bruscamente cuando choqué con una espalda desnuda al principio de los escalones que daban a la puerta principal.
— Hola, Jhreskov — gritó en forma de saludo el chico moreno. No me acordaba de su nombre.
Llevaba un barril de cerveza en uno de sus hombros y varios chicos iban delante de él haciendo la misma acción. El resto de la gente los coreaba como si fueran verdaderos dioses trayendo agua en un año de sequía. Ninguno llevaba camiseta y tenían pintadas unas líneas de color azul sobre las mejillas haciéndole honor a las sudaderas azules que siempre solían llevar. Mi respuesta fue sonreírle mientras intentaba pasar entre la gente vitoreandoles.
La luz era tenue pero había focos con diferentes luces de colores por doquier, haciendo parecer a la fraternidad una completa discoteca de música electrónica.
Todos hicieron caso al pie de la letra a Evan y aunque había alguno que tenía la cara pintada, iban elegantes y peinados decentemente.
Me había quitado la chaqueta nada más entrar y la sujetaba con fuerza contra mí al igual que el casco negro que me ponía para conducir. Buscaba a Piper con la mirada, pero había demasiada gente.