Al día siguiente, después de vivir uno de los mejores días de su vida, Juliana llamó a su madre. Como en su trabajo había sido un día relativamente tranquilo, pensó que sería la ocasión ideal para ir y hablar con ella personalmente.
Camino a su casa, quiso cancelarlo. Los nervios eran abundantes y ni siquiera tenía diálogos formados en su cabeza de lo que posiblemente Mercedes le diría al verla. Pero, ella sabía que caerían en una conversación vaga y sin sentido alguno. Después de mucho, y de tanto, Juliana había aprendido a conocerla y la única forma de zafarse de sus sermones diarios, era siempre, darle la razón.
Toda la noche meditó en lo que le diría cuando la viera. Realmente, no tenía nada importante para decir. Seguramente, Mercedes le hablaría sobre su increíble matrimonio que estaba a punto de suceder en unos cuantos meses. La morena al pensarlo, se estremeció. Lo que días atrás le parecía maravilloso, ahora le parecía una pesadilla.
¿Cómo lo supo?
Cuando se vio a sí misma frente al espejo, y vio sus propios orbes marrones apagados y tristes. De pronto, recordó a cierta castaña de ojos azules. Mujer, que la dejó sin aliento y le regaló uno de los días más especiales de su vida. Valentina, le había dado un toque de dulzura y esperanza a sus días. Por lo menos, había logrado sacarla de su rutina diaria. Trabajos, y más trabajos. Levantarse temprano para recibir órdenes de su madre en cómo debía caminar cuando fuera al altar.
Pero su sonrisa, de solo imaginarlo, se borraba. Ya no sonreía como solía hacerlo meses atrás. Lo sentía como una obligación impuesta por su madre, y se aborrecía, a veces, por aceptar que con veinticinco años, aún podía caer en las manipulaciones de Mercedes.
Levantó la mano, dudosa entre sí tocar el timbre o no. Respiró profundo, y vio hacia su auto aparcado en el jardín. Luego, inquieta, lo tocó.
-Creí que no vendrías-fueron las primeras palabras de su madre al verla. Ella, frunció el ceño. Juraría que Mercedes había estado detrás de la puerta viéndola-. Pasa-le ordenó.
Juliana caminó dentro de la casa, viendo todo perfectamente ordenado como lo había visto la última vez que visitó a su madre.
-¿Café, jugo?-preguntó caminando detrás de ella. El sonido de sus finos tacones hacían estruendo por todo el lugar haciendo que su presencia se notara.
-Café-contestó la morena sentándose.
-Ten-Mercedes extendió una taza de café hacia ella que recibió gustosa-. Bebe.
-¿También tragarás por mí?-preguntó la morena sarcásticamente mientras Mercedes elevaba una ceja.
-Tu padre y yo necesitamos hablar contigo.
-¿Y dónde está?-preguntó viendo hacia el alrededor-. La única urgida aquí por amargarme la vida eres tú. Siempre has sido tú.
-¿Cómo te atreves a hablarme de esa manera?-le preguntó Mercedes ofendida-. Definitivamente ese matrimonio te sentará de maravilla. Alessandro debe poner carácter en esa relación. No sé cómo te permite ser tan altanera.
Juliana rió sin humor.
-Alessandro es un hombre respetuoso que no se anda involucrando en la vida de los demás, madre. Sin embargo, si crees que mi matrimonio se regirá como el tuyo con mi padre estás completamente equivocada-dijo fríamente-. Lo que menos quiero es eso que ustedes dos tienen. Apenas y se soportan y sé que tú no lo quieres.
-Reconozco que tu padre y yo tenemos nuestras diferencias, Juliana, pero somos un matrimonio sólido y respetado.
-¿De qué les sirve que sean un matrimonio "sólido y respetado" si no pueden sostenerse la mirada?-Mercedes tensó la mandíbula-. Nunca me he involucrado en su relación porque no es algo que me competa, sin embargo, madre, si me lo preguntas, creo que es patético que sigan, ambos, al lado de una persona que no los hace feliz.