XXXI

1.4K 116 7
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


La boda había salido sin contratiempos, ambos se habían casado con una tradición occidental y también sintoista, intentando mezclar ambas culturas que tan marcados tenían el japón actual. Ochako intentaba dejar de sonreír ante la inmediatez de las cosas, pero francamente era imposible.

Tomó aire mientras su esposo acariciaba el dorso de su mano con suavidad. 

—¿Estás nerviosa?

—No, sólo quiero divertirme, mi amor. 

—Pffff, vamos entonces, supongo que todos estos extras ya están en el salón de eventos.

—Deja de llamarlos extra, Katsuki.

—Es de cariño.

—Cariño, claro... Bien, vamos.

—Katsuki, debemos cambiarnos al kimono tradicional...

—Malditas tradiciones.

—Es que tampoco me siento cómoda ante la ropa tan apretada mi amor.

—Bien, bien, vamos, te ayudaré a colocarte el obi.

Estuvieron fuera treinta minutos, el cambio de ropa era dejar atrás su "soltería" para iniciar su nueva vida. Ochako estaba contenta, claro que sí, mientras Katsuki con todo el amor del mundo le colocaba las capas del kimono por encima del juban blanco. El obi se demoró diez minutos en acomodarlo perfecto. Su vestimenta nupcial correspondía a un blanco tan puro como la nieve, con detalles de color rojo intenso, como los labios de la muchacha, adornado un obi con flores rojas.  

Mientras que Katsuki se vistió con un kimono de color gris, con un obi decorado de pequeñas explosiones. Ochako le miró mal y él le restó importancia, compartiendo una risa cómplice.

—¿Sabes qué es peor? que mañana te tendrás que volver a colocar ese vestido.

—¿La fiesta durará estos dos días? —preguntó la muchacha entusiasmada.

—No podría ser menos, Ochako. —le sonrió él dándole un suave beso.

Ambos se tomaron de la mano para ingresar finalmente al salón del evento. Ochako se mareaba, mientras ambos estaban casándose en la ceremonia no estaban, ni por asomo todos los invitados a la fiesta. Prefirieron hacer algo más intimo para la ceremonia. Pero ahora, que ingresaron al salón, la ansiedad de la castaña se acrecentó; habían más de cuatrocientas personas distribuidas en distintas mesas, una planeación que tuvieron que hacer por meses para evitar poner a dos personas que se odiaban en una misma mesa... 

—¿Desde cuándo mierda tenemos tantos amigos? —preguntó Ochako tapando su boca, sorprendida.

—Ay diablos, no sé. Pero tu familia es grande y la mía también. —le comentó él tomando su mano. —Además que quisimos invitar a la ex clase a, a la b, a los profesores, y un montón de gente extra más porque pusiste eso de que los invitados tenían derecho a llevar una pareja.

S.O.S, ¡Bebé en camino! | KacchakoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora