Reencuentros inesperados
—¡¿Como que tendremos que trabajar?! –Exclamó una muchacha de hebras azuladas. –Pero si vamos a tener que estudiar también, no podremos hacer nada. –Se quejó ante la repentina notícia.
—Eso no es lo peor. –Remarcó otra chica. –¡Lo peor es que ellas no nos ayudarán! –Gritó la castaña mientras señalaba a cinco personas.
—Ya es suficiente, Luchia, Hanon. –Regañó la mujer. –Rina vive en su propia casa, Seira es muy pequeña todavía, y no contemos con que Coco, Noel y Karen van a pasar solo un tiempo en el hotel. –Enumeró Nikora.
—Entonces, ¿para quien es el uniforme que compraste? –Dijo intrigado el pequeño pingüino que había estado observando desde una distancia relativa. –Claro, si se puede saber. –Añadió para menguar la furia de la adulta.
—Pues... –Murmuró pensando una manera de evitar hablar sobre aquel tema.
—Hola chicas. –Interfirió una voz masculina. –¿Interrumpo algo? –Comentó al ver como la mayoría le hechaba una mirada asesina.
—No, para nada. –Respondió con rapidez la mujer. –Salvada por la campana. –Pensó en un suspiro. –Ya que estás aquí, ¿porque no váis todos a dar un paseo por la ciudad? –Lanzó la cuestión al aire evadiendo por completo el tema anterior.
—Es verdad. –Comentó una de las jóvenes turistas. –Por un momento podemos dejar los berrinches de Luchia y Hanon y divertirnos. –Dice alegre la rubia.
—Dirás buscar algún chico guapo, ¿no es así? –Le contradijo una de las hermanas.
—De igual forma, estamos de vacaciones, así que yo quiero ir de turismo por todo el lugar. –Siguió diciendo su familiar. –Aunque no creo que haya cambiado mucho durante el tiempo que hemos estado fuera... –Comenta para sus adentros para luego centrarse en la nueva conversación que se había formado.
—Kaito. –Pronunció Luchia. –¿Tú a dónde quieres ir? –Preguntó, pues ahora se estaba planteando el recorrido que se iba ha hacer, olvidando por completo el enfado que esta misma junto a su amiga tenían.
—En realidad... –Empezó ha decir el chico. –Yo ya tengo planes. Solo he venido ha ver como ibais. –Informó el príncipe.
—Oh. –Soltó sorpresivamente. –Y, ¿qué tienes que hacer? –La pregunta era un claro intento de inclusión en aquella actividad o actividades que iba ha realizar la persona que tenía robado su corazón.
—No es nada interesante. –Intentó quitar importancia a lo recientemente mencionado. –Igualmente, creo que ya han decidido que váis ha hacer hoy. –Anunció Kaito cambiando de tema como lo había hecho Nikora (quien ya estaba lejos de los adolescentes). –Nos vemos chicas. Adiós Luchia. –Se despidió el muchacho, para luego irse sin saber que aquella princesa con la que estaba hablando, se encontraba siguiendo sus pasos.
—No puedo permitir que vayas ha hablar con Nikora otra vez. –Habló mentalmente la chica mientras se alejaba del grupo femenino sin ser notada, creyendo que eso era lo que su querido iba ha hacer. Aunque más que sorpresa, un extraño sentimiento surgió en ella cuando vió que en verdad tenía planes ya preparados.
—Kaito, te estábamos esperando. –Escuchó decir a uno de sus compañeros cerca de la playa.
—Lo siento. –Se disculpó para luego irse acompañado de sus amigos.
La muchacha, un tanto descolocada, se preguntaba porqué se había comportado de esa manera tan extraña.—Me estas ocultando muchas cosas... –Dijo para únicamente ser escuchado por ella misma. –¿No querías que te molestara? ¿O tal vez me estabas intentando alejar del mar? –Se preguntaba a la vez que seguía al grupo de surfistas.
Y por extraño que pareciera, la rara sensación que poco a poco se había formado en su corazón, aumentaba exponencialmente a medida que el tiempo pasaba. Ella estaba situada en una zona poco visible para aquellos que se encontraban dentro del agua, pero desde allí, todo era muy sencillo de ver.
En ese lugar, por más que intentaba entender la razón, su corazón le decía que dejara de ver pero su cerebro quería saber que hiba a suceder.—Oye Kaito. –Dijo un muchacho de cabellos castaños. –¿Sabes que ha venido una chica buenísima? –Le cuestionó.
—¿En que sentido? –Le respondió entre risas.
—En los dos. –Contestó señalando una ola de agua transparente, únicamente decorada por una joven parada encima de una tabla.
Kaito se quedó estático al ver que aquella persona de la cuál estaba hablando fuera la misma sirena que apenas conocía su paradero. –Aqua... –Susurró él mientras veía a la nombrada terminar de dar espectáculo (cosa que poco le sorprendió).
Cumplidos por allí y por allá. Todo eran comentarios positivos para la joven atleta. Aunque para esta misma eran unos simples y aburridos trucos los que había recreado, para el resto de personas les pareció ver como si estubiera bailando sobre el agua.
La chica sonreía arrogantemente cada vez que alguien la alagaba, pero su expresión de superioridad se agrandó cuando divisó delante suya, una silueta que ya extrañaba ver.—Hola Kaito. –Se acercó al susodicho. –¿Por qué pones esa cara? –Dijo mirándolo fijamente.
—Uy... Aquí hay rollito. –El acompañante del phantalassa se retiró de la conversación dejando a este mismo más nervioso de lo que ya estaba.
—¿Por qué no me dijiste nada? –Fué lo único que pudo decir el muchacho.
—¿Por qué? –Preguntó e instantáneamente rió por lo dicho, como si le hubieran contado un chiste. –Te llamé no se cuántas veces el día que salió mi vuelo. –Mencionó seriamente a la vez que golpeaba repetidas veces con su dedo índice, el pecho del contrario. –¿Y aún así te atreves a preguntarme eso? Oh. Y no pienses que no se que llamaste a mi hermano para saber porqué tenías tantas llamadas pérdidas de mí. –Siguió regañando al chico.
—Debí de predecir eso. No sé como se me olvidó que ese niño es un chivato... –Se maldijo internamente por aquel descuido. –Pero ya no importa, ¿no? –Intentó evitar aquella represalia que estaba recibiendo.
—Puede... Pero quiero que sepas que no voy ha perdonarte por no haberme hecho caso. –Respondió para luego mirar a otro lado cruzándose de brazos en el acto.
—Oh vamos. –Se quejó rodeando los hombros de la surfista con su brazo. –Volvemos ha estar juntos. Ahora ya no tendrás que esperar a que te conteste a las llamadas. –Comenzó ha entablar una (ya más tranquila) charla entre ellos dos.
Pero a pesar de que ahora estaban más calmados, había una criatura marina que no podía evitar sentir celos y envidia por las recientes acciones por parte de Kaito.
—Así que por eso no podía confiar en ella, ¿no es así? –Comentó a pesar de no haber oído nada de lo que se habían dicho mutuamente.
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La leyenda de la Atlántida
FanfictionEn el mundo hay muchos secretos que sus habitantes desconocen. Cosas que sin saber, los ponen en peligro... Lugares que el tiempo hizo olvidar y el espacio ocultó para no ser descubiertos. Eso mismo paso en el mundo submarino, pues tiempo atrás, el...