XXVII

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Y ahí estaba el ejemplo de porqué no podía dejar a las niñas solas ni si quiera para ir al baño

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Y ahí estaba el ejemplo de porqué no podía dejar a las niñas solas ni si quiera para ir al baño. 

Las pequeñas bebés estaban a solo un par de días de cumplir un año de vida. Un año dónde todo había resultado muy difícil para la pareja de adolescentes, cargadas de responsabilidad extra, no dormir, trabajar a veces de sol a sol e intentar criar a seres humanos decentes.

Y ahora que Ochako se había dado cinco minutos para ir a orinar en paz, escuchó las risas de las niñas y unos pasos temblorosos. Se levantó asustada, con los calzones a mitad de las piernas y alcanzó a ver cómo una de las trillizas tomaba un bote de pintura y se lo lanzaba a su hermana.

Y soltó una risa malvada.

Ochako suspiró viendo cómo la alfombra blanca ahora tenía una horrible mancha roja. Se regresó al baño a asearse y volver. Hikari estaba dando sus primeros pasos, impacientes, Rin estaba balbuceando algunas pocas palabras (que eran "Papá" y "Mamá")  mientras que Yumeko tenía un ritmo de aprendizaje distinto y ella aún solo se movía desplazándose y solo hacia ruidos. Ella la llamaba por su nombre, pero Yumeko no respondía. De hecho, Ochako y Katsuki pensaban seriamente que ella tenía una dificultad auditiva o del habla. Pero eso el pediatra debía revisarlo.

Cuando por fin estuvo lista, salió y encontró a Rin llena de brillantina... Que Hikari le lanzó encima.

—¡Niña mala! —le regañó Ochako quitándole el contenedor ahora vacío de la brillantina dorada.

La regañada comenzó a llorar. Y la que fue atacada por brillos, también comenzó a llorar.

—Van a tener que ir las tres a la ducha.

Cosa que si pasó. Y aunque las baño bien, el dorado no se fue.

—Pareces una de esas cartulinas brillantes, hija. —se quejó la castaña tomando a sus hijas y llevándolas a la habitación donde descansaba su madre aún en coma.

Ahí tenían toda la ropa de las niñas. Aprovechó para colocarle medias a todas, y un vestido (que eran todos iguales) y les peinó el poco cabello rubio que tenían colocándoles un cintillo a cada una de distinto color.

—Se ven preciosas...

Abrió los ojos con sorpresa.

El monitor cardíaco que estaba a su costado empezó a sonar más fuerte y ella se acercó con rapidez hacia su madre y notó que tenía los ojos abiertos, mirándola a ella y a las pequeñas.

—¿¡Mamá!?

—Hija... Te ves hermosa. —le susurró con suavidad, con los ojos llenos de lágrimas.

—Ay mamá te extrañe mucho. —le chilló con las mejillas empapadas en lágrimas.

—¿Esas son mis nietas? Están muy grandes Chako, ¿Cuánto tienen ya?

S.O.S, ¡Bebé en camino! | KacchakoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora