Capítulo 20. [Amameceres]

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Juliana llevó las manos a su cabeza mientras sentía la punzada en ella cada vez más fuerte. Gimió de dolor cuando intentó moverse, y su cuerpo se contrajo. Sus piernas y sus brazos estaban débiles, y sus ojos seguían cerrados. A pesar de ser un lugar obscuro, y no poder ver nada, la sola idea de abrirlos luego de estar cerrados por lo que ella creyó bastante tiempo, causarían efectos secundarios. 

Sus párpados pesaban.
Su labio estaba roto y su ropa con leves manchas de sangre. Luego de ser consciente de lo que había ocurrido, abrió los ojos con rapidez causando otra punzada fuerte en la cabeza.

Vio a su alrededor. Parecía ser una habitación desalojada. Lo único que había en ella era una silla metálica, y unos vasos bajos. Los mismos que sirven en los bares para tomar los tragos. Entonces,  sintió su garganta doler. La apretó ligeramente, apaciguando el dolor que le causaba pero fue inútil. Cada vez, dolía más. Intentó moverse, pero no era posible. Una de sus piernas estaba sujeta por una cadena que iba conectada con la pared. Frunció el ceño, y cerró los ojos por un instante. 

—¿Dónde está?—abrió los ojos cuando escuchó la voz de una mujer provenir desde el otro lado. Cerró los ojos nuevamente cuando vio por el espacio entre la puerta y el piso lo que parecía ser una sombra. Pensó, que podría ser de esa mujer. La misma que había escuchado hablar.

—Aún no ha despertado—dijo una voz ronca. Escuchó la puerta abrirse, y calmó sus pensamientos y sus nervios.  Debía actuar con naturalidad si no quería ser descubierta.

—¿Cuántas horas ha estado inconsciente?—volvió a escuchar la voz de esa mujer. Semi abrió los ojos, intentando verla. Aquella posibilidad fue descartada cuando notó el rostro de la mujer cubierto por una capucha color negro. Las típicas capuchas que usan los asesinos seriales en las películas. 

—Entre unas tres, cuatro horas. A la otra tuvimos que inyectarle sedante dos veces—contestó él.

Juliana tragó grueso. La otra que había mencionado, era valentina. No podía ser otra más que ella, sus ojitos bonitos.

—Quédate aquí con ella—escuchó decir a la mujer—, deberá despertar en poco tiempo y no quiero escuchar gritos de ningún modo, tampoco quiero que la sedes. Me interesa hablar con ella lo más pronto posible. Este lugar me enferma—su voz se escuchó áspera, y asqueada. 

—De acuerdo, señora. 

El hombre con la mirada siguió el camino de la mujer que salió dejándolo solo con la morena que seguía inconsciente en el piso. Sus ojos verdes se concentraron en ella, y se acercó lo suficiente para apreciarla más de cerca. Aunque su rostro estuviera cubierto también por una tela, Juliana podía percibir el verde que vivían en sus ojos. 

—Vamos, abre los ojos—comentó él sin moverse—. Sé que estás despierta—por dentro, la morena sintió temor de lo que él le había dicho—. Abre los ojos.

Él se cruzó de brazos esperando que Juliana decidiera abrir los ojos.

—No voy a hacerte daño—le dijo, intentando ganarse su confianza—. Puedes confiar en mi. Tú y tu novia estarán bien si haces lo que yo te diga pero para eso necesito que abras los ojos.

—¿Quién eres?—le preguntó la morena con voz ronca. Él vio el marrón de sus ojos más opacos, y suspiró cuando notó en ellos ciertas similitudes.

—Julián—contestó él—. Es mi nombre. Tú te llamas Juliana.

—¿Que es lo que quieren? ¿Por qué nos están haciendo esto?—preguntó con desconcierto—. ¿Dónde está Valentina?

—Cálmate—pidió él—. Voy a responder cada una de tus preguntas pero necesito que no te alteres—la morena asintió—. ¿Te golpearon mucho?

𝐂𝐡𝐨𝐜𝐨𝐥𝐚𝐭€ || ×Juliantinas× AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora