Capítulo IV

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Llegadas y despedidas

La luz del sol entraba por la ventana de la casa, al mismo tiempo que la alarma empezaba a sonar marcando las seis de la mañana. Rápidamente, ésta fue apagada por la mano adormilada de un adolescente de cabello revoltoso.
Seguidamente, abrió los ojos perezosamente y salió de la cama en dirección al baño.

Mientras estaba allí, su teléfono empezó a vibrar mientras se encendía la pantalla indicando que estaba recibiendo una llamada de una persona apodada “Aurum”. Seguidamente, la imagen de una chica en bañador con una tabla de surf, apareció junto a aquel nombre en latín.
Estuvo así unos minutos, pero aquel movimiento cesó haciendo que la pantalla del celular se volviera de color negro, indicando que este mismo se había pagado.

El chico de cabellos anaranjados entró a su habitación envuelto con una toalla blanca en su cintura y otra más pequeña alrededor de su cuello. Rápidamente sus ojos se dirigieron hacia su teléfono móvil, el cual había escuchado vibrar un rato antes.

Cuando se acercó hacia este y lo encendió, notó varias notificaciones. Entre todas ellas, resaltaba una llamada perdida que se había producido minutos antes.
Esto le llamó la atención, pues asumió que fue la razón por la que su teléfono sonó mientras él estaba en la ducha.

Pero en el momento que quiso saber más sobre aquella notificación, una nueva llamada entrante interrumpió aquellos pensamientos. Sin dar tiempo a reaccionar, contestó a la llamada.

—¿Qué quieres Luchia? –Preguntó el muchacho un tanto desorientado por la hora en la que lo estaba llamando, pues era muy extraño que se despertara temprano y más si todavía eran vacaciones.

—¿Ya te has olvidado de lo que hablamos? –Preguntó la contraria somnolienta. Suspiro con pesadez mientras intentaba no quedarse dormida.

—Lo siento, no me acordaba de eso... –Respondió un poco apenado por aquel despiste que tuvo al olvidar el porqué de la charla que ahora tenían.

—¿Te puedes preparar rápido? –Siguió preguntando de manera adormilada. –Rina ya ha llegado y nos está ayudando con los preparativos.

—Estaré allí en un rato, tranquila. –Dijo él de manera relajada. –Nos vemos. –Y seguidamente de decir aquellas palabras, colgó la llamada y se comenzó a vestir. Ya que le esperaba un día de arduo trabajo.

Nadie lo culpaba, tenía que obedecer las órdenes de tres chicas. Si no las soportaba juntas, cuando llegaran las demás, se moriría. Además de que su estancia no sería como la de la última vez.

Se podría decir que su tranquilidad no duraría mucho, junto con el curso que iban a comenzar, su cabeza iba a explotar.
Pero mantenía la calma. O al menos lo intentaba.

Y mientras estos estaban hablando, en un aeropuerto en Hawai, una chica miraba su teléfono móvil esperando la llamada de alguien especial.

—Parece que no responderá. –Dijo una voz cansada.

—¿Crees que esté durmiendo todavía? –Preguntó un poco decaída, ya que siempre contestaba a sus llamadas. –Por lo que se, es de madrugada en Japón.

—Y por lo que yo sé, allí todavía están de vacaciones. –Respondió igual que antes, pues esa situación le aburría mucho. –Déjalo en paz.

Pero esa respuesta no fue lo que la chica esperaba, y seguidamente se preparó para embarcar al avión.

—Hey, tranquila. –Habló el menor antes de que su hermana se fuera. –Seguro que está bien. Además, si no sabe nada, puedes hacerle una sorpresa. –Intentó animarla para que no estuviera deprimida todo el viaje.

Pues él sabía que Aqua tenía aquella máscara de persona perfecta, pero en su interior era una persona que necesitaba a alguien con quien hablar, llorar y desahogarse. Ya que su deber era muy pesado, y no podía sola.
Y teniendo en cuenta que estaría lejos de su hermano, su confidente, y aquella persona que la ayudó a llevar consiguió su destino; poder escuchar la voz de aquella persona era algo importante para ella.

—De acuerdo, le enseñaré todo lo que se de surf. Y le demostrare que soy mejor que él en el agua. –Dijo de manera arrogante, pero aún así se notaba la buena voluntad con la que lo decía.

Al mismo tiempo, una gota de sudor frío resbalaba la frente de Ignis. Su hermana tenía varios cambios de humor drásticos, aunque ninguno sería tan repentino como los cambios que sufría en convertirse en sirena. Pero eso es tema para otro momento.

Seguidamente, se despidieron con gran abrazo que duró unos minutos, para después Aqua coger sus maletas y dirigirse hacia el embarque 1A. Poco después, su avión despegó y comenzó a surcar el cielo.

En esos instantes, Ignis miraba por el ventanal aquella nave voladora que se alejaba del aeropuerto, todavía preguntándose el porqué de ir en avión y no nadando. Pero era Aqua, y siempre tenía una razón para hacer las cosas, aunque siempre fueran de la manera más rebuscada posible.
Poco después de esos pensamientos, salió del aeropuerto y desapareció entre la multitud de gente.

Al mismo tiempo que esto pasaba en el suelo, en el aire, Aqua se encontraba en una pequeña siesta, pues le esperaban más de siete horas de avión para llegar a Tokio y después más de dos horas para llegar a Pearl City. Un largo trayecto que la distraería de las presencias malignas que se estaban haciendo presente en aquella región del mundo.

No quería tener dolor de cabeza cuando se acercara a Japón por aquellos bichos llamados "abyssales", siendo un nombre muy adecuado debido al lugar de donde surgieron.

Aún así, las energías negativas de aquellas criaturas, no dejaron tener un viaje del todo tranquilo. Pues el mal nunca dormía, y menos si las siete princesas sirenas se iban a reunir en poco tiempo.
Por esa razón tenía que relajarse y recuperar fuerzas para evitar el primer ataque hacia el exterior.

—Todo esto es tan difícil y estresante. –Pensó Aqua mientras miraba por la ventana del avión el amplio océano azul. –Ojalá esto no dure mucho... –Deseó para sus adentros mientras miraba una fotografía de dos niños pequeños en una playa de arena blanca.

Pero ya está dictado desde hace siglos, que solo cuatro almas podrán destruir el comienzo del fin.

La leyenda de la AtlántidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora