Sintió un corrientazo desde la punta de los pies hasta la cabeza, al mismo tiempo que sentía sus mejillas enrojecerse y los latidos de su corazón acelerarse. La vista de aquella noche era enigmática, distinta, cálida, pero sobre todo acogedora. El azul de su mirada se enfocó en algo que siempre llamaría su atención a pesar que estuviera rodeada de cosas iguales de increíbles. Aunque, esa vez no se trataba de «algo», sino de alguien. La silueta de Juliana creció delante de sus ojos, capturando toda su atención. Aquella viveza con la que sonreía y mordía su labio inferior, la dejaba sin aliento. Incluso aún después de tanto, la seguía deseando en todo sentido.
Desde esa distancia apreció con una sonrisa lo que Juliana sorpresivamente había preparado para ella. Algo que, no esperaba, pero que no le extrañaba. Sabía perfectamente lo romántica, cursi y sensual que podía ser Juliana cuando se lo proponía. Era algo tan característico en ella, pero ella amaba aquello de la ojimarrón.
—¿Vino?—le preguntó Juliana con una sonrisa mediana mientras se acercaba a ella a pasos lentos. Por un momento Valentina había olvidado lo que Juliana podía lograr con tan solo una sonrisa diminuta. Aceptó la copa que su esposa había servido para ella, y sin perder contacto, ambas tomaron. Aquel excitante juego de miradas había comenzado.
—No había encontrado el momento perfecto para decirte esto pero... —la morena se acercó a ella, tomándola por la cintura—. Te ves muy guapa, casi no pareces real, y digo casi porque estoy tocándote, estás aquí entre mis brazos. ¿Cómo le haces para ser tan guapa sin tanto esfuerzo?
Valentina sonrió pasando su brazo disponible por el cuello de la morena mientras esta era sujetada por la cintura.
—Creo que viene de familia, señorita Valdés.
—No lo dudo, me habría encantado conocer a las personas que crearon semejante belleza—le guiñó el ojo coqueta mientras sonreía—. Me gusta verte y sentirte feliz.
—Desde que te conocí, no existe día en el que no me sienta de esa manera. Contigo a mi lado todo es... Mágico, perfecto—suspiró—. Contigo lo tengo absolutamente todo lo que un día soñé tener. Lo que un día deseé con todas las fuerzas de mi corazón.
—¿Siempre eres así de cursi?—bromeó Juliana tomando de su vino—. Preparé una cena para las dos.
—¿La hiciste tú?—Valentina se mostró sorprendida.
—El hecho que no me guste cocinar no significa que no sepa cómo hacerlo, pero contestando a tu pregunta, sí. Todo lo que ves, lo hice yo. Todo, absolutamente todo porque no existe cosa alguna que no quiera hacer por ti.
—¿Ahora quién es la cursi?—cuestionó Valentina riendo suavemente.
—Confieso que soy una cursi empedernida, pero sobre todo enamorada. ¿Cómo no serlo?—le preguntó—. Si hubiese decidido ser escritora y no abogada, habría escrito por ti. Todas mis letras fueran para ti, de eso no cabe duda, pero en cambio...—acercó su boca al cuello de la castaña dejando un corto beso inocente para luego verla a los ojos—, aún sin serlo, todo de mi es para ti.
—¡Eres tan romántica!—Valentina se aventó a sus brazos uniendo sus labios en un beso profundo, necesitado, apasionado. La morena sonrió contra sus labios, y dejó las copas a un lado para poder tener mejor acceso a Valentina.
Sin dejar de besarla, Juliana aprisionó a Valentina contra una pared que estaba a su costado, cosa que, hizo que Valentina gimiera sobre su boca. La morena al escuchar aquel pequeño jadeo, arrimó su pelvis aún más cerca a la de la castaña. Aquel beso era, en lo que concierne, nada casto, nada decente. Las manos de ambas se movían sobre el cuerpo de la otra con descaro, con cinismo.