Capítulo XII

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Realmente inútil

Sus pisadas pasaban desapercibidas para todas aquellas personas que conversaban en el gran comedor.
Ahora que ellas eran conocedoras de su existencia, esperaba que se alejaran del mar por un tiempo, aunque eso era una idea demasiado estúpida incluso para ella. Siendo su llegada un indicio de lo que muchos denominarían como fin de los tiempos, rezaba para que las chicas que ella misma definía como "irritantes", dejaran de lado sus impulsos de salvar su hogar por una mísera vez.

No eran capaces.

No tenían los poderes ni las habilidades suficientes como para poder vencer a los lacayos de aquella criatura de aspecto degradante.

No podrían sobrevivir.

Un comentario subido de tono hizo que su andar se detuviera. -¡Entonces la ayudaremos! -Sabía perfectamente de quien era esa voz tan gritona.

-Luchia, eso es una idea nefasta. -Habló Nikora muy enfadada. -Os he explicado lo que queríais, así que ahora haréis lo que yo diga. -Aqua notó la intención sobreprotectora que cargaban aquellas palabras. Cada una de ellas eran como puñaladas para el resto de personas.

-Pero es nuestro hogar y no dejaremos que nadie lo dañe. -Ahora se pudo escuchar como otra voz femenina hablaba. -Como princesas sirenas que somos, nuestro deber es proteger nuestros reinos. ¡Y esas cosas quieren acabar con todo nuestro mundo!

-Queremos hacer algo. -Añadió otra chica.

-Y vamos ha hacer algo. -La acompaño alguien más.

-Suicidas. -Pensó la rubia. -Van directas a la muerte. -Reanudó su paso (ahora) lento hacia su habitación.

Todas ellas estaban convencidas de poder ayudar en algo, pero ningúna tuvo en cuenta que en su primer encuentro ya estuvieron al borde de desaparecer de la faz de la Tierra.

-Es irónico, ¿no? -Pensó para si misma. -Se lanzan al vacío llenas de esperanzas, pero cuando vean que no hay fondo, se arrepentirán de todo. Son igual de cobardes que los humanos. -Se dijo a si misma.

Todos esos pensamientos siguieron rondando por su mente. Pero dejando de lado su viaje a su nueva habitación, en la sala que poco tiempo atrás había estado vagando, ahora sucedían ciertos acontecimientos que confirmaban en gran parte sus insultos.

-¡No! -Chilló de nuevo la mujer de cabellos violetas. -Lo que queréis hacer está por encima de vuestras capacidades. Tenéis que entender lo. -Intentó convencer a las personas en aquel lugar.

-Pero Nikora... -Intentó persuadir la princesa más joven.

-Pero Nikora, ¡nada! -Exclamó la nombrada. -Esta discusión se ha terminado. Punto y final. -Seguidamente, la mayor junto a Madame Taki, se retiró hacia otro lugar del amplió hotel.

-Debería volver a casa. -Pronunció el panthalassa. -Mañana podremos hablar con más calma. Nos vemos chicas. -Su entonación no era la más motivada, pero aún así, su comentario hizo que gran parte de los presentes dejaran aquel gusto amargo proporcionado por la reciente conversación.

Al contrario de lo que había dicho, el muchacho siguió los pasos de la dueña del local y de la empleada. Tenía mucha intriga, y no por saber más de la historia (la cuál ya sabía), sinó por la repentina aparición de su flechazo amoroso.

-Nikora. -Dijo el príncipe. La mencionada se giró en su dirección dispuesta ha hablar con él. -¿Desde cuando...?

-Yo no lo sabía hasta hace un par de días, pero Madame Taki lo sabía de antes. -Contestó a la pregunta sin completar. -Y sigo enfadada por no haberme lo dicho desde un inicio. -Habló en dirección a su acompañante, aunque la susodicha caminaba como si aquella charla no fuera de su incumbencia.

La leyenda de la AtlántidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora