Dicen que la vida se vive por momentos, y que aquellos que son significativos, se guardan en lo más recondito de nuestras memorias, y de nuestro corazón.
Yo también lo creo así. Las mejores vivencias, son aquellas que contemplamos en silencio cuando estamos melancólicos. Cuando recordamos lo felices que éramos en ciertas épocas, y que ya no será. El tiempo, es un arma de doble de filo. Por eso, hay que saber cómo vas a vivirlo. La monotonía, es abrumante cuando sabes que no hay escapatoria. Pero aquella se hace por voluntad, es sinónimo de poder. Ése, que muchos carecen y que a mí me sobra.
Los valientes de corazón, saben lo mucho que cuesta redimirse de la vida misma.
Sus labios buscaban los míos con desesperación. Sus manos se abrazaron a mi cuello, como si su vida dependiera de ello. Yo, sitúe mis manos en sus caderas blancas. Con mi pie izquierdo, logré cerrar la puerta del cubículo donde estábamos. La luz, era tenue. Más obscura que clara. Apenas y podíamos observarnos.
Su lengua invadió mi boca, y sonreí. Su sabor era a Cosmopolitan, ligado con cervezas y un toque de vodka. Su aliento era fresco, y delicado. Nada exorbitante. Como otros que he conocido por allí. Sus labios se prensan con los míos, y la siento reír contra mi boca. ¿Cómo es que puede ser tan adorable?
Valentina aparta sus manos de mi cuello, y las posiciona ahora en mis caderas también para darme la vuelta. En mi memoria, me asombro. Es ella quien está tomando la iniciativa de todo, y me gusta. Aunque en el fondo no dejo de sentir que es su primera vez. Su primer beso.
La siento sonreír de nuevo mientras me lleva hacia atrás. El inodoro choca con mis piernas, y en un movimiento casi autoritario, hace que me siente. Desde abajo, puedo verla. Está sonriendo mientras muerde su labio inferior. Levanto una ceja, interrogante, y su sonrisa crece. Es como si a través de nuestras miradas, estuviera retándome, y me emociono. Más de lo que debería.
Ella no lo espera, pero la tomo de las caderas rápidamente para obligarla a sentarse en mi regazo. ¿En cuál plano de mi vida me imaginé estar en esta posición? Ni siquiera en la universidad lo había hecho.
O bueno, sí. Pero no.
Su boca ataca nuevamente la mía, y sus manos se aferran a mis mejillas. No hay palabras. No hay disculpas. Solo necesidad. Necesidad de sentirnos, de tocarnos, y de besarnos. Porque, consciente o no, lo había estado deseando desde el primer día que sus ojitos azules se cruzaron con los míos. No siento remordimiento alguno, y eso me hace sentir mal por un momento. Sigo estando comprometida. Y por un beso no iba a cambiar mi realidad.
—Oye—me dice despacio, mientras examina mi mirada. Al parecer, notó que estaba distante mientras nos besábamos, y me siento estúpida por pensar en mí matrimonio cuando tengo a una preciosa mujer sentada sobre mi regazo—. ¿Estás bien?—le sonrío. Es tan linda, y tierna.
—Estoy bien—contesto—, solo que no pensé en que el primer beso que te daría sería en el baño de un bar—ambas sonreímos, y sus ojos brillan.
"No, por favor. No me mires así. No me mires como si fuera la octava maravilla del mundo porque no quiero lastimarte".
—Eso quiere decir que has pensado en besarme—me dice risueña mientras juguetea con las cejas. Entrecierro los ojos, y le divierte.
—Puede ser—respondo y ella sonríe orgullosa—. Creo que deberíamos regresar.
—¿Por qué?—pregunta rápidamente—. ¿No te gustó?
En sus ojos veo desilusión.
—No, no—me apresuro a decirle—. Me encantó—le digo—, pero tu amiga y Sebastián podrían estar preocupados.