Capítulo VI

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Simplemente preocupación

Por las calles de la ciudad costera, cerca de la playa, se podía ver a un chico un tanto inquieto. Situado en un mirador, apoyado en la barandilla, miraba su teléfono preguntándose el porqué de su despiste.
Pues era de esperar que se alertara al darse cuenta que había recibido más de diez llamadas seguidas de la misma persona.

Volvió a llamar a aquel número telefónico que se sabía de memoria, pero como en las anteriores, sonó el contestador. Escuchó aquella frase donde incitaba a dejar un mensaje con aquella voz tan familiar.

—Ahora mismo estoy surfeando o con mi hermano. Si queréis hablar conmigo, dejadme un mensaje. Si me caéis bien os contestare. ¡Adiós!

Aunque sonara prepotente y algo odiosa, él conocía la otra cara de la chica. La faceta que pocas personas habían podido ver y presenciar en ella.
Aquella muchacha que le solía enviar mensajes de textos a tempranas horas de la mañana por la diferencia de horarios. O las llamadas cada vez que le pasaba algo especial. Y sobretodo los regalos en su cumpleaños. Esos que llegaban el día exacto, cada año junto alguna postal felicitando desde cualquier lugar del mundo donde ella estuviera.

Eso era algo que le encantaba de ella.

Colgó la llamada al escuchar el final del contestador, y seguidamente, bloqueó el móvil mientras se recostaba todavía más en la baranda en la que estaba apoyado. A la vez, cerró con frustración los ojos al no ver ningún resultado en lo que estaba haciendo.

Entonces una idea se le pasó por la cabeza al mismo tiempo que abría los ojos y desbloqueaba con rapidez el teléfono.

—Dónde está... –Exclamó de manera un poco agresiva al no encontrar lo que estaba buscando. –¡Aquí!

Presionó el contacto con el sobrenombre de “Argenti” y esperó a que aquel chico de cabellos rubios platinados le contestara.

—¿Si...? –Contestó con pereza el menor. –¿Quién es?

—Soy yo, Kaito. –Respondió al muchacho mientras se giraba y apoyaba su espalda en el tubo de metal.

—¿Y a que se viene la llamada, “Principito”? –Cuestionó bruscamente y a la vez con un tono burlesco en el momento que mencionó aquel apodo "despectivo".

—Ja, que divertido. –Contestó del mismo modo que Ignis.

—Ve directo al grano. –Dijo el contrario.

—Tan brusco como siempre. –Susurro en un tono casi inaudible. –Quería saber una cosa. –Comentó el mayor de los dos. –¿Sabes dónde está Aqua? –Preguntó Kaito con una velocidad acelerada.

—Así que estás nervioso porque mi hermana no contesta a las llamadas, ¿no? –Se escuchó una leve risa al otro lado de la llamada. –Mira, yo no tendría que decir nada. Pero como me caes bien, te contaré lo que pasa. –Siguió hablando con aquel tono burlón del principio. –Ella está de viaje. Seguramente tiene apagado o bloqueado el teléfono. No tienes porque preocuparte.

Kaito dejó salir un suspiro de alivio al saber que no le había pasado nada malo. –¿Sabes a dónde se dirige? –Preguntó al chico.

Pero Ignis ya había cortado la llamada, pues había contado más de lo que él mismo podía decir. Aunque también lo quería dejar con un poco de nerviosismo, ya que siempre era su hermana quien tenía que llamar a aquel muchacho para que le explicara sus hazañas en el surf o cualquier cosa que le pasara en su vida.

—Así que de viaje… ¿No? –Dijo en un tono muy bajo para sí mismo, al mismo tiempo que estiraba su espalda por haber estado mucho rato recostado en aquella estructura metálica.

A la vez que hacía eso, ciertos ojos se posaron en él. Una muchacha de cabello negro y de una textura viscosa recogido en una coleta alta de lado, enfocaba su mirada en su dirección.
Su piel pálida hacía resaltar sus iris de color rojo con pupilas rasgadas al igual que un gato. Llevaba un traje gris oscuro con una obertura en la parte del ombligo que parecía tener la forma de una gota, junto a un escote corazón.

Sus zapatos de diferente altura, parecían ser dos partes diferentes. El izquierdo, parecía ser una especie de bota, decorado con los tatuajes en su muslo situados un poco más arriba; el derecho, parecía ser un simple zapato, si no fuera por las zonas que acompañaban a éste.
Ambos del mismo color, un gris un poco más claro que el de su traje. En cambio, las cintas que decoraban toda la pierna derecha, eran de un gris más claro a comparación de ambas piezas de ropa.

Y al igual que en su pierna, en su brazo izquierdo decoraba una cinta del mismo color que la anterior, finalizando en un guante que solo cubría su mano hasta la muñeca. Éste era del mismo color que los zapatos, y de la misma manera que en la parte inferior de su cuerpo, en el brazo contrario, tenía un guante mucho más largo decorando junto a los mismos tatuajes el brazo derecho.

La chica observaba cada movimiento del joven príncipe, haciendo que sus ojos se volvieran de color amarillo brillante y sus pupilas se transformaban en una versión mucho más afilada que la anterior.

—Esto será muy divertido... –Dijo en un susurro casi inaudible, para luego desaparecer en las sombras.

Y como si le hablara a Kaito, este sintió una pequeña descarga eléctrica como pequeño aviso del peligro que estaba por llegar.
Rápidamente, se dió la vuelta en busca de aquello que le provocó la extraña sensación. Pero no encontró nada sospechoso ni nada que le pudiera preocupar.

Aunque para sus sorpresa, una alarma empezó a sonar en su teléfono móvil. Al fijarse en la hora y el nombre que había puesto a la alarma, comenzó a caminar en dirección al Hotel Perla para poder recibir a las invitadas que estaban al caer.

También para que Hanon y Luchia no se enfadaran y montaran un drama como siempre, pero eso era lo que menos le preocupaba. Pues aquella sensación de angustia y preocupación que le había dejado la situación de antes, no desaparecía y no podía evitar imaginar que algo malo iba a pasar.

Entonces, ¿qué se puede hacer cuando sientes que eres un ser impotente ante la cruel realidad?

La leyenda de la AtlántidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora