Sus ojitos marrones me miran con curiosidad.
Siento su mirada detrás de mí, y me río sin que pueda notarlo.Es media noche.
La brisa es fresca. Lo sé, porque al lado, hay un gran ventanal donde se puede apreciar la inmensidad del mar. Suspiro profundamente porque la sensación, es sumanne maravillosa. La última vez que visité un lugar así, fue cuando tenía dieciséis años. Y la experiencia, no fue tan buena como esta.Mezclo, al ritmo de la canción que está sonando. Suave, melodiosa, armoniosa. Como todo lo que nos está rodeando.
—¿En el piso que compartes con la señorita Parker, también mezclas semi desnuda?
Pregunta la morena a mis espaldas. Internamente, sonrío. Si Juliana no quiere tocarme, al menos que sienta esta agonía que siento yo por todos los rechazos que he recibido de su parte. Me encojo de hombros, dándome la vuelta. Ella me ve arrogante, y arquea una ceja.
Jodidamente sexy.
—A veces—respondo en voz baja.
—No sé si me guste mucho esa idea—ladea la cabeza de un lado hacia el otro, negativa.
—Alguien tiene que apreciar mi cuerpo. ¿No crees?
—Yo puedo hacerlo sin ningún problema.
Con la yema de sus dedos, juguetea con un molde de frutas que está sobre la mesa. Si pudiera describir la mirada de Juliana, diría que es. . . Imponente. Demostrando autoridad ante lo que es suyo.
Lo que no sabe, es que yo soy suya desde la primera vez que nos besamos. Desde el momento donde sus manos, tocaron mi cuerpo.
—No lo creo—me doy la vuelta nuevamente. Sé, que acciona. Escucho el sonido de la silla, y sé que viene en mi dirección.
—No me gusta cuando me retas de esa manera. Eres un imán para mí.
—Entonces. . . ¿Por qué no simplemente me tomas y dejamos a un lado las formalidades?—ella medio sonríe—. Sé que mueres por tocarme, Juliana. No te cohibas.
—Me estás tentando—dice entre risas—, pero no pienso caer.
—¿Estás segura?
Ella asiente.
—He estado todo la noche conteniendome. Sacando fuerzas de donde no las tengo, Valentina—Juliana me tomó con firmeza por las caderas—. Podré soportar un poco más.
—Desde ya, te digo que no será fácil.
—Pretendo intentarlo—se encogió de hombros—. ¿Que preparas?
—Panquecas—Juliana abre la boca, sorprendida—. Aunque no estoy muy segura si te gusten.
Ella hizo una mueca dudosa, pero muy cómica.
—Podría comerlas si tengo la plena seguridad que no moriré en el intento.
Ambas reímos.
—No pasará nada extraordinario si la comes, Juliana. Sin embargo—me separé de ella, dudosa de si me seguiría. Tomé una pequeña fresa, y la lleve a mis labios. Agradecía enormemente que Juliana fuera una mujer preparada en todos los aspectos. Ella, me observa con sumo silencio. Como si estuviera a mi merced. La fresa, queda entre mis labios. Los chocolates de Juliana, brillan, y una diminutiva y efusiva sonrisa aparece en mis labios.
—Sin embargo. . . —me invita a proseguir.
—Podríamos hacer algo más divertido.
Levanta una ceja.