Capítulo 13. [El Dulce Sabor De Tu Boca]

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Sentía sus pasos detrás de mí.

Siguiéndome con cautela, y en silencio. Durante la caminata, no había pronunciado palabra alguna. Dentro de mi sabía que era todo un torbellino de pensamientos andante, aunque no hubiese emitido ningún sonido.

Ella me observaba con lo que podría decir. . . ¡¿Amor?!

Me reí, después de ese pensamiento. Era muy pronto para que alguien sintiera amor por una persona que solo llevaba días de conocer. Sin embargo, lo que habíamos compartido este dia le había dado más información sobre mi, que la que podría tener cualquier otra persona, y la verdad, me gustaba.

Con Valentina sentía que el mundo no dejaba de girar a nuestro alrededor. Su risa, era mi favorita. Calmada, melodiosa. . . Simplemente, algo que podría escuchar en cualquier momento del día, y jamás me aburriría de admirar su risa en silencio. Ella, era hermosa. Pero no de esas personas hermosas y comunes que día a día te encuentras en el camino.

Realmente, era especial.

Para mi lo era.

Yo no podía dejar de pensar en ella. En sus besos, en sus caricias que tanto me moría por sentir. En sus coqueteos cortos y cínicos mientras por dentro luchaba en una batalla conmigo entre hacer lo que es correcto y lo que no. No me gustaba exteriorizar nada. Siempre me había caracterizado como una persona sumamente reservada, en todos los sentidos. No me gustaban muchas cosas, que a otros sí, y en cantidades. Yo era más sencilla. Me gustaba leer historias que no tuvieran relación alguna con el romance. Prefería vivirlo, y gozarlo a plenitud yo misma. Sin que alguien más, o algún escritor desconocido por medio de sus letras intentara decirme cómo debía vivir el amor.

Me gustaba el café al atardecer en los días lluviosos. Me gustaba encontrarme conmigo misma, en la soledad de una habitación que me permitiera ser. Muchas veces dejé a un lado mis sentimientos para intentar comprender los sentimientos de los demás, y me costó. Años y años de luchas internas que nadie se imaginaba, pero que solo yo conocía muy bien. Mis momentos favoritos, eran escasos. Podía contarlos con las manos, y aún así me sobrarían dedos.

A veces olvidaba cómo encontrarme cuando llevaba varios días perdida dentro de mi. El café, en ese entonces, era amargo. Como todo lo que me rodeaba. Pocas personas se quedaban a mi lado cuando me caía, y algunas veces, tuve que levantarme sola. Sacar fuerzas de donde no tenía porque, no había alguien más a mi lado animándome. Diciéndome que todo estaría bien, aunque la verdad era que cada día las cosas, lucían mucho peor.

Pero ese era mi auto consuelo, y estaba bien para mí.

—Te deseo—su voz impregnó mis sentidos. Sus manos, fueron hasta mi cuerpo. Acariciando cada centímetro de él. Yo solo podía dejar que hiciese conmigo lo que quisiera, igual, estaba disfrutándolo.

Entre abrió los ojos, viéndome con esos orbes azules que se veían más obscuros y tentadores. Sus labios, estaban cerca de los míos. Podía sentir su fragancia en mi rostro. Lentamente, me recostó sobre la cama. Su cuerpo sobre el mío.

Sus dedos recorrieron desde mi cuello, hasta mis pechos. Allí, se detuvo. Delineando y acariciando a placer. Era una sensación que había olvidado. Sus labios fueron hasta mi cuello, mordiendo, succionando como si quisiera imponerse ante mí.

Y la idea era excitante.

Con mis manos, acaricié su espalda mientras sentía como dejaba húmedos en todo mi cuello. Nuestros cuerpos, juntos, era fabuloso. Podía sentir su humedad contra mi pierna, y cómo se balanceaba sobre ella en busca de más contacto.

Yo quería hacerlo especial y por eso estaba tomándome todo el tiempo en apreciarla con lentitud. Valentina, era una obra de arte que debía valorarse como detenimiento. Yo me moría por hacerlo.

𝐂𝐡𝐨𝐜𝐨𝐥𝐚𝐭€ || ×Juliantinas× AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora