XVII

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Estaba que buscaba en Google la existencia de algún otro santo que desconociera para rezarle.

La última vez de esto, fue impulsivo. Me deje llevar por toda la impotencia de saber que pronto la podía perder, sin saber, que esa misma noche se adelantó la huida.

Ahora, mucho más sereno que antes. Eran las ocho menos quince de la noche, y tras dos horas de intensidad para poder convencerla, nos encontrabamos aquí.

En mi coche.

De ida a su casa.

Amar es un acto de valientes, pero en pleno momento cuando más lo llegas a necesitar demostrar; abunda lo cobarde. ¿Por qué? ¿Por qué no demostrar lo que sentimos con actos impulsivos?

¿Tan mal se ven?

Me parece bastante admirable llenarse de cojones para decir lo que se piensa, para hacer lo que se quiere. Y, que lo primero que se te cruce en la cabeza es hacer una acción en beneficio a tu relación, me parece hermoso.

Eso es tener cojones.

A mi lado, tenía un ejemplo muy claro. Yo tenía miedo si, pero me aseguraba de no demostrarlo porque yo tenía que ser el fuerte aquí. Consideraba que mi castaña ya estaba lo suficientemente lastimada por una noche, lo que quiera transmitir ahora era seguridad.

Aquella que si me sobraba me podría dar a mi mismo, por lo menos un poquito.

La amo joder, y me estoy volviendo un puto loco por no poder hacer lo que quiera en el momento que quiera.

Con breves indicaciones mudas de su parte llegamos a una casa a no más de diez minutos de distancia. Miré a mi costado y ella miraba hacia la ventana más grande en el piso inferior. La luz estaba prendida al igual que una de las pequeñas del piso de arriba.

Mordí mi labio inferior dispuesto a considerar la opción de pagarle para que me diga que está pensando.

—¿Cuánto?—no me aguanté.

Se giró hacia mi en confusión—: ¿Eh?

—¿Cuánto?—repetí.

—¿Cuánto qué?

—¿Cuánto quieres por decirme que tanto tienes en la cabeza?

Su mano fué a dar a mi hombro, sacándome una leve risa que no quería admitir que hacía falta. Sonaba triste siquiera pensarlo.

—No es gracioso, ¿Si?—miró por la ventanilla de nuevo—: Tengo miedo.

«Lo sé»

Tomé la iniciativa bajandome yo primero, se tenía que tener algún problema para meterse en la boca del lobo tan frecuentemente. Quizás para algunos fueron sólo días, semanas pero para mí se sintió como una vida.

Abrí su puerta dejando que tardase lo que quisiese en bajar, sólo espere. Y le dediqué mi mejor sonrisa cuando ya se encontraba a mi lado en la acera.

De dónde sacó valor no lo sé, pero ella tenía la delantera. Mi castaña fue valiente y tocó el timbre. Su mano se unió con la mía en los micro segundos que le tomó a su madre abrir la puerta.

Sus ojos danzaron desde su hija hasta tener que alzar el mentón para verme.

—Tu no aprendes, ¿Verdad?

Negué.

—Y tú,—miro a Lina—: Tú mucho menos.

—Hay que hablar, y entendernos sin gritos—esa no era su voz, estaba apagada.

I'm Your Hero || Hero Fiennes Tiffin #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora