Capítulo 1. [Ojitos Chocolates]

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Si me hubieran dicho años atrás que terminaría casada, y con dos hijos, de pronto lo hubiese creído. Lo que jamás habría imaginado es con quién terminé casada, y eso ya es decir mucho.

Mi nombre es Juliana Valdés, y esta es mi historia.

CIUDAD DE MÉXICO

TRES AÑOS ATRÁS

—juliana, ya baja que se hace tarde.

Y ahí está de nuevo.

El grito ahogado de mi madre repitiendo una y otra vez que llegaremos tarde al ensayo de la ceremonia de mi matrimonio.

Me observo frente al espejo. Cansada, agotada, y con ganas de dormir por días contínuos. ¿Qué acaso los padres cuando fueron adolecentes no aborrecieron a los suyos por hacer lo mismo que ellos hacen con nosotros?

De nuevo lo escucho. Su grito llamándome. O mejor dicho, apresurandome. A estas alturas del partido me pregunto quién es la que se va a casar. Mi madre, o yo. Si fuera ustedes, apostaría por ella.

Seguro gana.

—¿Por qué haces esto todas las mañanas?—frente a mi tocador descubro la silueta de mi madre recostada al marco de la puerta con las cejas fruncidas y de brazos cruzados. Me quedo en silencio porque sé que aún no ha terminado su discurso—. Sabes perfectamente que tenemos compromisos, y que no podemos estar llegando tarde siempre.  Nos quita seriedad como personas, y sabes que adoro quedar en buenos términos—claro madre, por supuesto que lo sé.¡Cómo te encanta!—. ¿Al menos estás escuchándome?

Me pregunta, curiosa y con cierta molestia en su voz.

—Madre—la llamó dándome la vuelta para verla a los ojos mientras termino de colgar los pendientes en mis orejas—. Créeme que este discurso matutino de todos los días me aburre. Por supuesto que sé que tenemos compromisos, y por supuesto que también sé que te encanta ser el centro de atención pero te recuerdo que es mi boda y—respiro profundo—, te pido una vez más que por favor me dejes en paz.

Mi madre semi abre la boca, ofendida. ¿Cómo lo sé?

Fácil. Una acción que siempre usa para manipular a su antojo.

—¿Desde que cuándo te volviste tan altanera?—preguntó viéndome con molestia—. Soy tu madre, y me debes respeto.

—Mi respeto lo tienes y siempre lo has tenido—le digo—. Pero tengo veinticinco años, madre. No soy una chiquilla.

Ella blanquea los ojos. Como siempre acostumbró a hacerlo.

—A veces actúas como una—dice imponente—. Estaré esperándote en el comedor. Si tardas más de cinco minutos en bajar le diré a Alessandro la verdadera razón por la que llegas tarde al ensayo de la ceremonia de su matrimonio.

—Alessandro sabe que me fui de copas, y también la hora de llegada—le comento, y la veo entre abrir la boca. Incrédula ante mi comentario—. Entre él y yo no hay secretos. Somos transparentes el uno con el otro así que si crees que puedes amenazarme con eso, ve buscando otra excusa.

Le doy la espalda, frustrada de la situación y en un auto reflejo la veo marcharse de la habitación molesta dando un portazo queriendo demostrar autoridad sobre mí. Suelto el suspiro que había estado reteniendo. Aliviada de no tener que seguir escuchándola hablar y caer en conversaciones vacías y sin sentido.

Corro rápidamente por las escaleras, y la veo sentada de piernas cruzadas con una expresión en su rostro de pocos amigos. Sé que está molesta. Y no me importa en lo absoluto. Me acostumbré a evadir sus sermones constantes desde que tengo uso de razón.

𝐂𝐡𝐨𝐜𝐨𝐥𝐚𝐭€ || ×Juliantinas× AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora