Capítulo 11. El libro.

748 93 15
                                    

Después de esa charla, nos dispusimos a caminar de vuelta al Motel, ya era bastante tarde y necesitaba preparar mis cosas para lo que seria mi nuevo hogar.
El camino fue bastante tranquilo, ninguna de las dos volvió a decir nada, nos envolvimos tanto en el silencio, que se podía escuchar el sonido de las hojas de los árboles al ser tocadas por el viento, el cantar de los grillos, y hasta las lejanas olas del mar cuando chocaban con la arena.

En un momento, voltee la cabeza para verla, terrible idea porque una vez gire mi vista hacia su cara no hubo marcha atrás, simplemente no podía dejar de mirarla, su perfil era glorioso, todas las partes de su rostro estaban completamente armonizadas, me di cuenta de que tenía pecas, no me había percatado de eso antes, lo que mas me gustaba de su cara eran sus ojos y sus labios.

Sus ojos eran profundos, marrones obscuros, grandes, hipnóticos, era esa mirada que me había cautivado desde el primer momento que la vi en ese periódico.

Ni hablar de sus labios, que labios se cargaba esa mujer, carnosos, de un color durazno, y con lo mucho que me gustan los duraznos...

-¿Tengo algo en la cara?- alzo la ceja y me miro interrogante.

Si serás idiota Alice, se dio cuenta de que la estas mirando como si tu fueras un perro hambriento, y ella un pedazo de carne, aun que lo de perro hambriento no era tan mala descripción para mi en esos momentos, tenia meses sin ya saben acción y las hormonas están a flor de piel...

-Belleza- de nuevo mi corazón hablando antes de mi cerebro.

Ella rio de mi comentario, bueno menos mal no se había molestado...

-Que ocurrente es usted- dijo divertida.
El hecho de que me hablara de "usted" me estaba empezando a molestar y ni siquiera sabia el porque, pero bueno al menos había logrado que sonriera un poco, su semblante serio conmigo no era algo que me gustara mucho.

- No, tiene que hablarme de "usted", es decir de ahora en adelante nos veremos todos los días, podríamos ser mas informales al hablar-.

- Por eso mismo señorita Peters, es importante nunca perder la formalidad- el ambiente lindo que se había creado antes fue efímero y volvía la expresión seria a su rostro.

Dimos un par de vueltas y pronto estábamos en la puerta de mi habitación.

-Deseo que pueda descansar, y terminar de preparar sus cosas para mañana- me dijo disponiéndose a caminar hacia su cuarto, en un impulso la detuve tomándola del brazo.

¿Que me pasaba?, jamás hubiera podido hacer ese pequeño contacto con nadie, menos si solo le había conocido hace unas horas, pero es que con ella se sentía todo tan diferente...

Dirigió su mirada hacia mi mano, un poco incomoda y sorprendida por mi acción un tanto imprudente.

- Solo quiero decirle, que le agradezco infinitamente el haberme escuchado hoy, estaba mal y usted estuvo para mí- fui soltando su brazo, creo que había dicho varios comentarios fuera de lugar esa noche como para volver a ser algo inapropiado.

- Es mi deber como enfermera, siempre estar para quien lo necesite, y bueno hoy usted necesitaba de mi- 

-Buenas noches enfermera Ratched-

-Buenas noches, señorita Peters -
fue lo último que dijo antes de desaparecer de mi vista .

Cerré la puerta inmediatamente, y al entrar a mi habitación vi una maleta grande delante de la cama, había una nota arriba de esta, abrí el papel y me dispuse a leer.

"Alice están son algunas cosas de tu habitación, naturalmente no podrás llevarlas todas al hospital, pero he traído de más para que  seas tú la que elija lo que consideres indispensable en  tu estadía, si falta algo más, no dudes en decirme mañana temprano y lo traeré en unos días"

En ese momento me di cuenta de que él me había mentido, claramente sabía que no veníamos a conocer el lugar, si no ha dejarme encerrada.

Hice lo posible por no molestarme, había pasado un momento increíble con la enfermera Ratched y no iba dejar que nada, ni siquiera las mentiras de mi padre, borraran la sonrisa de mi rostro. 
Sin mas me dispuse a ver lo que había en la maleta y seleccionar lo más importante de las multitudes de cosas que había dentro; ropa, maquillaje, zapatos, nada que me dejaran usar ahí dentro.
Supongo que la mayoría del tiempo estaría en bata, o en esos feos trajes de hospital, así que elegí exactamente cinco vestidos para los días que mi madre y Richard vinieran de visita, también mi maquillaje, aunque no estaba segura si me permitiesen usarlo, pero ya saben mujer prevenida vale por dos.

Iba sacando cosa por cosa, la enorme maleta poco a poco se quedaba sola y cuando pensé que había terminado, vi algo que llamo mi atención, ese libro...

Era uno de los libros que Mónica me había dado para nuestras lecciones, en el guardaba todas las cartas o pequeñas notas que me había regalado, lo abrí con la esperanza de que esos preciados papeles siguieran ahí, para mi grandísima suerte estaban intactos.

Abrase a mi pecho ese libro, como si fuera la joya mas preciada que yo pudiese poseer y claro que lo era, era lo único que me quedaba de ella, evidentemente lo llevaría conmigo, necesitaba releer esas cartas cuando me sintiera morir.

Es lo único que me dará fuerzas ahí dentro- pensé.

Seguramente mi padre no tiene la mínima idea de lo que contiene este libro, porque estoy segurísima de que primero lo quema, a que yo pudiera disponer de el otra vez.

Cuando por fin acabe de guardar todo me recosté en la cama, y dejé que el sueño invadiera mi cuerpo, mañana empezaría mi nueva "aventura", o por lo menos ese es el nombre que le había puesto a otra de las tragedias que se sumaba a mi lista.

Enfermera Ratched.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora