VIII

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Después de bailarse suavemente las canciones que sonaban en la radio, los vidrios del piso desaparecieron, la mesa de la sala volvió a verse una vez que las bolsas y papeles de comida rápida se botaron. El comedor grito aleluya cuando organizó todos los cuadernos que estaban regados.

Mi piso volvió a ser como antes, se veía mejor que cuando yo lo hacía en su totalidad.

Me llevé varios golpes con el mismo pedazo de tela por su parte por no hacer lo que me pedía en el instante, su risa se escapaba en esos momentos y se veía tan bonita así que me hacía querer ofrecerme para me pegara de nuevo, solamente porque mis expresiones le daban risa.

En varias ocasiones la encontré mirándome, no le dije nada pero sentía sus ojos sobre mí, y yo no me quedo atrás.

No creo que lo sepa pero ella tiende a sacar la lengua y presionarla entre sus labios en signo de concentración, una casi invisible arruga aparece en su frente cuando tiene toda su atención en algo.

Cuando creo que la conozco me doy cuenta que eso no es así, uno no termina de conocer a las personas al 100%, jamás. Y eso me hace cuestionarme, ¿Cuánto más me falta por conocer? ¿Estoy en 50% o en el 30%? ¿O es que ni siquiera llegó al 10%?

Quería sabermelas todas, que no me quedara nada sin conocer, ¿Ella sentirá igual?

—Creo que ya está listo.

La escuché a mis espaldas, me giré en mis pies para ver la estancia y si, todo estaba en orden. No iba a admitir en voz alta que en verdad le hacía falta una limpieza, mucho menos frente a ella. Cuando estuve a punto de abrir la boca me di cuenta que no estaba, con el seño fruncido caminé hasta la habitación y la ví.

Rebuscaba entre sus cosas, no la iba a molestar hasta que me di cuenta que sacó un pijama.

—¡No!

Se giró al instante con una mano en el pecho—: ¡Dios, casi muero de un infarto!

—Perdón, pero no—junto sus cejas.

—¿No qué?

Me acerqué hasta donde estaba y quitándole el conjunto de los brazos, lo lancé a una esquina de la habitación.

—No vas a usar eso—demandé, al ver su mirada atónita.

—¿Y qué?, ¿Sin nada?—sonreí.

—No me molestaría—alcé los hombros en despreocupación, pero me reí cuando su mano aterrizó en mi brazo.

—¡Hero!

Un sonrojo invadió sus mejillas de una forma tan rápida que me hizo sonreír. Tomando la mano que me había pegado hace unos momentos, la guíe hasta la puerta de mi closet dónde estaban bien guardadas cada una de mis camisetas.

—Escoge la que quieras—se la abrí dejando a la vista todas las perchas, al girarme la vi analizando cada una—: Con confianza.

—Estoy segura que ninguna cubre lo suficiente—murmuró

—Nena, te he visto todo—sonreí y el segundo golpe se hizo llegar—: ¡Ay!

—¡Deja de decir esas cosas!—una carcajada se me escapó, lo que la hizo enojar más.

—Soy honesto, eso es un valor—dije sin quitar la sonrisa de mi rostro.

La mandíbula casi le llega al suelo.

—Estoy segura que ese tipo de honestidad no es un valor.

Burlándome de ella con hacer una reverencia, le dejé el camino libre para que escogiera. Cosas como estás me hacen sentir aparte de feliz, nervioso y si, hemos cruzado varios límites, pocos en comparación con lo que me gustaría pero es así como la veo cómoda y más teniendo en cuenta la situación en la que estamos.

Antes capaz y podíamos tenerla más fácil, ahora ella tiene que mentir para poder estar juntos.

Lo valoro, claro que sí.

Pero me gustaría hacer más.

Me gustaría que con un chasquido de dedos las cosas fueran en lo que redondea a lo normal. No estoy acostumbrado a estás cosas y no porque no pudiera, sino porque durante tanto la he tenido solo a ella en la cabeza que yo mismo no me permitía ni siquiera mirar a alguien más.

—¿Puedo preguntarte algo?—interrumpí el constante silencio que había en la habitación.

—Claro, dime.

—¿Cuál falta de respeto que está que no me has dado ni un beso desde que llegaste?—me senté cruzado de brazos.

Su risa fué la compañía de sus pasos al acercarse a mi, la tomé de las muñecas y la jale hasta que quedó entre mis piernas. Abracé sus caderas y dejé caer mi frente en su pecho.

Un suspiro salió de mi y por segundos recé para que esto se repitiera, al fin la tenía conmigo después de lo que me pareció un milenio. ¿Exagerado? Tal vez, pero no estoy acostumbrado a no tenerla cerca.

Mis brazos ejercieron presión a su agarre cuando ella dejó caer sus manos a mi pelo, lo acaricio como sólo ella sabe hacerlo, sólo ella sabe cómo hacerme sentir como un niño. Cada vez que ella hacia eso me transportaba a cuando tenía 6 años, mamá tenía que hacer eso para quedarme dormido y no porque tuviera problemas con el sueño, sino porque ella sabía que de esa forma podía sentir el cariño.

Para mí no había más detalle más íntimo que esto, sus manos se movían de una forma que la representaban a ella; tímida.

Mi respiración se empezó a hacer pesada y supe que en cualquier momento podría quedarme dormido si seguía, y no, no quería hacer eso porque ella estaba conmigo. Los minutos que teníamos para ambos parecían ser contados, no los quería desaprovechar porque no sabía cuándo los tendría de nuevo.

Su dedo índice bajo desde mi frente hasta mi barbilla, haciendo un camino por todo el lado izquierdo de mi rostro, y al alzar mi vista hacia ella la encontré sonriendo.

Ahí estaba de nuevo, ese brillo que había notado hace un rato apenas.

Joder.

Me enderece para que así todavía sentado estuviera más cerca de altura. Mis manos subieron hasta detenerse en su cintura, sólo bastó que la acercará más a mi pata que ella entendiera que quería.

Sonreí cuando se sentó ahorcadas sobre mis piernas.

Con los ojos levemente cerrados, acaricié todo su perfil con la punta de mi nariz. Sus pequeños suspiros me delataban lo que ya sabía, estaba nerviosa.

Cuando sus manos se direccionaron a mi nuca abrí los ojos. El color rosado adornaba sus mejillas pero eso no fué lo que llamo mi atención. Mis ojos se fueron directos a su boca. Sus labios entre abiertos me pedían a gritos que la besara, que la besara y le demostrará todo lo que sentía con un simple beso.

La situación estaba como tanto lo había querido, ella entre mis brazos.

Estaba conmigo, era real.

Joder.

—Te amo, maldita sea.

Murmuré antes de acortar aquella pequeña distancia que nos separaba y lo hice con lo que había estado sintiendo estos últimos días, ansiedad, anhelo y frustración porque no podía hacer nada para tenerla más cerca.

Cuando sus manos encontraron mi pelo de nuevo supe lo que ya sabía.

Estaba perdido, perdidamente enamorado.

I'm Your Hero || Hero Fiennes Tiffin #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora