8/10 PARA EL CAPÍTULO FINAL
De repente, sentí una corriente recorrerme todo el cuerpo y traspasarme hasta los huesos; mis manos empezaron a sudar como era de costumbre cuando estaba nerviosa aunque intenté no prestarle atención a aquellos detalles involuntarios que formaban parte de mi.
Frente a mi estaba Megan, con una expresión seria y de brazos cruzados. Por otro lado, también estaba Mercedes, la mamá de Juliana con un semblante bastante tenso y sus ojos opacos viéndome como si fuera una cucharada que debía ser exterminada. Ella solo me veía sin decir nada; y me ponía los vellos de punta. Su mirada era fría e inexpresiva. Como si su alma hubiese sido sacada de su cuerpo o como si realmente no tuviera corazón.
Cosa que, no podía creerlo. Todas las personas tenemos nuestro corazón solo que no somos abiertos con cualquiera. El ser humano es bastante selectivo para eso, y más cuando han vivido tantas experiencias pocos significativas. Aunque mayormente, desde mi punto de vista, aquellas que nos duelen al contar son las más especiales porque aunque en el momento no lo entendamos, nos dejan un sabor agridulce de un antes y un después. Dos nuevas perspectivas que ni siquiera habíamos imaginado.
—¿Se le ofrece algo?—escuché a Megan preguntarle. Mercedes la vio como si fuera un bicho raro, y luego volteó a verme a mí directamente—. Señora.
—Cállate, mocosa—fue lo primero que dijo. Megan abrió los ojos, indignada. Lo sabía por sus cejas fruncidas y sus labios apretados. Eso era algo bastante característico de ella—. He venido a hablar con tu amiguita.
—Valentina no está en condiciones de hablar con nadie—Mercedes la vio—. Si quiere hablar con ella espere a que se recupere completamente y luego puede ir a nuestro piso—ambas escuchamos a Mercedes reír.
—¿Y por qué yo tendría que ir?
—Porque es usted quién quiere hablar con ella. Es usted la interesada—Megan se encogió de hombros—. Le repito, Valentina no está en condiciones de hablar.
—Meg—la llamé. Ella volteó a verme con preocupación mientras lograba buscar más comodidad sobre la cama. Respiré profundo cunado sentí un dolor en la parte baja de mi espalda.
—Tranquila, Val. Despacio—me dijo.
—He venido porque quiero hablar con Valentina—dijo Mercedes mientras nos veía—, a solas.
—Ni crea que...—tomé a Megan de la mano indicándole que todo estaría bien. Ella me vio a los ojos, buscando seguridad—. ¿Segura? Sabes que no tienes que hacerlo.
—Sí tengo, Meg. Es hora de darle la cara a este asunto de una buena vez—dije viendo a Mercedes fijamente.
Escuché un respiro de resignación de Megan y al cabo de unos minutos salió de la habitación dejándome sola con Mercedes.
—Sabía que tu cercanía con Juliana solo le traería problemas—empezó Mercedes viéndome con desprecio—. ¿De verdad creíste que alguien como Juliana podía tirar todo a la basura para vivir algo contigo?—se burló—. Querida, yo no eduqué a una lesbiana. Yo eduqué a una mujer con valores, íntegra y dama ante la sociedad y no dejaré que deje de serlo por una mujer que es una desconocida—dijo con rencor—. Claramente lo único que quieres es su dinero. ¿Que otra cosa querrías de ella?
—Su amor—dije con simpleza. Mercedes se echó a reír—. Juliana me quiere, señora. Por muy díficil que le resulte comprenderlo, ella y yo nos queremos. Usted ni siquiera conoce a su hija. Cuando ella está conmigo, es una persona completamente distinta a la que usted por sus caprichos y estigmas sociales la ha obligado a ser. No la conoce, ni me conoce. Así que por favor, absténgase de hacer comentarios cuando no sabe nada de nada.