XXII

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—¡¿Puedes parar?!—grité a sus espaldas.

Había bajado enfurecida las escaleras, temí que mientras le seguía los pasos ella lo hiciera más rápido y terminara rodando por las escaleras. No me había dirigido la palabra, ni gritos, ni reclamos nada. Simplemente tomó sus cosas y bajó.

La alcancé a duras apenas cuando estaba por salir por las puertas principales, jalar de su chaqueta fue la única opción.

—¡Suéltame!—su voz estaba más gruesa.

«No llores»

—Vamos a hablar—comenté con la esperanza que se quedara quieta, no pasó.

Sólo me gané su mirada cargada de ironía.

—Creo que ya dijiste mucho, gracias.

Cuando estaba por darse la vuelta la volví a tomar pero fué más rápida, corrí a sus espaldas de nuevo y me molesté al ver cómo se dirigía a la acera.

—¡¿A dónde coño vas?!—una que otra persona se giró para ver nuestra persecución, gracias al de arriba no eran muchas.

—¡A casa!—gritó sin detenerse.

Bufé.

—¡Ya no vives dónde antes!—le recordé—: A pie ya habrá oscurecido para cuando llegues.

Se detuvo en seco, pareció pensarlo pero siguió.

—¡No me importa, lo único que quiero es irme!—caminó más rápido.

Intentando ser lo más sigiloso posible, corrí tras de ella y la tomé por la cintura para alzarla en el hombro. Pude jurar que la vida me pasó por los ojos cuando movió sus piernas en pataleos, sino tenía cuidado; fácil terminaba noqueado por una de esas en plena calle.

—¡Bájame!—dejé salir un gruñido dirigiéndome de nuevo al estacionamiento—: ¿Eres sordo y nunca me enteré? ¡Qué me bajes!

—¡Quédate quieta, joder!—comenté en el mismo tono, gritando aleluya en mi interior cuando ví mi camioneta a pocos pasos—: Si tanto te quieres ir a casa, bien. Pero yo te llevaré.

Se quedó en silencio por unos segundos que no supe disfrutar.

—¡Debes estar jugando, bájame!

—¡Lo digo en serio!—mentí.

Pareció quedarse quieta unos segundos hasta que la bajé, me quedé frente a ella hasta asegurarme que no iba a tirarse a correr de nuevo. Resopló y me miró con los brazos cruzados.

—A mi casa—sentenció.

Asentí.

Se metió en el asciendo del copiloto después de dar un portazo. Antes de hacer lo mismo respiré hondo varias veces, peine mi cabello hacia atrás pensando en mil y un cosas que estaban mal ahorita.

Volvimos a pelear, de esto no salía nada bueno.

Absolutamente nada.

Cuando me senté a su lado tras el volante no me dirigió la mirada, sus ojos estaban clavados en la ventanilla. Metí la llave y cuando pude arranqué, en plena carretera no se iba a lanzar.

Rezaba en mil idiomas para que estuviera tan absorta en sus pensamientos que no se diera cuenta de nada. Más de una vez dejé en el aire alguna pelea entre nosotros y eso jamás acabo bien, no le quiero dar tiempo suficiente para pensar que su mejor opción podría ser estar lejos de mi.

—Hero, por aquí no es—sonaba segura.

«Maldita sea»

—Es un atajo—dije sin mirarla—: Por el tráfico.

I'm Your Hero || Hero Fiennes Tiffin #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora