Capítulo 12. [Azul Cielo, Azul Mar]

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El café era frío.
Y fuerte.

Como aquella noche nostálgica donde los pensamientos llegaron como balas fugaces. . .

INICIO DE MEMORIAS Y RECUERDOS

—Entonces. . . ¿Entendiste todo lo que tienes que hacer?

Un hombre esbelto, y corpulento, miró con odio a una mujer que estaba frente a él con una sonrisa hipócrita en su cara. Por supuesto que la conocía. Era la sonrisa que más daño le había causado y que poco a poco le estaba robando la felicidad.

—Contéstame—le gritó.

—No hace falta que grites. He comprendido al pie de la letra cada palabra que has dicho.

Ella sonrió triunfante.

—¿De nuevo melancólico, querido?

—No es tu problema—él se puso de pie, viéndola con molestia—. ¿Es todo?

—Es todo—finiquitó—. Pero quiero que sepas una clase, mi querido Ale. . .—Mercedes se acercó a Alessandro con una sonrisa manipuladora. Su rostro se ensombreció—. No me gusta cuando las personas a las que les deposito mi entera confianza me quedan mal.

—¿Cuándo te he quedado mal?

—Nunca—ambos se vieron—. Espero que esta vez no sea la excepción.

—No lo será.

—Estaremos en contacto.

—Pienso viajar pronto—Mercedes tensó la mandíbula—. Necesito ver a mi familia, saber si están bien.

—Te he dicho que lo están—murmuró riendo suavemente—. Tu queridísima mujer y el pequeño Ethan están muy bien. Los tengo en vigilancia.

Alessandro, apretó los puños.

—¿Por qué lo haces?

—Ya conoces el porqué de muchas cosas.

—¡Es tu hija!—le gritó.

Juliana puede ser muchas cosas, Alessandro. Menos mi hija.

Aquello, sacó de órbita al castaño que la veía escéptico.

—Pero. . . —ella lo interrumpió.

—Cierra la puerta cuando salgas.

Sus palabras, fueron determinantes.
Alessandro le dio una última mirada a Mercedes que lo veía con incredulidad desde la comodidad de su casa.

Antes de marcharse, negó con la cabeza. Preguntándose cómo había quedado envuelto en ese torbellino de emociones y conflictos que aún. . .

No salían a la luz.

CIERRE DE MEMORIAS Y RECUERDOS

CIUDAD DE MÉXICO

—¿Falta mucho?—preguntó Valentina riendo mientras veía como Juliana rodaba los ojos por enésima vez—. Si sigues haciéndolo, quedarás tuerta.

La morena le dio una sonrisa poco animada.

—¿No crees que es mejor que me ayudes a que estés allí, estática, sin hacer nada?—se quejó. Valentina bufó caminando hacia ella.

—Que débil eres—masculló.

—Ayúdame—le pidió en un hilo de voz.

Valentina se acercó a ella, con prontitud. Juliana la vio por el rabillo del ojo, tragando grueso. Quizás, sí había sido mala idea que Valentina se acercara a ella.

𝐂𝐡𝐨𝐜𝐨𝐥𝐚𝐭€ || ×Juliantinas× AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora