≛ veιnтe

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veιnтιcυaтro de dιeмвre, doѕ мιl dιecιnυeve




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LUEGO DE AQUELLA LLAMADA, ni el más importante compromiso en su agenda pudo mantener a Chris un minuto más en Los Ángeles y ser capaz de explicar lo que él sentía era simplemente imposible.

El miedo, desesperación y angustia colmaban sus emociones, sin embargo, aquel pérfido sentimiento de culpa estaba a punto de matarlo. La había dejado sola. E incluso cuando ella lo había pedido, él debió haberse quedado a su lado y velar por su cuidado.

Las tres horas de diferencia entre una ciudad y la otra, recibieron al actor con la oscuridad nocturna de Nueva York, donde, gracias a la increíble gestión de su representante, alguien estaba ya esperando por él listo para dirigirlo a donde Ana se encontraba.

—¿Dónde está?— pregunta en cuanto tiene a Gwen frente a él, observando detrás de la joven y viendo a unos pasos de donde se encuentran a los padres de Ana conversando con una enfermera.

—Está en su cuarto. Descansando.— habla suavemente ella, notando como los alborotados ojos azules del actor observan a su alrededor en clara búsqueda de su chica. —Ella esta bien, Chris. Es solo que...

—¿Qué cosa?— pregunta rápidamente, no pudiendo evitar su angustia.

—Monitorearán su estado esta noche. Cuando despertó y se dio cuenta de donde estaba y recordó lo sucedido, tuvo una crisis nerviosa. Tuvieron que sedarla.

Chris suspira profundamente, sintiéndose tan descompuesto nuevamente por la ola de angustia y culpa que lo golpea. Pronto, Richard y Elena, los padres de Ana, se acercan a él y como las veces anteriores, e incluso en un momento así, su saludo y trato hacia el actor es tremendamente amable.

—Gwen, querida, has estado todo el día aquí. Puedes ir a casa y descansar, mañana es un nuevo día.— sugiere la madre a la mejor amiga de su pequeña y es obvio en el rostro de la mujer que no quiere irse.

—Tengo a mi chofer afuera. Puedo decirle que te lleve a donde quieras.— ofrece Chris cuando Gwen ha accedido a marcharse solo por la seguridad que tenía que su amiga ya estaba fuera de peligro.

Oh, no. No es necesario.

—Por favor...— suplica el actor inmediatamente. —Es lo menos que puedo hacer.— y enseguida Richard apoya el ofrecimiento, agradeciendo de antemano la compañía y sabias decisiones que la mujer se había visto obligada a tomar.

LA CHICA   ▪︎   CEVANS (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora