Capítulo VII

391 38 2
                                    

Una reunión un tanto peculiar

Las puertas del hotel fueron abiertas en un golpe seco que alertó a las personas que estaban cerca del lugar.

—¡Kaito! Llegas tarde. –Reclamó una muchacha de cabellos castaños claros. –¡Las chicas están apunto de llegar! –Exclamó a la vez que centraba su atención en el chico que se dirigia hacia ella.

—Tranquila Luchia. –Habló un tanto sofocado, el contrario. –Al final me entretuve demasiado con la llamada... Pero ya estoy aquí. No hay nada de que preocuparse. –Le dijo de manera calmada siendo seguida de una sonrisa de lado por parte del masculino.

Aquella acción provocó un ligero rubor en las mejillas de la chica, provocando que ésta retrocediera un tanto avergonzada hacia donde estaban sus amigas.
Las cuáles no pudieron evitar sonreír ante aquella situación tan graciosa.

—Que bien que ya estemos todos aquí. –Se escuchó decir desde uno de los pasillo, del cuál apareció una mujer junto a un pingüino. –Ya casi es la hora.

Ahora que todo está más tranquilo, no podéis olvidar los modales. –Habló el más pequeño en el lugar. –Tenéis que comportaros como las princesas sirenas que– –La charla que empezó la pequeña ave, fue interrupida por la mano de una de las jóvenes allí presentes.

—Sí, sí. Ya lo sabemos. –Se quejó la misma adolescente que anteriormente le había detenido al hablar. –Tenemos que atender a nuestras responsabilidades y actuar como las princesas sirenas que somos. –Intentó imitar la voz y las acciones del bajito. –Ugh. Luego te quejas de que tenemos que aparentar y evitar que sepan lo que somos. –Se quejó por la contradicción del más bajito.

En ese mismo instante, los dos empezaron a llamarse de manera despectiva el uno contra el otro por aquella tonta razón.

—Chicos. –Habló por primera vez Rina, llamando la atención de todos en la recepción. –Ya han llegado.

Y después de aquellas palabras, la puerta principal se volvió a abrir, mostrando a cuatro figuras femeninas.

Dos de ellas, de la misma altura y de un gran parecido, luego estaba otra de una altura similar pero con rasgos distintos; y la última, se notaba que era menor a comparación con las tres primeras.
Todas con maletas en mano.

—¡Bienvenidas! –Dijeron muy alegremente la mayoría en aquel lugar. Las cuatro chicas miraron la zona decorada muy felices.

—¡Luchia! –Exclamó llena de energía la más pequeña de las recién llegadas, a la vez que avanzaba con rapidez hacia la mencionada.

—¡Seira! –Habló ésta hacia la chiquilla, mientras abría los brazos al igual que la contraria, resultando en un gran abrazo por parte de ambas.

—Es bueno estar juntas de nuevo. –Mencionó una de las hermanas dejando su maleta al lado de una de las paredes, acción que imitó la persona igual a ella.

—Sí. ¡Y con ésta gran bienvenida! –Habló ahora la tercera mayor de aquel lugar observando la decoración que se encontraba allí.

—Sí, sí; muy alegre y todo eso. ¡¿Pero que hace él aquí?! –Expresó en un tono despectivo hacia el chico de ojos cobrizos, el cuál, ignoró aquello dicho por la muchacha.

—Karen, no hace falta que te alteres por su presencia. –Le reclamo su pariente ante la actitud que demostraba.

—Vamos a calmarnos. –Intentó tranquilizar la peliverde, por lo que estaba sucediendo. Ya que si aquello seguía, no terminaría con buen pié.

—No hace falta estar de mal humor. –Ahora fue una de las habitantes del hotel la que habló. –Ya habrá tiempo donde podamos estar solas, ahora toca disfrutar de vuestra llegada al mundo humano por una temporada. –Anuncio con alegría ésta misma.

—¡Sí! –Gritaron de alegría tres de los presentes en aquel lugar, dando cierta gracia al resto.

Aquella situación les hizo recordar que ya todo estaba en calma y no había nada de que temer. ¿Verdad?

Nikora, sabía que todo aquello solo era una simple ilusión. Pues aunque la llegada de otra persona igual de importante que las demás chicas que habitaban aquel hotel, la alegraba y la aterraba a la vez.
Todo aquello solo traía malos augurios.

—¿Todo bien señorita Nikora? –Preguntó una peli-naranja acompañada de una pequeña ave azul.

—O sí. No pasa nada. –Contestó un tanto aturdida por aquello cuestionado. –Solo estoy un poco cansada. Preparar tantas cosas cuesta energía. –Continuó hablando a la vez que se adentraba en los pasillos del edificio, en busca de una persona en específico

—Eso... a sido muy raro. –Dijo Seira mirando a Hippo, el pingüino marinero.

—Lleva así desde el otro día. –Respondió el ser acuático a la princesa de la perla naranja.

—¿Que sucede? –Preguntó Noel con curiosidad sobre la conversación que mantenían los pequeños del grupo.

—¿Que andan chismoseando? –Siguió la dueña de la voz amarilla.

A la vez que decían aquello, el resto de personas que se encontraban ahí, se cercaron hacia el lugar donde se estaba entablando aquella charla.

—¿Es sobre el comportamiento de Nikora? –Habló Rina intentando averiguar a que se referían. Lo cual causó un asentamiento por parte de los preguntados.

—Sí, estuvo extraña desde que recibió esa llamada... –Comentó esta vez la sirena aguamarina. –Creo que hablaba con alguien conocido. –Prosiguió un tanto insegura por el dato.

—Y también apuntaba cosas en una lista. –Siguió Luchia a lo dicho anteriormente por su amiga. –Eran cosas de instituto, pero no creo que fueran para Seira. De eso ya nos encargamos hace tiempo.

—¿Entonces para quien es? –Preguntó Karen, quien apenas entendía al igual que el resto lo que sucedía.

Después de esa breve conversación todos comenzaron a cuestionar todo aquello, y ha asimilar e intentar entender lo que estaba pasando.
Pero este suceso solo alertó a una de las personas que había allí.

Kaito, empezaba a sospechar quien era aquella persona desconocida. Y a medida que hilaba cabos, sus sospechas se convertían en realidad.
Al darse cuenta de la identidad de dicha persona, se sorprendió bastante por aquello. Cosa que notó una de las femeninas.

—¿Ya sabes quien es la persona que espera Nikora? –Preguntó Luchia con curiosidad.

—No, lo siento. –Respondió fingiendo estar un tanto apenado. –Pero no creo que tengamos que darle más vueltas al asunto.

—Tienes razón. –Dijo Hippo apoyando al muchacho. –Será mejor que hos vayáis preparando para salir a fuera.

—Yo también opinó lo mismo. –Habló ahora la de ojos grisáceos, seguida de un asentimiento por parte del resto de chicas.

Después de aquello, toda la gente de aquel lugar concordó en dejar aquel problema de lado.

Si se siguen evitando los problemas, tarde o temprano traerá graves consecuencias.

La leyenda de la AtlántidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora