≛ veintidoѕ

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veιnтιnυeve de dιeмвre, doѕ мιl dιecιnυeve




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EL AUTOMOVÍL NEGRO se estaciona en el otro espacio disponible y mientras Chris se cerciora de que sus pertenecías más importantes yacían en sus bolsillos, su mirada ve a través del espejo retrovisor el auto gris de Ana estacionado al otro extremo del patio.

Con una sonrisa en su rostro desciende del vehículo, caminando cuidadosamente entre la nieve que cubre todo de blanco su alrededor. Pendiente en su camino y mientras más se acerca a la entrada trasera del refugio, su mirada lo alerta de algo completamente inusual.

La alerta en su cuerpo prende como fuego en cuanto ve el par de bolsas tiradas en medio del camino, y ni siquiera se da el tiempo para revisar el contenido cuando ya sus ojos azules han quedado prendidos en la puerta entreabierta frente a él.

Desesperado, pasa sobre las bolsas y abre la puerta de par en par y rápidamente, sus pies lo llevan hasta la zona principal de la casa. Se detiene y su pesada respiración parece ir al compás tan veloz de su mirada, la cual observa alrededor completamente inquieta, pronunciando a su vez, con una pizca de inevitable temor en su varonil voz el nombre de su chica en voz alta.

En ese momento, el ajetreo en el segundo piso se escucha como el más escandaloso de los ruidos y sin pensarlo, él corre en dirección a la escalera alzando su azul mirada al tercer escalón se sube.

—¡Hola, querido!— la amable y alegre sonrisa de Elena ilumina su rostro por un segundo, desapareciendo la tan amena expresión al siguiente. —¿Qué pasa?— pregunta ella con una suavidad que hace sentir a Chris a un más temeroso.

—¿Dónde está Ana?

—He estado esperándola. Quedamos en vernos hoy.— informa la madre de la joven manteniendo su mirada estoica en el hombre, comenzando a sentir aquel escalofrió en la parte baja de la espalda que indica que algo no anda bien. —¿Qué pasa, Chris?

La temerosa interrogante queda en el aire y el contacto del par de miradas se pierde en cuanto Chris decidí alejarse y caminar hasta la salida trasera una vez más. Esta vez, no se detiene en las bolsas. Vuelve a pasarlas por alto y sus pisadas quedan marcadas desde la puerta hasta el automóvil de Ana donde a la primera visión que tiene de los asientos principales, él siente como es capaz de respirar nuevamente.

—Ana...— susurra él con una calma que es dulce y cuidadosa, no queriendo asustar o incomodar de alguna manera a la joven y es que la imagen que tenía de ella en ese momento era tremendamente desoladora.

LA CHICA   ▪︎   CEVANS (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora