Capítulo XIII

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Lograr entenderlo

Después de aquella corta charla en la cuál, en el momento de finalizarla, la sirena de rosa agradeció a la chica misteriosa ante sus ojos. Ésta misma, volvió a retomar su camino (diferente al de antes) hacia la zona donde estaban asentadas la propietaria del local y su empleada.
La princesa del Pacífico Norte, ya más calmada, se dirigió a su habitación para poder relajarse. Extrañamente se sentía mejor, como si hablar con aquella desconocida hubiera apaciguado sus temores. Pero al igual que algunos sentimientos se habían ido, otros surgían poco a poco. El contacto con la muchacha le había provoca emociones que simplemente no encajaban.

¿Porqué tendría que temer la?

Era directa, no lo iba ha negar, pero eso no era un indicio de nada. Simples suposiciones como esa podrían traerle muchos problemas con ella. Y ha decir verdad...

¿Quién era?

Nunca la había visto por el hotel. ¿Una huésped recién llegada? Quedaban apenas dos días para que empezarán las clases de nuevo. ¿A caso era una estudiante de intercambio? En ese caso sería más normal que tuviera un pequeño apartamento o que compartiera residencia con personas en su misma situación.

Solo el tiempo respondería aquellas preguntas y sensaciones que surgieron en un fugaz encuentro.
Aunque más allá del horizonte, alguien no tenía tanta pacienza como la joven de hebras castañas.

—Me has fallado de nuevo Umbra. –Dijo la tétrica voz. –No has podido cumplir con tu misión otra vez. –Replicó muy enfadada.

—Siento que el plan no haya salido como planeó, mi señora. –Dijo la femenina con miedo en sus ojos. –Los monstra sucumbieron a la tentación de los terrestres y no cumplieron con su función. –Relató la de piel grisácea. –Si me da otra oportunidad estoy segura que lograré conseguir la perla dorada. Y– –Antes de poder explicar más cosas, Umbra fue interrumpida por su superior.

—¡Basta ya de excusas! –Aquel grito retumbó por toda la prisión. –Pudiste haber acabado con la sirena de oro cuando apenas era una insignificante molestia, pero fuiste débil y no pudiste controlar el Cristal Ram. –Le rememoró su desastroso inicio.

—El gran poder que me otorgó todavía sigue siendo desconocido para mí, mi señora. –Se excusó la abyssal agachando la cabeza por temor a la futura represalia que recibiría. -Si tan solo me dejara tiempo para practicar, yo– –Umbra volvió ha ser interrumpida por la mujer frente ella.

—¡Silencio! –Exclamó furiosa. –Estoy harta de tus excusas mediocres. –Confesó mientras observaba directamente a la chica arrodillada ante ella. –Si por tu propia voluntad no puedes desenvolupar tus poderes, tendré que hacerlo yo misma... –Continuó diciendo, provocando que el miedo y el terror dentro de la de ojos rubís aumentara de manera desorbitada.

—Mi señora. Le ruego que me de otra oportunidad. –Suplicó intentando evitar la acción que su soberana hiba ha hacer. Pues siendo sincera, ella ya sabía lo que su mandamás tenía planeado para ella. Y sabía de buena mano que no era para nada bueno.

Los ojos de su creadora cambiaron del tono sangre que portaba, similar al que ella tenía, a un amarillo que alertaba peligro. Con un ágil movimiento de manos, del suelo de la sala surgieron con gran rapidez, grandes masas de mucosidad negra. Enrollandose en el cuerpo de Umbra, se mezclaban y entrelazaban con su pelo, debido a que estaban formados por la misma sustancia.
En el momento en el que la subordinada ya estaba atrapada y sin salida, fue llevada ante la otra y única mujer en aquel tétrico y lúgubre territorio.

La leyenda de la AtlántidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora