XX

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Era bastante tarde, pasaban de las nueve de la mañana cuando entramos. No había un alma en los pasillos, salían pequeños murmullos de cada una de las puertas pero no era nuestro destino en este momento.

El mío si quizás si, pero esa clase pendiente que ya había dado inicio hace veinte minutos; la compartía con bastantes conocidos, solo bastaba un mensaje para poder tenerla en el correo.

—Debimos venir más temprano.

Dijo la impaciente que tenía tomada de la mano de camino al rectorado.

—Mejor así, nos aseguramos que no haya nadie que nos haga perder tiempo—aseguré tirando más del agarre que nos entrelazaba.

Mientras más caminábamos, más lento se movía. Entendía sus nervios, también su ansiedad pero sólo quería que todo volviera a ser como antes. Dónde la vía prácticamente todos los días, algunas tardes y una que otra noche. Quería ser yo él primero que se enterara si algo sucedía, de ser el que primero está y no tener que depender de otros.

Deseaba que ya para mañana fuera todo como hace semanas, con la única diferencia que yo iba a ir por ella.

No sé que pasó con su madre, solo sé que el sábado en la noche recibí un mensaje de parte de Lina diciendo lo emocionada que estaba en un solo texto lleno de emoticones. Hoy lunes, del último lapso de clases aquí estábamos.

—¿Habrá alguien ahí?—preguntó al adelantarse unos cuantos metros de dónde nos habíamos detenido.

Se inclino a ver la ventanilla polarizada, colocando ambas manos a sus costados.

Una risa se me escapó.

—¿Qué te hace tanta gracia?—se volteó mientras se sacudía las manos.

—Nada.

Caminé hasta donde estaba la puerta que nos interesaba. Un pequeño dejá vú lleno de nostalgia me invadió, tanto, que me hizo detenerme y mirar al suelo.

Justo donde había estado hace años, en aquel primer encuentro.

—¿Te acuerdas?—no la miré, pero ella sabía de qué hablaba, y su bufido me lo confirmó.

—Como no, señor grosero.

Reí y estaba dispuesto a voltearme y besarla aquí mismo, pero una sombra apareciendo de unas de las ventanas me lo impidió.

Al enfocarla terminó siendo la secretaria.

—Buenos días, ¿En qué les puedo ayudar?—dijo de forma automática, parecía ensayado.

«¿Cuántas veces lo habrá tenido que decir en toda su vida?»

—¿Está el director?—preguntó Lina antes de que pudiese hablar.

Asintió—: Entra cariño,—ella caminó y cuando la iba a seguir, la secretaria levantó la mano—: Sola.

Abrí la boca para replicar pero tampoco me dejó.

—Esta bien, —su suspiro no decía lo mismo—: Igual, tengo que hablarlo sola.

Tragué grueso, a la final termine sediendo. Su mamá no estaba con ella, tampoco es que la necesitará, sólo tendría que aclarar el porqué de su ausencia estás semanas, y —espero— que la dejen terminar.

Llené mi mente de posibles suposiciones sobre lo que tenía que hacer, trabajos, tareas extras. No me preocupaba, ella podía con eso y con más. Y con mi ayuda mucho más todavía, pero la conocía.

Se iba a llenar de estrés.

Imaginaba que el día iba a transcurrir en que hablara con cada uno de los profesores, que pidiera tener chance para poder ponerse al día en el tiempo que quedaba. En mucho, éramos compañeros de mesa, bendito sea el señor por eso.

I'm Your Hero || Hero Fiennes Tiffin #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora