III

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Desde pequeños nosotros creamos una personalidad, a medida que vamos creciendo esa personalidad puede permanecer o variar. Cuando empezamos a crecer los padres creen que el adolescente es tan predecible que suponen que saben cómo terminará en todo aspecto.

Pueden ya hacerse mente sobre todo, la carrera de tu vida, las diferentes habilidades que puedes ejercer, el tipo de pareja que vas a obtener y más.

En mi caso, mi abuela decía que yo podía ser tan impredecible que no sabían que pudiera salir de mi boca. A diferencia de mucha gente, eso se mantuvo.

Desde que tengo memoria que nunca podría ser o hacer lo que más quisieran, todo lo que quería lo hacía. Siempre tuve certeza de quién era, conocía mis objetivos, estaba consciente de que una vez que terminara las clases saldría de viaje por todo el mundo. Quería conocer, quería explorar, quería aventurarme en todo eso que no conocía.

Eso estaba claro, hasta que se jodió la cosa.

La conocí.

Pasé de querer adelantar clases a querer verlas todas y cada una solo por segundos a su lado. Pasé de irme temprano a quedarme a ver si la lograba ver a la hora de salida. Pasé de verla de lejos a por lo menos saludarla en la mesa, sabía que al principio ella debió pensar que fui un cretino y si, pero ese parece ser mi escudo.

Hablar sobre los sentimientos me parecía patético, hasta que escuche que me amaba.

Recuerdo su susurro, aquellas dos palabras que pensé que eran mentira, aquellas que quería grabarlas y reproducirlas cada segundo. Mamá solía decirme que todo es mejor en hechos que en palabras. La sociedad ha normalizado como hecho de demostración de amor dedicar una canción, dar flores y muchas más porquerías que no quiero recordar.

Ni Lina ni yo hemos hecho nada de eso, pero ella me ha dado momentos a los cuales aferrarme.

El primer beso es uno de esos, aquel primer beso dónde después de tanto pude tenerla tan cerca para hacerlo.

Pasándome la yema de los dedos por la boca, cerré los ojos. Daría lo que fuera por tenerla de frente ahora, poder decirle con toda sinceridad todo lo que siento, todo lo que pienso. ¿Se puede ser tan egoísta en esta vida?

Correría calles, avenidas y ciudades con tal de volver a estar entre sus brazos.

Mis pasos ansiosos recorrian todo mi piso. Sabía que estaba solo, pero por cada parte que pasaba un recuerdo venía a mi mente. Cada portaretrato de la sala se ganó la admiración de sus ojos, cada baldosa del piso fue testigo de sus pasos apresurados por volver antes de un futuro castigo, mis reacciones ante sus huidas siempre tenían lo mismo: miedo.

Tenía miedo de que al cruzar por la puerta todo quedara olvidado, no podría olvidar algo así, yo no pero ella si. Ella si lo podía hacer por vergüenza, por creer que todo lo que hemos llegado a hacer esta mal, y no. Más de una vez me tocó convencerla de unos minutos más. Hay momentos que no quieres que tengan fin, y cada segundo que podía obtener con ella quería que fuera eterno.

Desearía estar a su lado, poder quitarle cada mechón que le caiga al rostro, amaba ser el dueño de cada uno de sus sonrojos, cada sonrisa cargada de timidez que hacía cada vez que la tocaba era digna de una foto, y hago todo lo posible para que esas vivas imágenes en mi mente no se borren.

Maldecia todo lo que la ha hecho llorar y si en mis manos estuviera la elección de que hacer ahora, todo sería diferente. Me enojaba conmigo mismo por no poder tener la solución a esto y así como tenía el recuerdo de su sonrisa, también tenía el de las lágrimas que han llegado a adornar sus mejillas.

Una parte de mi sabía que muchas de esas lágrimas podrían tener mi nombre, tal vez no por algo que yo haya hecho, sino por algo que yo permití que sucediera. En lo personal me importaba muy poco lo que llegarán a pensar o decir sobre mi, ninguna de las bocas ajenas me mantenían, pero tener la mentalidad que todos somos iguales está mal.

Mi Lina era sensible, bastante vulnerable.

Justo como me siento en estos momentos, sentía que una parte de mi no estaba totalmente bien al saber que no la tengo a minutos de distancia. Quería pensar que estaba bien y, a pesar de tener una bruja como madre; tenía la tranquilidad de que por una u otra retorcida razón no permitiría que le pasara nada.

Entrar en la habitación podría ser una tortura, hay canciones que te llevan a momentos pero para mí son sitios, sitios que te llevan a personas, sitios que están tan involucrados con personas que el lugar deja de ser el mismo con su ausencia.

Es ridículo de cierto modo, es mi habitación de la que estamos hablando.

Dejando salir el aire que no sabía que estaba conteniendo, me senté en el comedor junto con los cuadernos. Leer y distraerme con los apuntes prestados no estaba demás.

Iba bien, hasta que la pantalla de mi teléfono se iluminó avisando la llegada de un mensaje.

Mercy:
Hey.

Me extrañe por un segundo, no es que no suela hablar con ella pero, ¿Justo ahora que me antojo por estudiar tiene ganas de hablar?

¿Qué?

Respondí sin más. Su respuesta no se hizo de esperar, me la imaginaba pegada a la pantalla.

Mercy:
Hay una chica aquí preguntando por ti.

Rodee los ojos con fastidio.

¿Quién?, ¿La conoces?

Una parte de mi subconsciente pensó en la castaña. Mi boca se secó de solo imaginarmela yendo hacia uno de los primeros puntos de encuentro, buscándome. Pero así como la idea vino, se fue.

Mercy conocía a Lina, y de ser ella, me lo hubiera dicho sin más.

Mercy:
No lo sé, y no pero parecía conocerte. Sigue aquí, ¿Le digo que se vaya?

No tenía tiempo para esto, no quiero hablar con nadie más, y mucho menos con alguien que dice conocerme. De ser así, tendría mi número.

Si, estoy ocupado.

I'm Your Hero || Hero Fiennes Tiffin #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora